La lista de los presos políticos aumentó a 235, una situación que agrava la crisis de derechos humanos en el país con la complicidad del Ejército y la Policía.

La impunidad campea en la nación centroamericana. A pocos días de finalizar el año, el obispo de la diócesis de Matagalpa, Administrador Apostólico de la diócesis de Estelí, y secretario de medios de comunicación de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, monseñor Rolando Álvarez, fue llevado ante un juez de la dictadura. El régimen lo exhibió haciendo circular su fotografía en los medios oficialistas, lo acusa de “conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional y propagación de noticias falsas”, y le decretó casa por cárcel.

Ortega avanza en la consolidación de la tiranía y su proyecto dinástico con el apoyo de los fusiles. Mientras, miles de nicaragüenses han decidido emigrar y tienen como principal destino Estados Unidos. A medida que el éxodo aumenta las remesas también: un apartado que desde enero hasta octubre de este año generó 2,578 millones de dólares, un incremento del 47.6% en comparación al mismo periodo en 2021, convirtiéndose en la segunda fuente de ingresos externos del país, lo que sin dudas contribuye al fortalecimiento de la dictadura. Por ahora no se vislumbra una salida a la crisis, mientras la vida de los presos políticos está en constante riesgo.

Un sacrificio demasiado alto por el que han pagado con sus vidas miles de nicaragüenses desde 1979, inicialmente contra la guerra al régimen de Anastasio Somoza, luego contra la primera dictadura sandinista, y más recientemente en medio de la masacre contra civiles durante las protestas de abril de 2018, que dejaron más de 355 muertos producto de la represión. Los organismos de derechos humanos han documentado que Ortega cometió crímenes de lesa humanidad.

(Con información de la Gaceta)