El ‘impeachment’ a Trump busca inhabilitarle para 2024

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Le quedaba exactamente una semana en el cargo, pero Donald Trump se ha convertido en el primer presidente de la historia en ser objeto de dos ‘impeachment’, o proceso de destitución parlamentaria. La Cámara de Representantes, de mayoría demócrata, le ha imputado el crimen de “incitación a la insurrección”: no solo por su arenga a quienes acabaron asaltando el Capitolio, sino por sus constantes y falsas acusaciones de fraude electoral y sus presiones a altos cargos de los estados contenciosos para que le “encontrasen” los votos suficientes.

“Se tiene que marchar. Es un peligro claro y presente para la nación que amamos”, declaró Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, que volvió a vestir de luto: igual que durante el primer ‘impeachment’. “No me produce ningún placer decir esto”, continuó. “Me rompe el corazón”.

El líder de la mayoría de la Cámara, Steny Hoyer, demócrata de Maryland, fue el encargado de desgranar los argumentos contra el presidente. “Donald Trump ha construido un palacio de cristal de mentiras, miedo y sedición”, declaró. “La semana pasada, nuestra nación vio cómo se rompía en pedazos”. La representante Maxine Waters añadió que Trump “es capaz de empezar una guerra civil”.

Los demócratas quieren conseguir dos cosas: la primera, dejar claro para las generaciones venideras que violar la transición pacífica de poder, una regla democrática que ningún presidente había tratado de quebrantar, no puede quedar impune. Y segundo: intentar que Trump, si acaba siendo juzgado culpable en el Senado, sea inhabilitado y no pueda volver a ocupar un cargo electo. Una manera de conjurar la pesadilla de los progresistas (y de una parte de los conservadores): que Trump se vuelva a presentar en 2024.

El resultado de ayer era más que previsible, siendo demócrata la mayoría de la cámara baja. Pero hubo sorpresas: 10 republicanos se unieron al proceso. No es una cifra espectacular (representa menos de un 5% de los escaños conservadores), pero tampoco se puede tomar a la ligera. Esta vez el liderazgo republicano ha evitado imponer la disciplina de partido. No ha presionado, ni planeado, ni señalado. Ha dejado que cada congresista votara en función de su conciencia.

La presidenta de la Cámara Baja de EEUU, Nancy Pelosi. (Reuters)
La presidenta de la Cámara Baja de EEUU, Nancy Pelosi. (Reuters)

Esos 10 que han roto filas, como Liz Cheney, Daniel Kinzinger o John Katko, han dado una especie de salto sin red. De momento nadie sabe si lo del Capitolio ha quebrado el respaldo férreo de las bases electorales que siempre ha tenido Trump, así que darle la espalda podría equivaler a suicidarse políticamente. Una cosa es no querer a Donald Trump y otra, como apunta Mike Allen, de Axios, “clavarle el cuchillo y dejar las huellas dactilares”. Esos 10 congresistas se han atrevido a hacerlo.

La línea roja

Su decisión demuestra que, al final, sí que había línea roja. Un umbral que, si se cruzaba, rompería la lealtad unánime de los congresistas republicanos hacia el presidente. Esa línea roja ha resultado ser la vida de los propios congresistas, su seguridad personal. Una semana después del ataque, nos siguen llegando historias de parlamentarios en estado de pánico, escuchando disparos o quitándose el pin de la bandera estadounidense para no ser reconocidos por la turba. Algunos pensaron que quizás el miércoles 6 de enero sería su último día sobre la Tierra.

El proceso pasa ahora a su segunda fase: el juicio en el Senado. El jefe republicano de la Cámara Alta, Mitch McConnell, ha dicho que no tomarán el caso, por lo menos, hasta el 19 de enero, un día antes de que Trump deje la presidencia. El hecho de que Trump ya no esté en el cargo no impide que se le juzgue. Ahora el debate gira en torno a cuándo retomar el proceso: algunas voces demócratas sugieren que es mejor esperar a que Joe Biden cumpla 100 días de mandato, para que el Senado pueda, por lo menos, confirmar a sus nominados del gabinete. Otras exigen que el proceso se complete cuanto antes, como regalo de despedida a Trump.

