Elegir el lado correcto. Adelante España cierra filas con el sector primario español | Eusebio Alonso

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Vivimos tiempos de amplio descontento social como consecuencia de los cambios profundos y traumáticos a los que nos quiere conducir la clase política dirigente. Cambios que no han sido avalados de forma consciente ni informada por la población y que tampoco aparecen en los programas electorales de forma explícita. Es difícil permanecer impasible a la mayoría de ellos porque, aunque podamos creer que no nos afectan, es inevitable que, de una forma o de otra, nos acabarán afectando más pronto que tarde. Baste con considerar el rápido aumento del coste de la vida y la escasez de productos de origen nacional en los supermercados. Cosa que podemos comprobar a poco observadores que seamos. La experiencia nos muestra que la pasividad social fortalece las actitudes abusivas, y que cuanto más tarde se afronta un problema, más difícil resulta alcanzar una solución satisfactoria.

La Legislación Europea sobre el Clima hace de la consecución del objetivo climático de reducir las emisiones de la UE en al menos un 55 %, de aquí a 2030, una obligación jurídica. Los gobiernos de los países de la UE están trabajando en una nueva legislación para alcanzar este objetivo y lograr que la UE sea climáticamente neutra de aquí a 2050.

Esta legislación europea es consecuencia directa de la famosa agenda 2030. Agenda que fue aprobada por la ONU en 2015 sin votación alguna, y que exige una transición ecológica traumática para garantizar, supuestamente, la supervivencia del planeta Tierra ante una hipotética emergencia climática. A pesar del esfuerzo mediático que se está haciendo para que la población lo acepte sin presentar el menor debate, las exigencias de esta transición resultan tremendamente cuestionables, tanto por el impacto que están teniendo en la población, como por su falta de justificación. Baste con mencionar unas pocas razones para cuestionar su fundamento:

  • No hay consenso científico sobre la hipotética emergencia climática como afirma un manifiesto de más de 1600 científicos consenso-1600-cientificos-nobel-incluidos-desmienten-la-emergencia-climatica.
  • El esfuerzo para combatir la supuesta emergencia lo pretende hacer únicamente Europa que tan solo es responsable de menos del 10% de la producción de CO2 a nivel mundial. Otros países como China o USA se conforman con hacer un esfuerzo meramente testimonial, si acaso hacen alguno. En consecuencia, el esfuerzo que pudiera realizar Europa, de forma bienintencionada, no serviría de nada en el hipotético caso de que la emergencia climática fuese real.
  • No existen modelos fiables de evolución del clima que nos permitan estimar la validez de las predicciones catastrofistas ni cuantificar el efecto benéfico de las medidas restrictivas a tomar. Todas las predicciones que se han hecho desde hace cerca de 100 años no se han cumplido ni por aproximación. En consecuencia, nos piden que firmemos un cheque en blanco y hagamos un acto de fe, renunciando a nuestro bienestar y nuestras libertades, porque esta vez dicen que va en serio.
  • Se desprecian los posibles efectos sobre el clima que obedecen a causas endógenas y exógenas a nuestro planeta como pueden ser los cambios de órbita de la Tierra, según ciclos-milankovitch-cambio-clima-tierra, o los cambios en la actividad solar. Cambios ante los que no se podría hacer nada y no ofrecerían rentabilidad alguna a los espabilados de turno que pretenden sacar partido del clima catastrofista.
  • Se actúa para modificar el clima mediante la Geoingeniería, como lo corrobora la legislación vigente de la mayoría de los Estados de la UE,  ocultando a la población la intencionalidad perseguida (https://adelanteespana.com/es-cierto-que-estan-jugando-a-escondidas-con-nuestro-clima-eusebio-alonso). Tal vez estas prácticas permiten fabricar evidencias convenientes que ayuden a justificar la teoría del cambio climático y predispongan a la población para aceptar las restricciones que se nos pretende imponer.
  • Se desprecian los registros geológicos que nos muestran que el planeta Tierra ha sufrido siempre ciclos climáticos a lo largo de su historia, como lo demuestra la aparición de glaciaciones, cuando todavía no existía una actividad industrial, ni agrícola, ni ganadera significativa. Hay datos científicos que muestran que hace 4 millones de años, durante el Plioceno, existía una concentración de CO2 en el aire de 400 ppm, similar a la que existe en la actualidad, por lo que no se puede afirmar que ese valor sea excepcional y motivo de alarma. Por otra parte, los árboles necesitan CO2 para sobrevivir y permiten transformar el exceso de CO2 en oxigeno (O2), lo que proporciona un excelente antídoto contra ese “maléfico gas” que resulta tan preocupante para los ortodoxos del clima.
  • No hay debate público ni se consulta al pueblo soberano en materia tan importante para su futuro. El refrendo de la Constitución europea realizado en 2004 por parte de los paises miembros no puede ser un cheque en blanco que autorice cualquier desatino globalista.
  • Lo que no se transmite con el ejemplo, se convierte en una chusca burla carente de toda credibilidad. Mientras que la legislación establece que para 2035 quedarán prohibidos los coches con motores de combustión de gasolina y gasoil, no lo harán los motores de combustión de marcas exclusivas como, por ejemplo, Ferrari o Rolls Royce. Tampoco parecen hacer ningún esfuerzo los dirigentes políticos en economía de medios de transporte cuando hacen sus viajes, a pesar de que en la actualidad existen buenos transportes públicos y excelentes medios para realizar videoconferencias. Las cumbres del clima son los mejores ejemplos de irresponsabilidad medioambiental. Como diría Orwell en su libro de la Rebelión en la granja: “Todos los animales son iguales, pero unos más que otros”.

