«Vamos a regularlas, no pueden estar promoviendo el odio»
La censura de redes sociales en Brasil se ha convertido en prioridad del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien copia el modelo represivo de Pedro Sánchez, bajo el pretexto de “regular el odio”.
Lula da Silva quiere silenciar las redes igual que Sánchez
Durante un acto en Sao Paulo, el presidente Lula da Silva insistió en su intención de regular los contenidos en redes sociales. Justificó esta medida acusando a las plataformas digitales de “promover el odio” y de “destruir la democracia”. La narrativa recuerda peligrosamente al discurso oficial de Pedro Sánchez, quien ha promovido leyes mordaza digitales en España para silenciar a la oposición y a la prensa crítica.
Según Lula, las llamadas Big Tech deben “respetar la legislación brasileña” y dejar de ser “instrumentos de ataque al orden democrático”. Una afirmación que se parece más al lenguaje del control político que al de una república democrática.
La censura de redes sociales en Brasil no responde a una necesidad real de seguridad, sino a la vieja táctica socialista de imponer una verdad oficial y castigar la disidencia. Así como Sánchez intenta controlar lo que se publica en España, ahora Lula intenta blindarse ante las crecientes críticas internas y externas.
Brasil, al borde de un apagón informativo planificado
Este nuevo intento de imponer la censura de redes sociales en Brasil surge en un contexto tenso, con Donald Trump acusando al Ejecutivo y Judicial brasileños de actuar contra la oposición política.
Lula ha aprovechado la tensión con Trump para victimizarse y reforzar su relato de que “las redes están al servicio del odio”. La realidad es que las redes sociales, desde que perdió apoyo popular, han sido un estorbo para su propaganda. No controla el relato como en los medios tradicionales.
El modelo se repite: primero se acusa a las redes de “desinformar”, luego se aprueba una ley ambigua sobre contenidos, y finalmente se crean órganos de control para censurar lo que no agrada al poder. El mismo camino que ya ha tomado el Gobierno español, bajo la batuta de Sánchez y su Ministerio de la Verdad encubierto.
La censura de redes sociales en Brasil, como en España, no busca proteger al ciudadano, sino silenciarlo. Se criminaliza la crítica bajo el disfraz de “discursos de odio”, y se impone la ideología de género, el globalismo y el socialismo como verdades absolutas.
El izquierdismo globalista usa el mismo manual
Lo que ocurre en Brasil no es un caso aislado. Es parte de una agenda común de control social, impulsada por gobiernos izquierdistas globalistas en todo el mundo. Pedro Sánchez en España, Justin Trudeau en Canadá, Lula da Silva en Brasil… todos actúan con el mismo guion: controlar la narrativa, eliminar la oposición y manipular la opinión pública.
La frase “no pueden estar promoviendo el odio” que ha pronunciado Lula, calcada de discursos socialistas europeos, revela la verdadera intención: imponer un pensamiento único.
El izquierdismo globalista no tolera la disidencia. Lo llaman “odio” para justificar la censura. Y bajo esa premisa, los gobiernos avanzan en regulaciones cada vez más dictatoriales.
La censura de redes sociales en Brasil, por tanto, no afecta solo a los brasileños. Es un ensayo global. Si triunfa allí, se exportará a otras naciones. Lo hemos visto con la Agenda 2030, la ideología de género y la legalización del aborto: empiezan en un país y se imponen después como dogma universal.
Sánchez y Lula: dos caras del mismo régimen censor
La sintonía entre Pedro Sánchez y Lula da Silva es evidente. Ambos han recibido elogios mutuos, han defendido políticas similares y han mostrado desprecio por los valores tradicionales. Ahora comparten también la vocación por amordazar a la ciudadanía desde las redes.
En España, Sánchez aprobó una Ley de Seguridad Nacional que permite intervenir medios, limitar contenidos y bloquear canales de comunicación. En Brasil, Lula camina por la misma senda, utilizando el miedo como justificación.
Este paralelismo demuestra que no se trata de decisiones autónomas, sino de una estrategia global. El objetivo no es proteger a la democracia, sino blindar a los gobiernos contra la crítica ciudadana, criminalizar a la oposición y consolidar un poder sin controles.
Ambos usan un lenguaje engañoso. Hablan de “proteger la democracia”, pero actúan como dictadores de facto. Si la censura de redes sociales en Brasil avanza, será porque los globalistas necesitan silenciar el debate antes de imponer su agenda.
Hoy es Brasil, ayer fue España. Mañana será cualquier otro país donde la izquierdistas globalista se imponga con la excusa de combatir el odio. Pero el verdadero odio lo siembra quien quiere controlar lo que pensamos, decimos o compartimos.




