Askabide y el rezo del rosario: peligroso precedente | Carmelo Álvarez Fernández de Gamarra

Askabide y el rezo del rosario

Hay que ver lo peligrosos que se han vuelto los rosarios. Antes servían para que los fieles lo rezasen antes de la misa, y ahora, según la nueva teología progresista-judicial, son armas de coacción masiva. Al menos eso se deduce leyendo a Bea Llardia, abogada de la clínica Askabide de Vitoria, encantada de haber sentado en el banquillo a 21 “fundamentalistas religiosos” cuyo crimen es… rezar en silencio delante de una clínica de abortos. El horror.

El relato es maravilloso: un movimiento “organizado a nivel mundial” (suena a logia secreta) que, en vez de ir armado con bengalas, palos y capuchas negras, se presenta con rosarios, imágenes de la Virgen y carteles de “reza por la vida”. Y claro, eso, que en cualquier otro contexto sería una excentricidad más de la fauna urbana, aquí se convierte en una amenaza existencial al “derecho a abortar en libertad y seguridad”. Porque nada asusta tanto a la modernidad como una persona de rodillas diciendo Ave Marías.

Llardia y compañía lo explican muy bien: las oraciones, aunque sean silenciosas, “crean un ambiente hostil”. Faltaría más. Un ambiente verdaderamente inclusivo, ya se sabe, es el de los “antifascistas de toda la vida”, esos que acuden puntuales a cada manifestación de ideología contraria, no a rezar ni a guardar silencio, sino a “felicitar la Navidad” a base de gritos, insultos, lanzamiento de objetos y, de vez en cuando, alguna colleja pedagógica. Eso, por supuesto, no coacciona a nadie: es expresión democrática, cultura de la resistencia y folklore urbano.

Lo que molesta no es el ruido: es el significado. Que unos señores encapuchados te griten “¡fuera fascistas!” mientras escupen al suelo es, para cierta prensa, una simpática performance. Que una señora mayor sostenga un rosario a 20 metros de una clínica, en silencio, es “violencia obstétrica espiritual”, casi terrorismo místico. Y así, a golpe de eufemismo, el mundo al revés queda oficialmente instaurado: gritar, rodear, señalar y reventar actos es “defender derechos”; rezar en silencio por un niño no nacido es “coacción organizada”.

La cosa se vuelve todavía más interesante cuando Bea Llardia se quita la toga intelectual y suelta la frase estrella: “Si hoy les dejamos rezar en las clínicas privadas, mañana lo harán en hospitales y ambulatorios. Hay que pararles”. Ahí está la clave: no se trata de garantizar que nadie insulte o acose, sino de expulsar de la escena pública cualquier presencia visible que recuerde que, detrás de cada aborto, hay una vida humana real, no una abstracción jurídica. Lo intolerable no es la “molestia”: lo intolerable es la conciencia.

Mientras tanto, nadie parece escandalizado porque haya piquetes, grupos organizados y “antifascistas” de plantilla que llevan años acudiendo a cualquier acto, conferencia o manifestación con la sana intención de “debatir” a base de gritos, escraches y amenazas. A ellos, lejos de perseguirlos, se les rinde homenaje en ciertos medios como héroes del pueblo. Y uno se pregunta: si condenan a estas 21 personas por rezar, ¿tendrían también la puerta abierta a un indulto exprés en el Consejo de Ministros, como tantos otros buenos muchachos que, después de armarla, leen una condena de pega y salen por la puerta de atrás como “víctimas del sistema”?

Porque ésa es otra: ahora la abogacía militante pide que se aplique con todo el peso de la ley la norma que castiga a quienes “obstaculicen el derecho al aborto”. Bien. Sería interesante aplicar con la misma pasión los artículos que castigan las coacciones, los daños, las lesiones y las amenazas a quienes revientan actos, agreden a diputados, señalan sedes de partidos o persiguen a sacerdotes y religiosos por la calle. Pero ahí, curiosamente, el celo jurídico se diluye y la sensibilidad democrática se vuelve selectiva.

El mensaje de fondo, sin embargo, está clarísimo: el aborto no es ya una práctica médica discutible, sino un dogma civil. No basta con que sea legal, financiado y promovido: hay que blindarlo simbólicamente. Nadie puede cuestionarlo, ni siquiera con una simple presencia silenciosa en la calle. Quien osa plantarse delante de la puerta con un cartel que diga “hay otra salida, podemos ayudarte” pasa a ser tratado como enemigo del pueblo y sospechoso profesional. La clínica, en cambio, es el templo; la abogada, la sacerdotisa; la prensa feminista, el coro litúrgico.

