El Pacto Migratorio de la Unión Europea es una política peligrosa y temeraria que socava la soberanía de los Estados miembros y plantea una grave amenaza a la estabilidad y la seguridad de nuestras naciones. Esta supuesta solución a la crisis migratoria no es más que un caballo de Troya diseñado para inundar nuestros países con inmigrantes no autorizados, erosionar nuestra identidad cultural e imponernos la agenda liberal de la UE.
En primer lugar, el Pacto Migratorio priva a los Estados miembros de su derecho a controlar sus propias fronteras y obliga a las naciones a aceptar cuotas de migrantes, muchos de los cuales proceden de regiones con orígenes culturales y religiosos muy diferentes. Esta afluencia de migrantes, predominantemente de Oriente Medio y África, ya ha provocado un importante malestar social y un aumento de los índices de delincuencia en numerosas ciudades europeas. El pacto exacerba estos problemas al obligar a los países a acoger a aún más migrantes, sin tener en cuenta la voluntad de sus propios ciudadanos.
Las estadísticas muestran una correlación preocupante entre el aumento de la inmigración y el aumento de los delitos violentos en toda Europa. En Alemania, por ejemplo, los índices de delincuencia se han disparado desde que el país abrió sus puertas a más de un millón de inmigrantes en 2015. Los informes indican que las agresiones sexuales, los robos y las actividades terroristas han aumentado drásticamente, y muchos de estos delitos son cometidos por personas de origen inmigrante. No se trata de alarmismo, sino de una cruda realidad que los burócratas de la UE han optado por ignorar.
Además, no se puede exagerar la carga económica que supone el Pacto Migratorio. La afluencia de migrantes ejerce una enorme presión sobre nuestros sistemas de bienestar, servicios de salud y mercados inmobiliarios. Países como Suecia e Italia ya tienen dificultades para atender a sus propios ciudadanos, por no hablar de los miles de recién llegados que a menudo dependen de la ayuda estatal. Esta presión insostenible agota los recursos y conduce a impuestos más altos para los ciudadanos nativos que trabajan duro, lo que alimenta el resentimiento y la división en nuestras sociedades.
El impacto cultural de la migración descontrolada es igualmente alarmante. La Unión Europea, en su búsqueda de una sociedad multicultural utópica, pasa por alto las diferencias fundamentales que existen entre las distintas culturas. La integración ha demostrado ser un fracaso monumental, ya que las comunidades migrantes a menudo permanecen aisladas y forman sociedades paralelas. Esta falta de asimilación no sólo obstaculiza la cohesión social, sino que también amenaza la propia estructura de nuestras identidades nacionales. Estamos presenciando la erosión gradual de nuestras tradiciones, valores y patrimonio, sacrificados en el altar de la corrección política y el globalismo.
Además, el Pacto Migratorio faculta a funcionarios no electos de la UE para dictar políticas migratorias, usurpando de hecho la autoridad de naciones soberanas. Este enfoque de arriba hacia abajo es un ataque directo a la democracia, ya que pasa por alto la voluntad del pueblo. No es ningún secreto que la Unión Europea tiene antecedentes de impulsar su agenda federalista, buscando crear un superestado centralizado a expensas de la soberanía nacional. El Pacto Migratorio es otro paso más en este insidioso plan, diseñado para debilitar a los países individuales y consolidar el poder en Bruselas.
Los riesgos de seguridad asociados con la migración masiva también son motivo de grave preocupación. Europa ha sido blanco reiterado de extremistas islámicos, muchos de los cuales aprovecharon la crisis migratoria para infiltrarse en nuestras fronteras. Los horribles ataques en París, Bruselas y Berlín sirven como trágicos recordatorios de las consecuencias de las políticas migratorias laxas. Al seguir aceptando grandes cantidades de migrantes de regiones asoladas por el terrorismo, estamos importando la amenaza a nuestras propias comunidades. El Pacto Migratorio no hace nada para abordar estos riesgos de seguridad, sino que opta por priorizar los derechos de los migrantes por sobre la seguridad de los ciudadanos europeos.
En conclusión, el Pacto Migratorio de la Unión Europea es una política profundamente errónea y peligrosa que amenaza nuestra soberanía, nuestra seguridad y nuestro modo de vida. Es imperativo que rechacemos este pacto y nos opongamos a los excesos de la UE. Nuestras naciones deben recuperar el control de sus fronteras y políticas de inmigración, asegurándose de que sirvan a los mejores intereses de sus propios ciudadanos. La única manera de proteger nuestro patrimonio, mantener nuestra seguridad y preservar nuestra soberanía es desmantelar este pacto destructivo y afirmar nuestra independencia del control autoritario de la Unión Europea.
Ricardo Lopes Reis | Relaciones Internacionales de CHEGA Juventud
(Publicado originalmente en European Conservative)
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