Durante décadas, los medios de comunicación de izquierda (es decir, casi todos los medios de comunicación) han hecho todo lo posible para burlarse de quienes advertimos de los peligros del comunismo.
Con la ayuda de académicos de ideas afines, no sólo nunca informaron sobre los crímenes muy reales cometidos por los seguidores de esta ideología maligna, sino que también concentraron su fuego sobre quienes se oponían a ella. Asesinos en masa como Mao Zedong fueron proclamados como héroes populares, mientras que los anticomunistas como Joseph McCarthy fueron desestimados como bufones ignorantes.
No importó que más de 100 millones de personas hubieran muerto a manos de Mao. A quien ridiculizaron brutalmente fue al senador de Wisconsin que había advertido valientemente a los estadounidenses sobre la penetración comunista en el gobierno de Estados Unidos en la década de 1950.
El personaje de McCarthy fue tan efectivamente asesinado que los izquierdistas todavía usan su nombre como una maldición. Los estudiantes de secundaria pueden no saber nada sobre la Guerra Fría, pero aprenden a tildar de “macartismo” a cualquiera que insinúe que alguien tiene simpatías comunistas.
El resultado es que muchos estadounidenses siguen autocensurándose, desarmados verbalmente por la idea cuidadosamente implantada de que hay que andarse con mucho cuidado cuando se habla de izquierdistas. Por el contrario, los radicales de izquierda hablan abiertamente no sólo de poner fin a la libertad de expresión y al derecho a portar armas, sino también de controles de precios, de redistribución de la riqueza y de la propiedad estatal de los medios de producción. Pero nunca, jamás, hay que acusarlos de ser seguidores de la ideología más brutal que haya surgido jamás de las mentes fétidas de hombres malvados.
Simplemente no se hace.
Luego llegó Donald Trump, que no sólo se dio cuenta de que estábamos caminando sonámbulos hacia una toma de poder comunista en Estados Unidos, sino que no tuvo miedo de decirlo. Hay ventajas en no tener filtros cuando se trata de enfrentar a lo políticamente correcto. También ayuda ser valiente.
Trump, siendo Trump, ha etiquetado de diversas maneras a los líderes del Partido Demócrata como “lunáticos marxistas”, “izquierdistas radicales” y “comunistas”.
Y la evidencia le da la razón.
Los candidatos del Partido Demócrata, Kamala Harris y Tim Walz, tienen opiniones que se sitúan más a la izquierda del espectro político que cualquier demócrata que les haya precedido, con excepción de Barack Obama. Las opiniones de Kamala reflejan las de su padre marxista, el profesor de Stanford Donald Harris. Mientras que Walz ha sido durante mucho tiempo un admirador de la China de Mao, un lugar donde ha dicho que “aprendió mucho sobre gobernar”, declaración que debería escandalizar a todos los estadounidenses.
El paradigma de gobierno del Partido Demócrata es ahora una variante cultural del marxismo. Casi la mitad de los representantes del partido en la Cámara de Representantes son miembros del Caucus Progresista del Congreso (CPC), que defiende una amplia gama de políticas radicales, entre ellas:
- “Políticas de inmigración humanas” que significa una continuación de las políticas de fronteras abiertas que están destruyendo la república al inundar a Estados Unidos con decenas de millones de nuevos votantes demócratas.
- “Una ofensiva contra la avaricia corporativa” que significa aplicar impuestos más altos y más regulación para estrangular a la empresa privada, debilitar a la clase media y dirigir la industria hacia al exterior.
- “Un sistema de salud universal” que significa atención médica administrada por el gobierno para todos, incluidos los inmigrantes ilegales, con las consiguientes colas de espera y racionamiento.
- “Revertir el cambio climático” que significa controles radicales sobre la producción y el uso de energía —incluida la prohibición de los automóviles a gasolina— que empobrecerán a los estadounidenses y limitarán sus libertades.
- “El fin del encarcelamiento masivo” que significa el tipo de políticas de liberación anticipada y sin fianza en efectivo que los fiscales de distrito financiados por Soros han utilizado para desatar olas de delincuencia en ciudades gobernadas por demócratas y suburbios circundantes.
- “Reparaciones” que es simplemente un plan para redistribuir la riqueza a un importante bloque de votantes demócratas por injusticias que terminaron hace más de 160 años.
Ilhan Omar, líder del Cámara de Representantes de Estados Unidos, ha declarado que su “ídolo e inspiración de toda la vida” es la comunista más conocida de Estados Unidos, Angela Davis. Y las políticas que propugna la describen con justicia como una izquierdista radical, abiertamente socialista y marxista.
Al igual que la dictadura unipartidista de China que tanto admira Tim Walz, el Partido Demócrata moderno intenta censurar Internet. Y los principales medios de comunicación de este país, aunque no son de propiedad estatal, están tan alineados ideológicamente con el partido que bien podrían estarlo. La entrevista que 60 Minutes le hizo a la inarticulada Kamala Harris, por ejemplo, fue editada tan excesivamente que podría haber sido realizada por el departamento de propaganda del Partido Comunista Chino.
El uso del terror como herramienta de control político es prototípicamente marxista y ahora se ha sumado al manual de estrategias de los demócratas. El FBI, que los demócratas ahora operan como su Stasi privada, sigue persiguiendo a cualquiera que haya entrado por casualidad en el Capitolio el 6 de enero o se haya parado dentro de los límites no marcados de la “zona restringida”. El propósito de esta persecución en curso solo puede ser crear un clima de miedo entre los partidarios de Trump y la población en general.
Lo mismo puede decirse de la declaración del FBI de que el movimiento MAGA está bajo vigilancia por ser un caldo de cultivo para terroristas de derecha. ¿Por qué estigmatizar de ese modo a casi la mitad de la población de los Estados Unidos si no es para aterrorizar a quienes apoyan los principios fundadores de Estados Unidos?
De hecho, ¿por qué celebrar el asesinato de bebés hasta el momento del nacimiento (y a veces incluso después) en nombre de la “libertad reproductiva”?
Los regímenes comunistas se caracterizan por gobernar sin ley, con violencia y sin tener en cuenta la vida humana. En los últimos años de gobierno del Partido Demócrata, nos hemos acercado más a esa situación en Estados Unidos de lo que la mayoría de la gente cree.
Así pues, cuando el presidente Trump nos advierte de que estamos tratando con “demócratas de izquierda radical”, “lunáticos marxistas” y “comunistas y fascistas [que] creen que pueden controlar nuestro glorioso país”, más vale que lo tomemos en serio, porque sus enemigos son tal como los describe el presidente Trump.
Steven W. Mosher | Presidente de Population Research Institute
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