Tras esta endeble teoría que defiende el cambio climático de origen exclusivamente antropogénico, se pretende ocultar una reconversión que va a asfixiar al sector primario: agricultura, ganadería y pesca, en toda Europa, mediante restricciones medioambientales en el uso de fitosanitarios, el incremento en los impuestos con la excusa de limitar la producción de gases de efecto invernadero, restricciones de caladeros y muchas otras imposiciones que vamos conociendo progresivamente para que resulten más digeribles para una sociedad confiada como la nuestra. En realidad, todo hace sospechar que detrás de esto hay una estrategia para someter a la población a una tiranía global mediante el uso del miedo. Miedo que justificaría la restricción progresiva de libertades y de bienestar en la población. Ya han probado nuestra ingenuidad para aceptar lo inaceptable durante la pandemia. Posiblemente ya se esté preparando una nueva pandemia para probar el funcionamiento de la reciente cesión de soberanía sanitaria a la OMS. Ingenuidad para no hacer preguntas incómodas. Ingenuidad para no exigir explicaciones. Ingenuidad para creer que todo lo que decide la clase política es por nuestro bien. De nuestra falta de resistencia a aceptar la imposición depende que nos crean lo suficientemente estúpidos para aceptar sin resistencia la siguiente vuelta de tuerca o se lo piensen un poco más.

Resulta paradójico que las restricciones que se aplican a los productos españoles y europeos no se apliquen también a los productos que recibimos de terceros países que invaden nuestros supermercados y cuyas cargas sociales, medioambientales o impositivas son muy diferentes. Productos que desencadenan con frecuencia alarmas sanitarias al encontrarse en ellos substancias peligrosas para la salud como cadmio, mercurio, etc … Substancias que nadie controla hasta que no es ya demasiado tarde y han producido enfermedades en la población, pero que consiguen mejores márgenes de beneficio a los intermediarios y a las cadenas de distribución.

Otra de las estrategias para ahogar la agricultura de nuestro país es la nefasta política de gestión del agua. Se destruyen presas y azudes, lo que limita, no por casualidad, el abastecimiento de nuestros agricultores y de la población en general, dejando la gestión de las reservas de agua de los embalses a los intereses económicos de las compañías hidroeléctricas de abaratar, cuando les interesa, la producción del Kwh. A pesar de la previsible escasez de agua a medio plazo, se descarta la implantación de un plan hidrológico nacional que comunique las cuencas de los ríos para que el agua se consuma en cualquier parte de España donde se necesite, en lugar de recuperar, mediante desalación, el agua dulce ya vertida al mar. La solución de las desaladoras es una imposición ideológica, irracional del todo punto, que cuenta además con tres graves inconvenientes:

  • Es un procedimiento caro, que puede llegar a tener un coste de 1 € por m3 de agua desalinizada.
  • El proceso es contaminante, porque utiliza una considerable cantidad de energía procedente, principalmente del gas, para la desalinización.
  • Es agresivo con el medio ambiente, ya que, al arrojar la salmuera obtenida de vuelta al mar, sube la concentración de sal en las aguas próximas a la desaladora de 35 hasta 70 gr de sal por litro, lo que es incompatible con la vida de muchas especies.

