Calor y sequía | Jacinto Seara

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No se puede negar que estamos sufriendo unos de los veranos más calurosos que se recuerdan, algunos se remontan a 1961 o años más atrás. ¿Significa un cambio de signo y que tendremos veranos cada vez más calurosos? No hay datos científicos que lo demuestren. ¿Nos hemos olvidado de Filomena o de lo ocurrido en enero de 2013 con Madrid bloqueado durante tres días a causa de la nieve? Quizás tampoco recordemos el verano de 2003. Lo que sí hay son datos extraídos de la NASA y de otras fuentes que nos pueden explicar lo sucedido, pero no el futuro ya he dicho que en otras ocasiones que los modelos no tienen en cuenta todos los elementos que intervienen, y mucho menos conocemos la influencia del Sol, al que gracias a él y a la atmósfera tenemos vida.

La NASA reconoce que es muy probable que el calor se deba a un fenómeno concreto: la explosión del volcán de Tonga el pasado febrero. Un volcán en el mar austral en la isla Togo, cuyos efectos, tras el tsunami que generó, alcanzaron Baleares, y el mar en Valencia subió 2 centímetros, entre otras acciones. El tsunami fue superior al del 2011. Añado el abandono del rural, que provoca la acumulación de masa forestal, y que ampliaron los efectos de las olas de incendios. El 17 de agosto de 1957, con menos de la mitad de habitantes en el planeta y sin apenas autos ni  fábricas, ya se alcanzaron los 50°C en España y todos los veranos se superaban los 45 °C.

No debemos olvidar “La Niña” con un comportamiento anormal que se inició en 2020. Desde que se conoce se ha producido en los años 50 y 90 del siglo pasado y ahora. En todos los casos supera los tres años, la actual se prevé que finalice al inicio de 2023. Calor y sequía para el oriente del Pacífico, Europa incluida, y lluvia en el otro lado. Recordemos las lluvias intensas en Asia.

Hemos tenido dos décadas de estabilidad según los datos oficiales: entre 1999 y 2019, las emisiones de óxido de nitrógeno han bajado un 52%, las de dióxido de azufre se han desplomado un 87%, las de monóxido de carbono han caído un 42%, las de carbón orgánico han descendido un 23%, las de COVDM (compuestos formados principalmente por hidrocarburos a los que se les une alcoholes, aldehídos, alcanos, aromáticos, cetonas y derivados halogenados), se han recortado en un 41%, las de carbón negro se moderan un 59%. En el caso del amoníaco la mejora sólo ha sido del 3%, tenemos dos décadas de estabilidad o de no aumento. Sin olvidar que el humano causa el 10 % de la variación climática.
Jacinto Seara | Científico -Físico Nuclear e Ingeniero Informático- y escritor

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