Biden se quita la careta y se hace masón: adquirió la condición de ‘Maestro Masón’ de una logia afroamericana

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Un católico no puede ser masón. La incompatibilidad de la masonería con el catolicismo es clara: desde 1738 a los católicos se les ha prohibido unirse a organizaciones masónicas

Las recientes revelaciones sobre la adhesión de Joe Biden, el segundo presidente católico de los Estados Unidos, a la masonería han causado un terremoto político y religioso. Según informó la Conferencia de Grandes Maestros de la masonería de la Logia Prince Hall de Carolina del Sur, y que ha recogido el diario El Debate, el pasado 19 de enero, justo un día antes de abandonar la presidencia – o sea, cuando era presidente de los EEUU,, Biden recibió el título de «Maestro Masón«. Esta distinción fue otorgada en una ceremonia como reconocimiento a su “excepcional dedicación y servicio a los Estados Unidos”.

Sin embargo, este gesto presenta un conflicto de proporciones bíblicas para Biden, quien se ha identificado públicamente como un ferviente católico. Desde el siglo XVIII, la Iglesia Católica ha mantenido una postura firme y sin ambigüedades contra la masonería.

La masonería: Un enemigo histórico de la Iglesia

Desde la bula «In Eminenti» de 1738, promulgada por el Papa Clemente XII, la pertenencia de un católico a la masonería ha sido categóricamente condenada. Este rechazo se basa en la incompatibilidad entre las enseñanzas de la fe católica y los principios masónicos, que, entre otros, promueven una visión relativista de la verdad y una hermandad que excluye el reconocimiento exclusivo de Dios según la doctrina cristiana.

La declaración más reciente sobre este tema provino de la Congregación para la Doctrina de la Fe, liderada entonces por el cardenal Joseph Ratzinger (posteriormente Papa Benedicto XVI), en 1983. En su Declaración sobre la Masonería, se reafirmó que “los fieles que pertenezcan a asociaciones masónicas se hallan en estado de pecado grave y no pueden acercarse a la santa comunión”. Esta posición sigue siendo válida y ha sido corroborada por la jerarquía eclesiástica actual.

La doble cara de Biden: católico y masón

La aceptación pública de esta distinción masónica por parte de Biden evidencia una profunda incoherencia entre sus actos y su fe. Durante su carrera política, Biden ha defendido posturas que muchos consideran contrarias a los valores católicos, como su apoyo al aborto, la cultura woke, y a la ideología de género y trans. Ahora, con esta nueva afiliación masónica, Biden parece haberse quitado definitivamente la careta.

La logia Prince Hall destacó que ser masón implica “formar parte de una hermandad dedicada al crecimiento personal, al servicio a los demás y a la búsqueda del conocimiento y la verdad”. Sin embargo, esta definición choca frontalmente con el concepto católico de verdad, que se fundamenta en la revelación divina y no en interpretaciones relativistas o gnósticas.

El paso hacia la masonería no debería sorprender a nadie. Como algunos analistas han señalado, esto es simplemente una confirmación de lo que muchos sospechaban: Biden no es un defensor de los valores cristianos, sino un político que utiliza la fe como herramienta de propaganda mientras se alinea con agendas que destruyen la soberanía nacional, la familia y la vida.

El silencio de la jerarquía eclesiástica

Es momento de que la jerarquía de la Iglesia actúe con contundencia. Como bien señala la doctrina, el pertenecer a la masonería es un acto incompatible con la fe católica y, por tanto, debería derivar en sanciones claras y públicas. .

Los Papas, desde Clemente XII hasta León XIII, han señalado los peligros de la masonería no solo para los fieles, sino para la sociedad en su conjunto. En su encíclica «Humanum Genus», León XIII describió a la masonería como un movimiento que “pretende la destrucción de la religión cristiana” y promueve un orden secular alejado de Dios.

En este sentido, Joe Biden no solo se ha alineado con políticas globalistas, izquierdistas y anticatólicas, sino que ahora su “hermandad” masónica lo coloca directamente en el campo contrario a los valores que la Iglesia defiende.

Ante esta revelación, la Iglesia tiene la responsabilidad de responder con firmeza. Pronunciarse públicamente sobre la condición masónica de Biden no solo sería un acto de justicia doctrinal, sino un mensaje claro para aquellos que, como él, pretenden instrumentalizar la fe mientras traicionan sus principios fundamentales.

Es hora de que la jerarquía eclesiástica demuestre que las enseñanzas de la Iglesia no son meras palabras vacías, sino verdades que exigen coherencia y compromiso. Biden ha cruzado una línea roja, y el silencio de la Iglesia solo contribuirá a confundir a los fieles. Como señaló el Papa Benedicto XVI: “La verdad no es negociable”.

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