El campo español anda revuelto y encabronado –perdonen mi burda expresión-, pero no es para menos. Nuestros agricultores y ganaderos están en pie de guerra frente a la nueva reestructuración de la PAC (Política Agraria Común) que se avecina.
Pero los problemas del campo, muchos de ellos endémicos, se agravan sobremanera con el escenario que se vislumbra en el horizonte. No invita a la tranquilidad y al sosiego en el ánimo del sector, mas al contrario, provoca irritación, indignación, enojo, enfado y, hasta cólera y rabia. Comparto sinceramente las preocupaciones y los lamentos de tantísimos españoles que, con grandes esfuerzos y sacrificios, abastecen nuestros mercados con sus productos, tan necesarios y fundamentales para el abastecimiento de nuestros mercados, nacionales y extranjeros.
Recientemente, convocada por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medioambiente –qué eufemística denominación-, a instancias de su titular, Luis Planas Puchades, hombre desconocido para el común de nuestros compatriotas y persona nada grata entre los trabajadores y empresarios del sector, convocaba una reunión de consejeros autonómicos involucrados en dicha materia, mediante videoconferencia. Todo un despropósito que no tenía sino la malsana intención de evitar un encuentro presencial, cara a cara, con los responsables regionales. Un encuentro inter autonómico que pretendía llegar a algún acuerdo pero que, de manera torticera e ilegítima, fue manipulado desde el ministerio.
Me explico, se pretendía alcanzar un pacto entorno a dos capitales cuestiones, las ayudas directas y el desarrollo rural. Pues bien, no existió consenso ni tan siquiera consonancia alguna, por el contrario, la discrepancia y la disconformidad fue el resultado de la reunión mantenida. Lo más grave y notorio de todo este vodevil, auténtica comedia de feo gusto y mala factura, fue el comunicado emitido por el Ministerio del ínclito ministro Planas. Se anunció a bombo y platillo un acuerdo que nunca ha existido y que de ninguna manera había sido firmado ni fue suscrito. Así lo han manifestado los consejeros que acudieron a la llamada ministerial. Es decir, no hay acuerdo que valga. Es otra sonrojante y desvergonzada actuación, una más, de un ministro que está desaparecido, que apenas se deja ver en los medios de comunicación, y de cuya agenda de trabajo nadie conoce, pese a la importancia y coyuntura en la que se encuentra un sector que reclama medidas urgentes y extremadamente necesarias para su futuro inmediato.
¿En qué punto nos encontramos? La reforma de la PAC (2021-2027) lleva negociándose más de tres años. Durante el primer semestre del año en curso, bajo la presidencia rotaria de Portugal, se avanzó al lograr importantes acuerdos en Trílogos, es decir, en las reuniones tripartitas celebradas entre el Consejo, el Parlamento y la Comisión, con posterioridad ratificados por el Consejo de Agricultura de la Unión Europea. En este segundo semestre de año, bajo la presidencia de Eslovenia, desde el 1 de julio, se están llevando a cabo, en el seno de cada país, el diseño y aprobación de los Planes Estratégicos nacionales que darán desarrollo a la nueva PAC. Y en esas estamos en España en estos momentos.
La situación es comprometida por la falta de acuerdo y consenso con las comunidades autónomas. Pero el ministro, consciente del vencimiento de plazos, pretende avanzar sin consenso alguno. Es grave, muy grave y dudo que a este punto se pueda llegar antes de finales de año. De momento se anuncian movilizaciones en diversas regiones, como por ejemplo en Andalucía. Se me antoja complicado llegar a un entendimiento y un compromiso por parte de los consejeros responsables, dado el enorme descontento que existe en amplios sectores afectados. Cada comunidad tiene su perfil económico, no es uniforme a nivel nacional, por lo que es un problema añadido a la imperiosa urgencia de firmar un pacto. Supongo, y no creo equivocarme, que al final habrá una claudicación ante las imperativas exigencias comunitarias, pese a la disconformidad y desacuerdo existente. Se barruntan tiempos convulsos y la adopción de medidas contrarias a los intereses de ganaderos y agricultores.
En Europa, un radicalismo ecologista se viene implantando de manera cuasi incontestable, profundamente sectario y discriminatorio con el sector agroganadero. Los “incuestionables” ecoesquemas se han convertido en una verdadera maldición para el sector. La publicación de las Estrategias de la Granja a la Mesa y la Biodiversidad del Pacto Verde son buena prueba de ello.
Cierto es que hay que preservar el medio ambiente, que hay que paliar los efectos del cambio climático, que el futuro del planeta está en juego. No lo voy a negar y estoy conforme con ello, pero hacerlo a costa de una disminución del presupuesto de la PAC, exigiendo además que sean los agricultores y ganaderos los que, con menos medios y recursos, afronten nuevas formas de trabajar y nuevas prácticas, me parece ciertamente desafortunado. No estoy de acuerdo. No se puede hacer más y mejor con menos, es de todo punto imposible. Esto lo sabe cualquier melindre que se ponga a pensar detenidamente sobre ello, sin prejuicios, y con dos dedos de frente.
Tan importante es proteger el medioambiente como lo es garantizar la protección y apoyo al sector agrícola y ganadero, fundamental para el abastecimiento y consumo.
José María Nieto Vigil | Escritor