Biden elimina trabas al aborto

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Woman hands holding ultrasound of baby in mother's womb. Pregnancy care concept.

El primer presidente católico en más de medio siglo revierte las políticas de Trump sobre la interrupción del embarazo.

Una de las primeras decisiones de Joe Biden en la Casa Blanca ha sido firmar un decreto por el que elimina la mayoría de las trabas impuestas al aborto por su predecesor, Donald Trump, que fueron muchas. El demócrata ha defendido esta decisión, ejecutada cuando se ha cumplido una semana de ocupar el cargo, como una defensa general del «acceso de las mujeres a la sanidad», que es el lenguaje de los defensores de una mayor permisividad de la interrupción del embarazo.

La conferencia episcopal estadounidense ya le advirtió a Biden de que, como católico practicante, enviaría una señal equivocada volviendo a levantar restricciones sobre el aborto, como ya han hecho muchos otros demócratas antes que él. Desde los años de Ronald Reagan, los presidentes republicanos aplican lo que se llama «política de la ciudad de México», y los demócratas la levantan.

Esta llamada política es en realidad un decreto de 1984 que anunció Reagan durante una cumbre en la Ciudad de México y sobre todo tiene implicaciones sobre la ayuda internacional. Es decir, con los republicanos, EE.UU. se niega a asistir a organizaciones no gubernamentales extranjeras que brinden servicio de aborto, asesoren a pacientes sobre este o promuevan una mayor permisividad con la interrupción del embarazo. Los demócratas revierten esa política cuando llegan al poder.

Según dijo este jueves el nuevo jefe diplomático estadounidense, Anthony Blinken, en su segundo día en ejercicio del cargo, «bajo el liderazgo del presidente Biden, EE.UU. está volviendo a sus compromisos multilaterales para proteger y promover los derechos humanos de todas las mujeres y niñas, en consonancia con el consenso mundial sobre la igualdad de género, la salud sexual y los derechos reproductivos».

Estiman los demócratas que la decisión de Trump privó a esas organizaciones no gubernamentales extranjeras que apoyan de una forma u otra el aborto de 9.700 millones de dólares en fondos públicos estadounidenses. Biden ha hecho coincidir el anuncio con la víspera de la concentración anual en contra del aborto, la llamada «marcha de la vida», que este año es virtual por la pandemia. El año pasado Trump incluso participó en esa gran concentración de los pro-vida, el primer presidente en activo en hacerlo.

Esta decisión de Biden, que ya anunció en campaña, le costó una refriega con los obispos estadounidenses. Sobre todo porque se da la circunstancia de que los líderes del ejecutivo, Biden, y del legislativo, la demócrata Nancy Pelosi, son ambos católicos.

El día después de que Biden tomara posesión, la conferencia episcopal le pidió que no siguiera el ejemplo de sus predecesores demócratas y actuara de acuerdo con la doctrina católica.

El arzobispo Joseph Naumann de Kansas City, criticó, en nombre del resto de obispos, que Biden elogiara horas después de asumir la presidencia un fallo de la Corte Suprema de 1973 (Roe v. Wade) que legalizó el aborto: «Instamos encarecidamente al presidente a que rechace el aborto y promueva la ayuda que reafirma la vida de las mujeres y las comunidades necesitadas. Es profundamente perturbador y trágico que cualquier presidente elogie y se comprometa a aplicar un fallo de la Corte Suprema que niega a los niños no nacidos su derecho humano y civil más básico, el derecho a la vida bajo el disfraz eufemístico de que es un servicio sanitario».

La advertencia no hizo mella en Biden, que comenzó el día de su toma de posesión oyendo misa en la catedral de San Mateo de la capital y que el primer domingo de vida en la Casa Blanca se acercó a la iglesia de la Santa Trinidad en Georgetown, que ya frecuentaba cuando era vicepresidente, entre 2009 y 2017.

(David Alandete. Diario ABC)

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