Una grieta divisoria para romper España

Al caminar por la explanada frente a la Basílica del Valle de los Caídos, la mirada asciende hacia la Cruz, majestuosa y firme, cuyos brazos abiertos parecen abrazar el cielo de la sierra. Ese trayecto simboliza mucho más que piedra y arquitectura: representa la búsqueda del alma hacia Dios y la reconciliación de una España que, tras la guerra, anheló redención y paz. Es el camino recto que conduce desde la explanada hasta el corazón de la roca, donde la Virgen María acoge a Jesucristo y lo conduce a los pies del Altar. Es la gran escultura de la Piedad.

Sin embargo, hoy, quienes desprecian esa memoria y odian el significado espiritual del lugar, pretenden destruir esa línea de luz, amor y redención. Lo hacen abriendo una grieta divisoria para romper España, una fractura física y simbólica que pretende borrar el mensaje de unidad, de espiritualidad y reconciliación que el Valle representa.

Una grieta divisoria para romper España, proyectada por quienes desean sustituir el mensaje de unidad por el odio y la revancha. Mientras la Cruz encarna sacrificio y heroísmo, la grieta simboliza desunión y rencor, reabriendo heridas que generaciones de españoles habían cerrado con esperanza.

De la línea recta de la Verdad a la grieta del odio

Esa línea recta que unía el valle con la Cruz encarnaba la Verdad y el Amor. Era la senda de una España unida, entera y generosa. La grieta que ahora proyectan abrir es todo lo contrario: una línea de ruptura, de odio y de venganza.

Mientras la primera hablaba de sacrificio, de entrega y heroísmo, la grieta divisoria representa desunión, revancha y rencor. No buscan restaurar la memoria, sino imponer el odio y la venganza. No quieren reconciliar, sino reabrir heridas cerradas por generaciones de españoles que deseaban mirar al futuro.

Muchos de los mártires enterrados en el Valle de los Caídos, quizá junto a quienes un día fueron sus enemigos, descansaban bajo un mismo propósito: reconciliar a una España herida. Allí reposaban quienes supieron perdonar, quienes supieron mirar más allá de la muerte para ofrecer un legado de paz.

Frente a esa grandeza espiritual, quienes impulsan una grieta divisoria para España pretenden reescribir la historia desde la revancha, sustituyendo el perdón por el odio, la fe por la soberbia y la unidad por la fractura.

La izquierda y el proyecto del resentimiento y el odio

El proyecto de la izquierda busca una España fragmentada. Odian una España unida y católica. En lugar de promover una reconciliación sincera, promueve la confrontación constante. Donde antes había una Cruz que unía a todos bajo el mismo cielo, ahora pretenden dejar una herida abierta en la roca y en el alma de la nación.

Quieren imponer la narrativa del odio, del rencor y destruir los símbolos que recuerdan el sacrificio, la fe y el amor a la patria. Así, una grieta divisoria se convierte en su nuevo monumento: el símbolo de la ruptura y del odio.

Los católicos, en cambio, no tenemos más que ofrecer que la Cruz. En ella se encuentra la redención, la reconciliación y la verdadera libertad. La Cruz no divide; une. No destruye; eleva. No condena; salva.
Esa es la diferencia entre quienes aman a España desde la fe y quienes la odian desde la ideología sectaria.

Silencio cómplice: la jerarquía eclesiástica

Mientras se perpetra esta agresión espiritual y nacional, la jerarquía eclesiástica mantiene un silencio muy preocupante. La misma institución que debería defender la Verdad, el símbolo de la fe y la memoria de los mártires, se mantiene muda ante el atropello y se pone de perfil. Son, una vez más, funcionarios del silencio. Son cómplices. Ceden ante el mundo y los poderes terrenales..

Este silencio de la jerarquía refuerza la grieta divisoria, dejando huérfanos a los fieles que buscan consuelo y luz en el Valle de los Caídos. En momentos críticos, el silencio de los pastores se percibe como traición al Evangelio, pues la Verdad exige proclamación incluso cuando el mundo la niega. Esa omisión, ese mirar hacia otro lado, agrava la herida, agrava la grieta.

La cobardía institucional amplifica la fractura espiritual, haciendo que la grieta no solo sea física, sino también espiritual y patriótica.

Una batalla espiritual y nacional

No se trata solo de piedra o monumento. La grieta divisoria simboliza un ataque al alma de la nación. La demolición de los símbolos del Valle persigue reemplazar la fe por ideología, el perdón por resentimiento y la unidad por división.

El Valle de los Caídos es más que un monumento; es un testimonio de sacrificio, reconciliación y amor a la patria. Cada piedra, cada escultura, cada símbolo espiritual refuerza la grandeza moral de España. Una grieta divisoria para España representa el intento de romper la esencia misma de nuestra identidad. No solo destruyen piedra; destruyen símbolos, memoria y esperanza.

Por eso, una grieta divisoria para España no es solo una herida física en la roca del monte, sino una fractura espiritual que amenaza con partir el corazón mismo de la nación. Es el triunfo de la antiEspaña y del odio al catolicismo. Una vez derrumbado el Valle vendrán otras Iglesias. El Valle de los Caídos no será la última. Es más, será la primera. Y la cómplice jerarquía mirando a otro lado.

España es más que sus heridas. Su unidad y grandeza moral dependen de quienes la aman desde la fe y la historia. Defender el Valle de los Caídos es defender la verdadera España.

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