Javier Bardem ha sido premiado en el Festival de Cine de San Sebastián por su gran trayectoria artística. Un premio merecido. Con todo, no ha tenido el ánimo necesario para celebrar la concesión de tan preciado galardón pues anda como triste y compungido. Ha declarado que el mundo está fatal y que el cambio climático es una inconmensurable tragedia. Todo patas arriba y no hay persona concienciada y sensible, él lo es, sin la menor duda, que pueda experimentar felicidad ante tanta desdicha. Un hombre fuerte, adusto, de carácter, como esos muchos personajes que interpreta a las mil maravillas, pero que nos ha conmovido sinceramente con tan sentidas palabras. Y para ilustrar ese discurso pesimista sobre la condición humana, ha citado el conflicto desatado entre la organización terrorista Hamás e Israel (al que se ha sumado Hizbulá), poniendo el foco acusador en la actuación, que califica de “criminal”, del gobierno de Tel-Aviv.
Así no hay manera de brindar distendidamente con una copa de champán, o mejor de chacolí, en un guiño de inspiración localista. Lo de Israel es “una matanza indiscriminada”, sentencia Bardem. Unos días antes, Revilla, el popular dirigente del PAC, Partido Anchoísta de Cantabria, presidente de dicha región durante la friolera de 16 años, y uno de los políticos más apreciados del país, dato que describe fielmente el nivel medio del paisanaje, abrió la senda que transita nuestro actor más internacional al afirmar en una entrevista televisada que el recuento de víctimas mortales, tras las represalias israelís, supera las 50.000. Cabe decir que esa cifra es exactamente la que aporta la ANP, Autoridad Nacional Palestina. Su presidente, Mahmud Abás (que ganó unas elecciones en el año 2006, pero se olvidó de convocar otras desde entonces, agarrado a la poltrona como una lapa a la roca), ha sido agasajado estos días por Pedro Sánchez, quien por su cuenta y riesgo, y del mismo modo que humilló la cerviz ante Marruecos por el contencioso del antiguo Sáhara Español (deslices telefónicos por medio), reconoce la existencia del Estado palestino a trasmano de la actitud más prudente de los demás integrantes de la UE.
No hay que ser el lince de Beocia para comprender que son datos de parte, los de Hamás, que es quien tiene mando en plaza en aquellos territorios. Y que ese balance, reproducido acríticamente por todos los medios de comunicación, ha sido incluso desechado por la ONU que, ahí es nada, a través de una de sus terminales en la zona, UNRWA, intervino activamente en la comisión de los salvajes atentados del 07-O contra la población civil israelí, quemando gente viva con lanzallamas, rajando tripas a embarazadas, desmembrando niños a machetazos, es decir, ese tipo de amenidades.
Casualmente, hemos asistido estos días al mayor ataque selectivo, y no indiscriminado, de Ia muy laboriosa inteligencia israelí contra la pata libanesa de esta macabra función, Hizbulá, también pro-iraní. Ha causado sensación mundial el minucioso operativo del Mossad, una obra maestra, labores de orfebrería, contra los militantes de la organización terrorista a través de buscas, walki-talkis y otros dispositivos electrónicos. Tras esta acometida israelí, hablar de “matanzas indiscriminadas” entraría de lleno en la categoría que los voceros del régimen sanchista denominan “bulo” o “fango”. Nunca se vio nada más escrupulosamente “discriminado”. Hablamos de una suerte de ingeniera explosiva personalizada, de sastrería-bum a la medida del cliente.
De modo que Bardem no tiene cuerpo para celebraciones. Conectan en un noticiero de TVE-1 con la alfombra roja del festival donostiarra para servir una fugaz entrevista al actor y al fondo aparecen ondeantes banderas palestinas. El reportero de turno las señala para que Bardem largue su filantrópica llantina. No es la primera vez que recibe un premio en San Sebastián. Ocurrió en 1994 gracias al filme titulado “Días Contados”. En ese año, ETA asesinó a trece personas, “víctimas contadas”, doce antes de celebrarse el certamen. Entonces Bardem sí estaba de humor para celebraciones. Al recoger la “Concha”, no dijo ni mu de Leopoldo García Campos (07/02, asesinado en Barcelona), Fernando Jiménez Pascual (04/04, en Bilbao), Vicente Beti (18/04, en Barcelona), José Benigno Villalobos (28/04, en San Salvador del Valle, Vizcaya), Miguel Peralta (23/05, en Madrid), Juan José Hernández Rovira (01/06, en Madrid), José Manuel Olarte (26/07, en San Sebastián), Francisco Veguillas, Francisco Joaquín Martín Moya y César García Contonete (29/07, en Madrid por la misma explosión), José Antonio Díaz Losada (10/08, en Bilbao) y José Santana (21/08, en Berango, Vizcaya). Habría sido fantástico que alzara justo allí su voz hoy doliente.
Pero también aquel año fue, allende nuestras fronteras, el marco temporal de una aterradora cascada de conflictos bélicos que se saldaron con muertos a millares. La batalla ruso-chechena en Grozni. La guerra civil entre banderías afganas, con los talibanes asomando el turbante. Y otras más en Burundi, Sierra Leona, Yemen, Yibuti, Congo, Ruanda (antesala de un monstruoso holocausto a machetazos) y Tayikistán. El año del emblemático sitio de Sarajevo a manos de los serbo-bosnios. Y lucha abierta, cómo no, en el sur del Líbano entre Israel y Hizbulá. ¿Cuándo no hubo atentados y guerras desde que el mundo es mundo?
El momento cumbre de su fructífera y exitosa carrera cinematográfica llegó en el año 2007. Recibió entonces el Óscar al mejor actor de reparto gracias a su intervención en el filme “No es país para viejos”, de los hermanos Coen. Su consagración a nivel mundial. En aquel año se produjeron fuertes combates intestinos entre Hamás y Al-Fatah, entre Israel y Fatah-al Islam en Líbano, escenario permanente desde hace décadas de la masacre y de la muerte. Se libraba una guerra civil en el Chad, también en Somalia, en la República Centroafricana y en Costa de Marfil, amén de la guerra en Ingusetia, el turbulento avispero del Cáucaso. Al celebrarse la ceremonia de entrega en Los Ángeles, enero de 2008, habían trascurrido apenas unos días desde que ETA asesinara a los guardias civiles Raúl Centeno y Fernando Trapero en Capbreton. Nada impidió que Bardem recogiera la codiciada estatuilla encantado de haberse conocido. Y cómo estaba el mundo, Facundo.
Javier Toledano | Escritor
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1 comentario en «El premio más triste | Javier Toledano»
Tan buen actor como mala persona. Un auténtico miserable, de una bajeza moral tan despreciable como la abrumadora mayoría de sus abyectos colegas subvencionados hasta las cejas.