Frente a este abandono del sector primario, la única solución que ofrecen los gobiernos son las pequeñas ayudas paliativas que no van a la raíz del problema, haciendo bueno el dicho de “pan para hoy y hambre para mañana”. Esta no puede ser nunca la solución que den unos gobernantes responsables a sus ciudadanos. A veces la concesión de ayudas solo persigue la compra de fidelidades. Lo vimos en su día con el sector minero y después con el del acero. Maquiavelo decía que al enemigo se le compra o se le destruye. La compra es más sutil y mucho más silenciosa. Mucho cuidado en depositar la confianza, como mediadores, en sindicatos que reciben subvenciones del Estado. Seguro que su independencia y sus intereses reales no son los adecuados, y su fidelidad al sector al que representan es también bastante cuestionable.

Yo me declaro liberal. Por esa razón, estoy en contra, en términos generales, del proteccionismo. Nada de privilegios. Creo que el Estado no debería proporcionar ayudas a ningún sector productivo, salvo aquellas destinadas a la inversión para la creación de riqueza o para hacer frente a emergencias, resultado de algún siniestro sobrevenido. Ayudas que deberían ser devueltas al Estado en condiciones adecuadas, exceptuando aquellas de tipo excepcional concedidas para paliar una catástrofe. Si la Administración proporcionara ayudas sistemáticas a fondo perdido, como ocurre con el cine, estaría interviniendo en el mercado y no se haría verdadera justicia en favor de una competencia leal que es la base de una economía de mercado sana.

En consecuencia, si me declaro defensor de restringir las subvenciones y ayudas a nivel nacional, con mayor motivo lo soy de restringir las que se conceden a terceros países que pudiesen favorecer el desarrollo de sectores productivos en competencia directa con los nuestros. Esto sería financiar al rival en nuestra contra. O lo que es lo mismo, para hablar sin ambages, traicionar los intereses nacionales. Por desgracia, parece que nuestro gobierno ya tiene decidido que Marruecos sea nuestro principal suministrador en productos del sector primario. De no ser así, no se conciben las enormes ayudas que se están concediendo a Marruecos para el desarrollo de infraestructuras para este sector, salvo que la justificación sea más truculenta y se trate de un simple chantaje. Tal vez por el caso Pegasus. Ninguna explicación razonable se ha dado al compromiso de entregar 45.000 millones de euros de nuestros impuestos para que Marruecos nos haga la competencia.

Dicho lo anterior, y aunque pueda resultar algo contradictorio por mi parte, creo que en todos los paises existen algunos sectores productivos estratégicos que interesa proteger, en alguna medida, con objeto de reducir la vulnerabilidad y dependencia del país frente al exterior. Me refiero, en particular, a tres sectores: el primario, el de la energía y el de la defensa. No se me entienda mal, lo que sugiero es que el Estado ayude a esos sectores productivos a ser competitivos mediante créditos blandos y facilidades temporales. Sin regalos. La mejor explicación que cabe para justificar la existencia de sectores estratégicos es poner un mal ejemplo. Alemania confió en la abundancia y bajo coste del gas ruso, y decidió desmantelar todas sus centrales de producción de electricidad basadas en el carbón y en la energía nuclear. El resultado fue que esta inconsciencia le pasó factura cuando comenzó la guerra de Ucrania. En ese momento, Alemania tuvo que adherirse al embargo de los paises de la OTAN a Rusia, sufriendo, en contrapartida, la consiguiente respuesta rusa de encarecer el suministro y reducir el volumen de gas suministrado. Recomponer los errores lleva tiempo. Tiempo que no siempre tenemos, y, por eso, toda decisión acertada requiere de un plan de contingencias para prevenir la catástrofe.

¿Qué podemos hacer los ciudadanos que queramos ayudar al sector primario y revertir las políticas europeas que le atacan?

Desgraciadamente no vivimos en un país como Suiza en donde todo lo importante se somete a referéndum vinculante. Aquí solo tenemos una oportunidad cada 4 años de dejarnos engañar y, aun así, muchos siguen convencidos de que vivimos en una democracia “pata negra”. Más bien “pata marrón”, diría yo, si se me permite el desahogo.

