Es la recopilación de lo que se comprometieron 193 países en la ONU con el objetivo de más prosperidad, igualdad y un planeta habitable. Es lo que conocemos con el nombre de Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Cualquiera firmaría porque en 2050 tuviésemos un mundo así. De esa firma surgió la conocida Agenda 2030, publicada en el BOE, y con otra intención añadida: no dejar a nadie atrás. No piensen que son los gobiernos y los organismos supranacionales los que lo van a realizar; sí participarán, pero en el documento también se pide que participen activamente el sector privado, la sociedad y todas y cada una de las personas.
Lo primero que se pide es la eliminación total de la pobreza en el mundo; por supuesto, que no exista falta de comida (con hambre, nadie), lo que estaría acompañada de un bienestar saludable y atención médica y una agricultura sostenible, educación de calidad para todos y la no existencia de diferencia de sexo, indicando explícitamente el “empoderar a todas las mujeres y las niñas”. Tampoco se olvida de la necesidad de agua para todos, lo mismo que una energía sostenible. Trabajo correcto para todos y “construir infraestructuras resilientes, promover la industrialización inclusiva y sostenible y fomentar la innovación”. Las ciudades, el rural, los mares y océanos son contemplados, así como todo lo relacionado con la ecología y las energías renovables, que de momento no pueden garantizar una producción continua.
