EE.UU. prohíbe los cambios de sexo en menores mientras España persiste en su sectarismo ideológico

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Asimismo, deberán cesar con «la mutilación química y quirúrgica de los niños» todas aquellas instituciones tanto sanitarias como educativas que reciben subvenciones federales para investigación o educación

Estados Unidos ha dado un paso firme en la protección de la infancia con la prohibición de los procedimientos de cambio de sexo en menores de 19 años, en particular aquellos que impliquen intervenciones químicas y quirúrgicas. La orden ejecutiva firmada por el presidente Donald Trump establece que el Gobierno federal dejará de financiar y promover cualquier tipo de intervención quirúrgica o tratamiento hormonal para la reasignación de sexo en menores, calificando estas prácticas como «mutilación química y quirúrgica».

La claridad de Trump al firmar la orden ejecutiva

«Ya han arruinado demasiadas vidas preciosas»., señaló Trump a la firma de la orden ejecutivas para acabar con los procedimientos de cambios de sexo en menores de 19 años, especialmente con aquellos que tengan que ver con intervenciones químicas o quirúrgicas.

En su red social Truth Social, el presidente estadounidense celebraba el cese de estos métodos «bárbaros», que calificaba como «una mancha en la historia» de Estados Unidos, añadiendo que «nunca deberían haberse permitido».

«La política de Estados Unidos es no financiar, patrocinar, promover, asistir o apoyar la llamada ‘transición’ de un niño de un sexo a otro, y hacer cumplir rigurosamente todas las leyes que prohíban o limiten estos procedimientos destructivos y que alteran la vida», reza la orden ejecutiva difundida en un comunicado por la Casa Blanca.

La medida busca frenar el uso de bloqueadores de la pubertad y hormonas de reasignación de sexo en adolescentes, así como las cirugías irreversibles que han generado un creciente debate en el ámbito médico y social.

La orden ejecutiva también establece que todas las instituciones sanitarias y educativas que reciben fondos federales deberán cesar estas prácticas de inmediato. Del mismo modo, los seguros de salud federales excluirán cualquier cobertura para tratamientos hormonales o cirugías de reasignación de sexo en menores en la próxima convocatoria de 2026.

Mientras otros países están dando marcha atrás, España sigue con el sectarismo

El debate internacional sobre la prohibición de estos procedimientos sigue en aumento, con países como Reino Unido y Suecia revisando sus políticas sanitarias para limitar el acceso de los menores a estos tratamientos.

En los próximos 90 días, el Departamento de Salud de EE.UU. realizará una revisión exhaustiva de las políticas sanitarias en relación con la disforia de género en menores, con el objetivo de reforzar la protección de los niños frente a intervenciones médicas de consecuencias imprevisibles. Un ejemplo de legislación basada en la responsabilidad y el sentido común que contrasta con la deriva ideológica que sigue imperando en España.

Mientras tanto, en España, el Gobierno de Sánchez sigue anteponiendo su sectarismo ideológico a la ciencia y no da marcha atrás en la promoción de los cambios de sexo incluso en menores. A pesar de las crecientes evidencias sobre los efectos adversos de estas prácticas y del giro que muchos países están dando en su legislación, el Ejecutivo español se mantiene en su postura radical sin considerar los riesgos para la salud física y mental de los menores.

La prohibición del cambio de sexo en menores es un paso insuficiente

Estados Unidos ha dado un paso en la dirección correcta al prohibir las intervenciones quirúrgicas y los tratamientos hormonales para el cambio de sexo en menores de 19 años. Esta decisión, impulsada por la Administración Trump, responde a la necesidad de proteger a los niños de un daño irreversible disfrazado de atención médica. Sin embargo, esta medida debe ser solo el primer paso: la aberración del cambio de sexo no radica en la edad del paciente, sino en el acto mismo. La prohibición debe extenderse a toda la población.

Las mutilaciones quirúrgicas y los tratamientos hormonales no son soluciones médicas, sino una agresión contra el cuerpo y la identidad biológica. Numerosos estudios han demostrado los graves efectos secundarios de estas prácticas, desde infertilidad y problemas cardiovasculares hasta alteraciones psicológicas severas. Se ha vendido la idea de que la «transición» es la única alternativa para quienes sufren disforia de género, cuando en realidad la mayoría de estos casos pueden resolverse con apoyo psicológico y sin recurrir a procedimientos invasivos.

Si el cambio de sexo es una aberración, lo es para cualquier persona, no solo para los menores. La edad solo agrava el problema, pero no lo define. Un adulto que decide someterse a estos procedimientos sigue siendo víctima de una manipulación ideológica que le induce a destruir su propia identidad. El Estado no puede permitir ni respaldar la autolesión institucionalizada.

La verdad es innegable: el ser humano no puede cambiar de sexo. La ciencia, la biología y la realidad misma lo confirman. La sociedad debe dejar de ceder ante las presiones de un lobby que busca imponer su ideología sin base científica y a costa de la salud de las personas. La decisión de Trump es un avance, pero la lucha debe continuar hasta erradicar por completo estas prácticas.

El camino es claro: no basta con proteger a los menores, hay que restaurar el sentido común en toda la sociedad. La prohibición del cambio de sexo debe extenderse sin excepciones. El Estado tiene la obligación de garantizar el bienestar de sus ciudadanos y no permitir que la pseudociencia determine políticas públicas. Esta es la batalla por la verdad, la biología y la dignidad humana.

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