Domingo de Resurrección: Cristo vive, la esperanza no muere

La Resurrección: fundamento de nuestra fe y victoria sobre la muerte

Hoy no es un día cualquiera. Hoy es Domingo de Resurrección, el día más importante para todos los católicos. Es el día en que Nuestro Señor Jesucristo venció a la muerte, triunfó sobre el pecado y abrió las puertas del Cielo a toda la humanidad. No hay otra fecha en el calendario que contenga tanta verdad, tanto sentido y tanta esperanza como esta.

Porque sin la Resurrección, nuestra fe sería en vano, como recuerda San Pablo. Pero Cristo ha resucitado, y eso lo cambia todo. Su victoria es nuestra victoria. Su triunfo sobre la cruz es el fundamento de toda nuestra religión. El sepulcro está vacío. Y no lo está por una fábula, sino por un hecho histórico, verificado por testigos oculares: las apariciones del Resucitado a sus discípulos.

Hoy celebramos la Pascua, la verdadera liberación del hombre. No la que venden los ideólogos de la Agenda 2030 ni los burócratas de Bruselas. No la libertad falsa del relativismo ni la que pregonan los profetas del nihilismo moderno. Celebramos la única libertad auténtica: la que nos da Cristo al destruir el pecado y la muerte.

Hoy, en un mundo que pretende borrar a Dios, que legisla contra la vida, que profana la familia y degrada la dignidad humana, la Resurrección es un grito de esperanza y de victoria. Porque nos recuerda que el mal no tiene la última palabra. Porque nos asegura que, si permanecemos fieles a Cristo, viviremos para siempre.

En tiempos de confusión, de apostasía silenciosa, de persecución a los cristianos —abierta o encubierta—, el mensaje de Pascua suena con más fuerza que nunca: Cristo vive. No está muerto. Y está con nosotros hasta el fin de los tiempos.

¿Y si Él está vivo, qué podemos temer? ¿Qué crisis, qué gobierno, qué ideología podrá arrebatarnos la esperanza? Ninguna. Porque la Resurrección da sentido incluso al sufrimiento, a la enfermedad, al dolor y a la muerte misma. Sabemos que esta vida es pasajera. Sabemos que, tras la cruz, viene la gloria. Esa es la gran esperanza cristiana.

En un mundo cómodo, hedonista y cobarde, este día es también una llamada: a la coherencia, a la valentía, a la fidelidad sin concesiones. Si Cristo ha vencido a la muerte, ¿cómo vamos a vivir nosotros como si estuviera muerto? Si Él ha resucitado, ¿vamos a callar ante quienes persiguen su Nombre, adoctrinan a nuestros hijos o destruyen nuestras raíces cristianas?

La Resurrección no es una excusa para quedarnos quietos. Es el motor para actuar, para proclamar la Verdad sin miedo, para defender la vida, la familia, la unidad de España y la fe católica que nos ha hecho pueblo.

El cristianismo no es una ideología. Es un acontecimiento: Jesús ha resucitado y vive para siempre. Y quien vive en Él, aunque muera, vivirá. Esa es nuestra certeza. Esa es nuestra fuerza. Por eso, incluso en medio de las tinieblas que nos rodean, el cristiano no se rinde, no desespera, no claudica.

Hoy más que nunca, mientras el mundo gira en torno a la nada o se arrodilla ante falsos ídolos, los cristianos celebramos la única noticia que cambia la historia: Cristo ha resucitado. Aleluya.

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