El pasado 4 de noviembre se celebró en el Parlamento Europeo el acto «La amenaza de la ideología trans: Los derechos de las mujeres en peligro«.
Entre las participantes destacó la de la activista británica Kellie-Jay Keen, fundadora del movimiento global Let Women Speak, quien ofreció su testimonio y participó en el debate sobre el impacto de la llamada «ideología de género» en los derechos de las mujeres y en la libertad de expresión, compartió con El Debate su punto de vista.
La periodista Patricia Santos la entrevista para El Debate. Por su interés reproducimos fragmentos de dicha entrevista.
–¿En qué momento sentiste que debías hablar públicamente? ¿Qué te impulsó a involucrarte en la defensa de las mujeres?2
–Hubo un momento detonante, y otros después. Quise hablar en cuanto comprendí lo que estaba ocurriendo. En 2015, después de que el gobierno conservador fuera elegido en Reino Unido, me uní a un gran foro en línea de mujeres de tendencia progresista. Pronto fue invadido por hombres que fingían ser mujeres. Cuando lo señalé, otras mujeres me dijeron que no tenía permitido llamarlos hombres. Eso fue suficiente para convencerme de que debía hablar de esto de forma abierta y constante.
A finales de 2017, ya era bastante conocida dentro de la comunidad de mujeres que planteaban estas cuestiones, y fue también la primera vez que la policía se puso en contacto conmigo. Fui la primera persona en el Reino Unido que la policía interrogó porque fui denunciada por alimentar un supuesto «discurso de odio» y «comunicaciones maliciosas», básicamente, por usar un lenguaje que algunos activistas consideraban «ofensivo». Quedó claro que la policía, capturada ideológicamente, intentaba criminalizar el habla ordinaria.
En 2018, coloqué una valla publicitaria con la definición del diccionario de la palabra mujer. Me di cuenta de que esa palabra era el epicentro de todo por lo que estábamos luchando. Si los hombres podían apropiarse de nuestro lenguaje, corromperlo y borrarlo, pronto desaparecerían todos nuestros derechos. No se puede luchar por algo que no se puede nombrar. Esa valla transmitía un mensaje claro y poderoso, igual que mis eventos Let Women Speak hoy en día. Son reuniones globales, de micrófono abierto, que ponen a las mujeres en el centro de manera directa y sin disculpas, y las animan a hablar por sí mismas.
A lo largo de los años, he enfrentado peligros reales: tres hombres han sido condenados por agredirme, tengo un acosador permanente, y se han publicado fotos de mis hijos y de sus escuelas en internet. En marzo de 2023, durante uno de mis eventos Let Women Speak, una turba de activistas trans se volvió violenta, y la policía no nos protegió, en Nueva Zelanda. Ese día realmente pensé que podría perder la vida.
–En tus intervenciones sueles insistir en que «las mujeres tienen derecho a decir que una mujer es una mujer». ¿Por qué crees que esa frase se ha vuelto tan controvertida hoy en día? ¿Cómo respondes a las acusaciones de ser «excluyente» o «transfóbica»?
–Solo es controvertido decir que una mujer es una hembra humana adulta porque las mujeres hemos cedido el lenguaje que nos define. Debemos recuperarlo.
La gestación subrogada también introduce una devastadora realidad de criadas, donde las mujeres son vistas como recipientes
¿Excluyente? ¡Por supuesto que lo soy! Mujer es una categoría exclusiva, hay que serlo para pertenecer a ella. ¿Y transfóbica? ¿A quién le importa? Si no te han llamado transfóbica, probablemente no has hablado lo bastante alto.
–¿Tu activismo se centra únicamente en la cuestión del sexo biológico, o también aborda otras amenazas a los derechos de las mujeres, como por ejemplo la gestación subrogada?
–Comencé como activista de un solo tema por necesidad, pero mis preocupaciones ahora van más allá. Siento que es mi deber seguir diciendo lo indecible. Me preocupa profundamente la amenaza que el islam representa para los derechos y la libertad de las mujeres. Me opongo a la concepción por donante, principalmente desde la perspectiva del niño y por el trauma asociado a la pérdida del vínculo biológico para el hijo y para su madre. La gestación subrogada también introduce una devastadora realidad de criadas, donde las mujeres son vistas como recipientes y se cosifican nuestros cuerpos.
–¿Por qué cree que tantos gobiernos y organizaciones internacionales han adoptado una visión tan ideológica del género?
–En dos palabras: dinero y poder. Por eso cualquier gobierno o individuo adopta algo tan evidentemente dañino e irracional.
–En el País Vasco, el gobierno ha aprobado una ley que exige a los niños «experimentar» con su identidad sexual. ¿Cómo podemos proteger a los niños del adoctrinamiento en este tema?
–No había oído hablar de algo tan atroz en el País Vasco. ¿Qué demonios ha pasado con España? Si fuera una madre española, sacaría a mi hijo de cualquier escuela que impusiera tales políticas de inmediato. Cualquier institución tan negligente con la protección infantil no merece confianza. Estos programas suelen ir de la mano con la sexualización de los niños y con la erosión de la autoridad parental. La gente debería estar profundamente alarmada.
–En tus viajes, ¿nota diferencias entre países con relación a estos problemas? ¿Dónde ves coraje o esperanza?
–El Reino Unido sigue siendo un faro de esperanza. Estados Unidos, especialmente después de la orden ejecutiva del presidente Trump que restableció los derechos de mujeres y niñas, ocupa un cercano segundo lugar y supera al Reino Unido en materia de libertad de expresión. Europa, me temo, es aterradora. La Unión Europea es una fuerza del mal cuando se trata de los derechos de las mujeres y los niños, y del valor de la libertad de expresión. Lo más siniestro de todo esto es que los mismos métodos de erosión de los derechos de las mujeres y de la protección infantil se repiten en todas partes, y este movimiento está extremadamente bien financiado y coordinado a nivel mundial.
–¿Cuál es tu mayor esperanza para las mujeres en los próximos diez años?
–Que recuperemos nuestros derechos y restauremos la humanidad.
