Zelenski se hace un «Sánchez»: corrupción, poder y traición

Zelenski hace un Sánchez

La corrupción no pudo propagarse en Ucrania sin el consentimiento de Zelenski.

El escándalo que sacude Kiev: corrupción y viejos socios

La imagen del presidente ucraniano se resquebraja. Los últimos informes anticorrupción señalan una trama de corrupción que involucra directamente a viejos amigos íntimos, socios y ministros cercanos. ¿Y que hace Zelenski? Hace un Sánchez porque, igual que el presidente español, se desmarca de los culpables alegando “traición a su confianza”, como si no supiera lo que ocurre a su alrededor.

Los principales implicados son Timur Mindich, copropietario junto a Zelenski de la empresa de entretenimiento 95 Kvartal de cuando era actor, y su socio Oleksandr Zukerman, ambos huidos del país pocas horas antes de que el presidente ordenara su captura. ¿Casualidad? Los dos hombres eran parte del círculo íntimo del mandatario y ahora se encuentran huidos bajo sanciones personales.

Ministros implicados y una red de corrupción energética

Por otra parte, la trama de corrupción no solo está en su círculo más cercano, también se extiende al sector energético. Dos ministros han dimitido tras ser señalados por los organismos anticorrupción: Svitlana Grinchuk, ministra de Energía en funciones, y Herman Galushchenko, su predecesor, que dirigió el Ministerio de Justicia desde julio. Ambos renunciaron después de que se revelara un complejo esquema de corrupción vinculado al gas y la energía.

Los investigadores sostienen que Mindich y Mironyuk, exasesor de Galushchenko, controlaban los flujos financieros del sector energético gracias a la asistencia del propio ministro.

Según un fiscal de la Fiscalía Especializada Anticorrupción de Ucrania: «Galushchenko recibió un beneficio personal a través de la intercesión de Mindich ante el presidente». Esto es, por primera vez, ya se señala a Zelenski como parte indirecta de la trama de corrupción…por ahora. Como dice el analista internacional Gerard Dib, «la corrupción no pudo propagarse en Ucrania sin el consentimiento de Zelenski«. Igual que en España.

La situación es de tal envergadura que Orbán criticó duramente el gobierno de Zelensky en X, afirmando que Ucrania ha sido tomada por una «red mafiosa de guerra» y que la «ilusión dorada» de una nación oprimida que resiste heroicamente a los rusos se está desmoronando « Se ha desarticulado una red mafiosa de la época de guerra con innumerables vínculos con el presidente Volodímir Zelenski », declaró el líder húngaro. «El ministro de Energía ya ha dimitido y el principal sospechoso ha huido del país».

Ante ello, Zelenski afirmó en un vídeo: «El ministro de Justicia y el ministro de Energía no pueden permanecer en el cargo. Esto es, entre otras cosas, una cuestión de confianza. Si hay acusaciones, deben abordarse». Una frase que recuerda al discurso de Pedro Sánchez, quien también responsabiliza a otros por los escándalos que le rodean a él y a su gestión.

La situación recuerda a los casos de corrupción en España, donde el poder socialista actúa igual: promesas de limpieza moral que terminan en redes clientelares, de corrupción y enriquecimiento de los suyos. Zelenski al igual que Sánchez, viven de la narrativa de la víctima mientras el entorno se desmorona.

Un país agotado: guerra, apagones y corrupción

El propio Zelenski uso en su discurso el mismo victimismo usado por Sánchez : «Ahora mismo es extremadamente difícil para todos en Ucrania, que soportan cortes de electricidad, ataques rusos y pérdidas. Es absolutamente inaceptable que, en medio de todo esto, también existan esquemas en el sector energético».

Mientras los ucranianos sufren apagones y miles de pérdidas humanas, manipulan contratos millonarios. Este contraste erosiona la confianza popular y reduce drásticamente el apoyo al presidente, elegido en 2019, y la promesa de erradicar la corrupción. Hoy, esa promesa se ha desvanecido.

Las comparaciones son inevitables: mientras el pueblo ucraniano soporta la guerra, Zelenski protege su imagen con discursos moralistas y demagogicos, igual que Pedro Sánchez en España. Ambos proyectan inocencia, pero su entorno huele a privilegio, corrupción, tráfico de influencias y poder sin control. Zelenski hace un Sánchez, sin duda.

Traiciones internas y pérdida de credibilidad

Las dimisiones en cadena dentro del gobierno ucraniano no son simples ajustes políticos; son señales de fractura interna. Los organismos anticorrupción investigan a varios socios y colaboradores directos del presidente. Las sospechas apuntan a que la red de Mindich y Zukerman habría financiado campañas mediáticas favorables al gobierno y desviado fondos públicos.

Zelenski, lejos de asumir responsabilidades, – la dimisión se hace ineludible, al igual que la de Sánchez- insiste en que “otros traicionaron su confianza”. El argumento ya suena conocido: Sánchez lo usa cada vez que alguno de sus ministros cae por escándalos. Ambos se presentan como víctimas del sistema, pero gobiernan rodeados de corruptos.

En Ucrania, la población duda ya de la transparencia presidencial. Los medios locales informan que la popularidad del mandatario ha caído más de 20 puntos desde principios de año. En España, la confianza en Sánchez sigue el mismo camino, hundida por los casos vinculados a su entorno y a su esposa.

Zelenski, entre la corrupción y la guerra

El verdadero drama ucraniano radica en que la corrupción se mezcla con una guerra devastadora. Mientras miles de jóvenes mueren en el frente, los altos cargos se reparten el dinero de las comisiones y favores. Es una corrupción criminal. Muchos ucranianos consideran que Zelenski utiliza la guerra para justificar la represión interna y desviar la atención de los casos de fraude, incluso personales.

Además, varios analistas apuntan a que los intereses económicos detrás del conflicto superan las razones patrióticas. Se trata de un negocio geopolítico en el que los grandes beneficiados son las élites vinculadas al poder. En ese sentido, Zelenski hace un Sánchez: ambos utilizan el relato del “enemigo externo” —ya sea Rusia o la oposición— para mantenerse en el poder y evitar rendir cuentas.

Un paralelismo inquietante: del engaño a la impunidad

El escándalo actual confirma que la corrupción no distingue banderas. En Ucrania, como en España, el poder se defiende culpando a los demás. Zelenski, al igual que Sánchez, prefiere sacrificios políticos y humanos antes que reconocer su corrupción. Ambos gobiernan mediante el control mediático, la manipulación del relato y el victimismo.

La diferencia radica en las consecuencias: mientras Sánchez destruye la economía y la unidad de España con sus pactos ideológicos, Zelenski lleva a su país a la muerte de cientos de miles de jóvenes. En ambos casos, la corrupción deja de ser un problema ético para convertirse en un delito de Estado.

El precio del poder sin responsabilidad

El paralelismo entre ambos líderes es tan evidente como preocupante. Uno gobierna entre decretos y pactos ideológicos; el otro entre guerra y corrupción. Pero el resultado es el mismo: sociedades divididas, economías debilitadas y pueblos cansados de mentiras. Y en el caso de Ucrania, miles y miles de muertes.

Zelenski hace un Sánchez cada vez que se presenta como víctima de su entorno, cuando en realidad es el responsable de haberlo creado. La historia demuestra que ningún poder sobrevive eternamente a la corrupción. Ucrania y España comparten hoy una lección: la confianza del pueblo se pierde cuando los líderes confunden lealtad con sumisión y justicia con propaganda.

Los gobiernos corruptos tienen que caer y los responsables deben rendir cuentas ante la justicia, da igual que sea español o ucraniano

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