Y mientras se teatraliza esta supuesta “coacción religiosa”, nadie (ni jueces militantes ni abogadas mediáticas) parece preocupado por la coacción real que muchas mujeres sufren para abortar: parejas que amenazan con marcharse, familias que presionan, jefes que “aconsejan” no seguir adelante con el embarazo, entornos sociales donde tener un hijo fuera de tiempo se vive como un fracaso personal. Eso no merece perímetros de seguridad, ni protocolos específicos, ni leyes con nombre propio. Eso, como no cuestiona el dogma del aborto, simplemente no existe.

Por eso irritan tanto los rezos silenciosos: porque son, en el fondo, una objeción de conciencia encarnada. Recuerdan que hay algo (alguien) más que la voluntad de la mujer y el interés de la clínica. Recuerdan que la libertad no es hacer desaparecer al más débil y venderlo como un derecho. Y eso, para quienes viven de convertir la muerte en “servicio esencial”, es insoportable.

Que nadie se engañe: si mañana se prohibiera rezar a menos de 500 metros de una clínica, pasado mañana se prohibiría cualquier manifestación provida en las ciudades, al otro la objeción de conciencia médica, y así sucesivamente. Siempre en nombre de la “libertad” y de la “seguridad”. La misma libertad y la misma seguridad, por cierto, que permiten a los antifascistas profesionales hacer turismo de manifestación en manifestación sin que nadie hable de “coacción organizada” ni de “ambiente hostil”.

Al final, la pregunta es sencilla, aunque pocos quieran formularla:
Si a los que rezan se les persigue, se les sienta en el banquillo y se les presenta como amenaza a la democracia, ¿qué les quedará por hacer para ganarse un indulto de Moncloa? ¿Organizar un par de altercados, gritar un poco contra la “ultraderecha”, y prometer solemnemente que condenan sus propios rezos delante de la prensa amiga?

Hasta entonces, seguirán siendo los malos de la película. Por rezar. En silencio. Frente a los templos del progreso, donde la única liturgia admitida es la del aborto sin testigos incómodos. Y DONDE LA ORACIÓN, A DIFERENCIA DE LOS ANTIFASCISTAS, NO TIENE DERECHO NI SIQUIERA A FELICITAR LA NAVIDAD.

Carmelo Alvarez Fernandez de Gamarra | Colaborador de Enraizados

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3 comentarios en «Askabide y el rezo del rosario: peligroso precedente | Carmelo Álvarez Fernández de Gamarra»

  1. Tambien en las Catedrales, nos echan a los Cristianos a rezar en capillas alejadas del Altar Mayor de la Catedral…estorbamos a las horas de misa, y se nos mete en capillas secundarias, si muy bonitas,¡ pero ! sin apenas sitio para unos cuantos, como se les ocurra ir alguno mas de lo corriente, ya no hay sitio para sentarse, tenemos que ocupar pasillos laterales, invadir la entrada…estar incomodos…la verdad es que no vamos a la comodidad, ni siquiera a ver al Señor Cura, vamos ha realizar el Sacramento mas importante ¡¡la Transfiguración, CONSAGRACION de Dios!!
    El problema es cuando no puedes entrar ¡¡porque no hay sitio!! Señores Obispos…y mientras en toda la Catedral incluso a horas de culto, la gente de cualquier calaña menos Cristianos…pasean hablando, corretean los nenes…algunos se hacen fotos de cualquier manera, apoyados sobre una estatua de un Santo, tocando un cuadro, o haciendo gestos…eso si, antes al cruzar la puerta, se topan con en el quiosco de entradas, que ocupa toda la zona, para que pagues esos 4,6, 8,….euros, que te dan paso a ver lo que a un Cristiano no le dejan por ir a rezar. ¿Seguramente las Catedrales las realizaron los Obispos de turno, sin ayuda de los feligreses ? por eso se deben de creer que son suyas…por eso las cenan de incrédulos solo en fiestas, los demás dias están vacuas.

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  2. en Alemania han conseguido, en algunos pueblos en los que ya son mayoría musulmana, la prohibición de la Navidad porque atenta contra sus creencias, otro ejemplo de la «democracia sui generis»

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  3. Por eso el Islam se come a Europa… en cincuenta o sesenta años el aborto estará prohibido en Europa. Los europeos, 1% de la población, ser irán a Africa (que la dejarán los Islamistas) para empezar de nuevo, la cultura zurda del progreso, feminismo y derechos de la persona… y etc. etc. etc. Hasta que nos echen los monos.

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