El juicio en el Senado será presidido por el magistrado jefe del Tribunal Supremo, el juez John Roberts, y Trump solo puede ser declarado culpable con una mayoría de dos tercios de la cámara. Unas cifras muy ambiciosas y que no está claro que sean factibles, incluso con el resquemor acumulado entre los líderes conservadores. Si la sentencia tiene lugar, los demócratas quieren añadir la inhabilitación del presidente (que incluiría la pérdida de la pensión y de la seguridad del Servicio Secreto), para lo que requerirían una mayoría simple. Algo que les darán los nuevos senadores elegidos en Georgia la semana pasada, Raphael Warnock y Jon Ossoff.

Mientras tanto, el ambiente político sigue recrudeciéndose. La suspensión de miles de cuentas conspirativas y ultraconservadoras, entre ellas la de Donald Trump, ha provocado una migración de radicales hacia redes alternativas y plataformas encriptadas como Telegram o Signal. Lugares de difícil acceso que les impedirán llegar a las masas, pero les permitirán organizarse en la oscuridad, lejos del ojo de los periodistas y de las fuerzas del orden. Hace días que circulan panfletos que llaman a manifestarse el 17 de enero frente a los 50 capitolios.

Algunos congresistas republicanos, según testimonios recogidos por Politico y Vox.com, siguen siendo leales al presidente por puro miedo físico, por el temor que les provoca la posible reacción de las bases republicanas. Ahora ya no es que los votantes los abandonen en las urnas, es que los pueden perseguir, insultar, acosar y amenazar de muerte. Ya está sucediendo. A Mitt Romney y a Lindsey Graham la turba los persigue al grito de “traidores”. Ellos son próceres del partido, pero ¿y los congresistas más pequeños y desconocidos? ¿Qué ocurrirá cuando vuelvan a sus respectivos estados y se crucen con votantes leales al presidente?

“La mayoría de ellos están paralizados por el miedo”, dijo el representante demócrata Jason Crow en el canal MSNBC. “He tenido muchas conversaciones con mis colegas republicanos anoche, y un par de ellos se pusieron a llorar, diciendo que temen por sus vidas si votan a favor de este ‘impeachment”. El periodista Tim Alberta dice que “numerosos republicanos de la cámara han recibido amenazas de muerte” en la última semana, y temen “que sus familias sean asesinadas”.Luz verde al segundo ‘impeachment’ contra Trump

Poco después de ser imputado, Trump publicó un nuevo vídeo en el que condenaba la violencia del Capitolio, prometía una firme respuesta de las fuerzas de seguridad y conminaba a sus seguidores y todos los estadounidenses a mantener la calma. Según ‘The New York Times’, el presidente grabó el vídeo aconsejado por sus allegados, que lo han alertado de posibles consecuencias legales relacionadas con la sedición.

Esta es otra de las posibles consecuencias de todo esto. Además del proceso parlamentario, varios demócratas, como el representante Adam Schiff, piden a la fiscalía general del futuro presidente Biden que investigue a Trump por estos cargos, lo cual podría acarrear penas legales para el a punto de ser expresidente.

El martes, la situación hizo que los jefes del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas publicasen un comunicado en el que reafirmaban su defensa y compromiso con la constitución frente a sus enemigos “extranjeros” o “domésticos”. Los generales se refirieron al asalto del 6 de enero con las palabras “insurrección” y “sedición”, y recordaron que, de acuerdo a la ley y el proceso democrático, el demócrata Joe Biden será su comandante en jefe a partir del 20 de enero.

(Argemino Barro. Diario El Confidencial)

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