Pataleta, indignación y humillación es lo que se vive actualmente en Europa. El fracaso de la «Cumbre de la humillación» ha sido evidente. La reacción europea, basada en reuniones improvisadas y calificada de “informal”, ha sido un gesto desesperado que evidencia la debilidad y la falta de visión de un continente que se rehúsa a comprender la magnitud de los cambios en el tablero global. Lo que se está negociando entre Estados Unidos y Rusia va mucho más allá del fin de la guerra en Ucrania. La guerra ruso-ucraniana, con sus cientos de miles de víctimas inocentes de ambos bandos, es apenas un peón en una partida en la que se están definiendo las bases de un nuevo orden mundial, uno que dejará a la UE relegada a un papel secundario.
No es difícil ver que la pataleta de Europa responde a una humillación inaceptable: sus líderes se lamentan por quedar excluidos de negociaciones que, en realidad, están sentando las bases de una era multipolar. Lejos ha quedado el antiguo mundo unipolar dominado por Estados Unidos, para dar paso a una nueva realidad en la que participan, junto a EE.UU., Rusia, China y otros actores secundarios. La paz de la guerra en Ucrania es, por tanto, solo un elemento dentro de un proceso de reestructuración del poder global.
En este sentido, el alto cargo ruso, Kirill Dmitriev, responsable de la parte económica de la delegación de Moscú, declaró antes del inicio de las conversaciones que “Rusia y Estados Unidos necesitan avanzar en proyectos conjuntos, incluido el Ártico”. Con estas palabras, que no pueden ser interpretadas a la ligera, se anuncia una colaboración que busca compensar los estragos económicos causados por las sanciones, las cuales, según Dmitriev, han hecho que las empresas estadounidenses pierdan la asombrosa cifra de 300.000 millones de dólares. Estas declaraciones son un claro indicio de que las negociaciones tienen un alcance que trasciende el conflicto ucraniano y abordan intereses estratégicos y económicos de gran envergadura.
Mientras tanto, altos cargos estadounidenses y rusos, como el secretario de Estado Marco Rubio y su homólogo Serguéi Lavrov, han manifestado la necesidad de normalizar las relaciones diplomáticas, aunque con la cautela de dejar “la solución del conflicto en Ucrania a su debido tiempo”. Esto evidencia que, detrás de los discursos oficiales, se está gestando un proceso para definir un nuevo orden geopolítico mundial, en el que la multipolaridad impondrá reglas muy distintas a las del pasado.
Resulta obvio que la UE se muestra incapaz de ver más allá de su pataleta y de la humillación de quedar excluida de la verdadera negociación. «Han sentado a Europa en la mesa de los niños» señala el CEO del gigante armamentístico alemán Rheinmetal. Y mientras Europa se aferra a cumbres y reuniones informales fracasadas, Estados Unidos y Rusia trazan las líneas de un futuro en el que los intereses nacionales y la soberanía serán los pilares de una nueva configuración internacional.
Esta situación es un claro recordatorio de que la arrogancia europea y su desconexión con el mundo real pueden tener consecuencias nefastas para la soberanía de los Estados. Mientras se organiza el espectáculo de la “cumbre de la humillación”, en Riad se definirán las condiciones de un nuevo tablero geopolítico que, en definitiva, no tendrá cabida para aquellos que se rehúsan a adaptarse. En este nuevo orden, la paz en Ucrania será solo uno de los muchos elementos negociados, y el verdadero objetivo será la reestructuración del poder global.
En definitiva, las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia son el preludio de una transformación radical en la política internacional. La UE, aún no se ha recuperado al darse cuenta de que está siendo relegada a un papel secundario en un mundo que avanza hacia la multipolaridad. Es imprescindible que Europa deje de lado discursos vacíos y reconozca la realidad: la nueva era geopolítica premia a quienes defienden su soberanía y se adaptan a los nuevos equilibrios de poder. Solo así podrá aspirar a recuperar un día el protagonismo que hoy le es negado.
Es evidente que hay muchos actores en juego y muchos intereses de por medio, por lo que este intento geopolítico puede descarrilar, pero todo parece indicar que estamos en la transición hacia un nuevo orden geopolítico mundial.
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