Con los mimbres que tenemos, si todavía no queremos declararnos en rebeldía llegando al extremo de la desobediencia civil, creo que hay unas cuantas cosas legales que sí podrían ayudar a reconducir la situación en la dirección que nos interesa, si es que hemos decidido a estar en el bando de nuestro sector primario.

  • Lo primero es identificar al enemigo. Este enemigo es, sin duda, la agenda 2030. No caben medias tintas. Cualquiera que defienda o haya defendido esta herramienta de opresión y tiranía, debería dejar de tener el mínimo apoyo social. No sirve que nos digan que esta agenda es inevitable y que ellos representan el mal menor. Son el mal, y hay que retirarles nuestro apoyo electoral y de cualquier otro tipo. Por el “pin” en la solapa les conoceréis. Al día de hoy ya hay demasiadas fotos comprometedoras de la mayor parte de la clase política.
  • Lo segundo es apoyar las movilizaciones en la calle de la sociedad civil con reclamaciones justas. Y en el caso que nos ocupa, aquellas del sector primario, intentando perjudicar lo menos posible al ciudadano inocente, que también tiene derecho a vivir en libertad.
  • El tercer lugar, seleccionar los productos que compramos en el supermercado exigiendo que sea producto nacional, y además, que su origen sea español. Especialmente mientras no se garantice la calidad del producto extranjero que se nos presenta y su competencia leal.
  • En cuarto lugar, tendríamos que cuestionarnos nuestra pertenencia a una Europa que ha dejado de defender, sin el consenso popular, los intereses de sus ciudadanos. Como solo desde dentro se pueden cambiar las cosas, hay que asegurarse de que los enemigos declarados de la agenda 2030 tengan una buena representación en Europa en las próximas elecciones.
  • En quinto lugar, dejar de afiliarse a sindicatos subvencionados que solo actúan al dictado del gobierno y, como alternativa, fundar sindicatos independientes, sin subvención estatal. Tampoco estaría de más, crear una formación política que represente al sector primario, como ya lo han hecho en Holanda con tan buenos resultados. Estas y otras asociaciones permitirían, además, dar visibilidad a los problemas del campo y a las acciones del sector. Muchos ciudadanos no salen a la calle a apoyar las concentraciones del sector primario porque ni siquiera saben cuándo tienen lugar éstas, ya que los medios de comunicación paniaguados lo ocultan intencionadamente para hacerlas fracasar.
  • En sexto lugar, crear cooperativas de producción y de consumo que permitan reducir el número de intermediarios y mayoristas que encarecen los productos hasta que éstos llegan a manos del consumidor.
  • En séptimo lugar, evitar reconvertir el terreno rústico en huertas solares, por grande que sea la tentación. Si lo hacemos, no será posible la vuelta atrás.
  • Y, por último, siempre que se pueda, dejar de usar las tarjetas de crédito y pagar en efectivo, especialmente al pequeño comercio. El objeto de esta medida es evitar la trazabilidad del consumo que realizamos y defender una de nuestras últimas parcelas de libertad.

La guerra contra la tiranía ya está declarada. Cuanto más tarde reaccionemos, más difícil nos resultará ganarla. Permítanme recordar la célebre frase de Einstein: «El mundo no será destruido por los que hacen el mal, sino por aquellos que les observan sin hacer nada para evitarlo».

Eusebio Alonso | Licenciado en ciencias Físicas. Subdirector del diario online  Adelante España.

1 comentario en «Elegir el lado correcto. Adelante España cierra filas con el sector primario español | Eusebio Alonso»

  1. La experiencia nos muestra que la pasividad social fortalece las actitudes abusivas, y que cuanto más tarde se afronta un problema, más difícil resulta alcanzar una solución satisfactoria. Cuanto más tarde reaccionemos, más difícil nos resultará ganarla. El mundo no será destruido por los que hacen el mal, sino por aquellos que les observan sin hacer nada para evitarlo.
    El párrafo anterior, compendio de varias frases del excelente artículo, es la clave de todo. O la sociedad civil despierta ya y reacciona de manera masiva, fulminante y contundente, o en cuestión de pocos meses lo único que podremos hacer será resignarnos, lamentarnos y llorar los más pusilánimes.

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