En España, la clase media se creó en la década de los 60 del siglo XX, algunos años después de la guerra civil, teniendo su auge en la década posterior. Fue, sin duda, uno de los mayores e incuestionables logros de los gobiernos de la postguerra.
Aunque pueda sonar a perogrullada, la definición de clase media más utilizada la identifica como un estrato intermedio entre la clase baja y la clase alta, dotada de un nivel de ingresos que la otorga un cierto grado de estabilidad financiera y que le permite el acceso a los bienes y servicios básicos, así como al ocio y a la educación. A primera vista, el mayor problema de esta definición, ampliamente aceptada, es que resulta demasiado imprecisa.
Otros indican que pertenecen a la clase media aquellos individuos cuyos ingresos se encuentran entre el 75% y el 200% de la mediana de ingresos del país. Les recuerdo que la definición de mediana estadística, de una muestra ordenada de observaciones, hace referencia al valor intermedio que divide la citada secuencia en dos mitades iguales. Lamentablemente, esta definición también adolece de un grave inconveniente. El inconveniente es que no permite determinar el poder adquisitivo más que de una forma relativa, lo que puede conducir a engaño. Es decir, no nos indica, por ejemplo, el esfuerzo que un individuo de esta clase tiene que hacer para acceder a un bien básico como, por ejemplo, una vivienda en propiedad. Tan solo nos indica que la mitad de la población tendría aún más dificultades para acceder a ese bien. Definición que, en consecuencia, no resulta ni demasiado útil, ni tranquilizadora.
En mi humilde opinión, el rasgo más definitorio de la clase media es su facilidad de acceso a los bienes básicos, especialmente al cobijo y a la alimentación, así como alcanzar una educación de calidad libremente escogida. Disfrutar del ocio, aunque importante, resulta de interés secundario. El motivo es que el ocio difícilmente va a mejorar tu condición económica, pero la educación sí. Sin embargo, en esta sociedad que rinde culto al escaparate, el ocio ha sido, con excesiva frecuencia, adecuadamente utilizado como señuelo para crear la ficción de progreso y bienestar como falsa característica definitoria de pertenencia a la clase media. Algo tienen que argumentar nuestros mediocres dirigentes políticos para confundir a la parroquia cuando ya no se alcanzan, o no interesa alcanzar, los objetivos de bienestar realmente importantes para la sociedad.
Importancia de la clase media
Se considera, de forma bastante unánime, que la clase media es la columna vertebral de cualquier sociedad próspera y libre, jugando un papel fundamental en el desarrollo económico y social. La clase media soporta, allí donde se permite su existencia, la mayor parte de la carga impositiva del Estado.
Por su estrecha relación con el fomento de la propiedad privada y el ahorro, la clase media no puede prosperar en países marcadamente socialistas o comunistas. Espero que pocos de mis lectores todavía crean que el paraíso socialista es realizable. Paraíso en el que el Estado cubriría todas las necesidades de los ciudadanos sin recompensar su esfuerzo. Las evidencias históricas demuestran que los países que lo han intentado no han tenido ningún éxito, sino todo lo contrario. Para la izquierda, la clase media representa un grave riesgo a su ideología, dado que demuestra que la auténtica prosperidad viene de la mano del esfuerzo personal en una sociedad libre, dirigida principalmente por la iniciativa del individuo que es el único que consigue crear riqueza.
Se podría decir que la educación es el factor clave que determina el estatus y la evolución de la clase media, ya que a medida que se dispone de mejores niveles educativos, se consiguen mejores empleos y mejores recompensas retributivas.
El tamaño y composición de la clase media puede variar significativamente en diferentes países y regiones dependiendo de factores como la política económica, los programas de bienestar social y las normas culturales.
Se considera que la clase media es la base fundamental del consumo y el vector del crecimiento económico como resultado de su creciente poder adquisitivo y la progresiva demanda de bienes y servicios.
Mantener una fuerte y vibrante clase media es la política clave de muchos gobiernos liberales, siendo vista como esencial para promover estabilidad social, desarrollo económico y participación política.
A continuación, para contextualizar sociológicamente a la clase media e intentar llenar los huecos que pudieran dejar las definiciones anteriores, creo que resultará de interés presentar brevemente los niveles de la pirámide de Maslow e intentar vincular la definición de clase media con éstos.
Pirámide de Maslow
¿Para qué sirve la pirámide de Maslow?
Desde un punto de vista práctico, la pirámide de Maslow nos sirve para comprender cómo nuestras motivaciones cambian a medida que satisfacemos nuestras necesidades humanas o, lo que es lo mismo, a medida que vayamos alcanzando mayores cotas de bienestar.
Nivel de necesidades fisiológicas. Se trata de satisfacer las necesidades básicas como son la de disponer de aire, agua, comida y un sueño de calidad. Sin estas necesidades satisfechas es imposible sobrevivir. Y mucho menos, que el ser humano pueda concentrarse en otras cosas.
Nivel de necesidades de seguridad. Una vez hayamos satisfecho el nivel anterior, buscamos seguridad y estabilidad. Esto se puede manifestar como seguridad física y financiera. En lo que respecta a la seguridad física, la necesidad de cobijo, disponer de una vivienda en propiedad o en alquiler al alcance de nuestras posibilidades, representaría un aspecto fundamental. En lo que respecta a la seguridad financiera, el hecho de que se incentive, y no se penalice, la propiedad privada y el ahorro, proporcionan una recompensa al esfuerzo. Vivir en un Estado libre de derecho, en el que se aplique y se respete la ley, permite mejorar la percepción de seguridad.
Nivel de necesidades de afiliación. Conseguido el nivel anterior, las personas buscarán conexiones sociales y afectivas. Se trata de satisfacer el deseo de ser aceptado por sus semejantes.
Nivel de necesidades de reconocimiento. Se busca satisfacer las necesidades de autoestima y reconocimiento por parte de los demás. Este es el acicate que mueve a las personas a la búsqueda del éxito y a la obtención de logros personales.
Nivel de necesidades de autorrealización. Representa el deseo de alcanzar nuestro máximo potencial y conseguir ser la mejor versión de nosotros mismos. Es una búsqueda constante de crecimiento personal.
Cuando las necesidades básicas o psicológicas del individuo no se satisfacen, puede surgir un sentimiento de carencia que conduce a problemas de baja autoestima, ansiedad o depresión.
Clase media y motivación
¿Tiene sentido vincular la clase media a la teoría de la motivación de Maslow?
Rotundamente sí. La recompensa al esfuerzo es siempre fuente de motivación. De lo anteriormente presentado acerca de la pirámide de Maslow, yo me atrevería a enmarcar a la clase media entre los ciudadanos que ya han satisfecho en buena medida, al menos, los dos primeros niveles de la pirámide: necesidades fisiológicas y de seguridad cubiertas. Es entonces cuando el individuo ya puede centrarse, de forma progresiva, en alcanzar los objetivos de afiliación, reconocimiento y autorrealización.
Clase media y evolución del poder adquisitivo
Como ya indiqué, las definiciones de clase media mencionadas al comienzo de este artículo se me antojan poco tranquilizadoras, ya que pueden llegar a asemejar estratos sociales con diferente poder adquisitivo, sea en un mismo país en diferentes momentos, o en diferentes países en un mismo instante de tiempo. Creo que resulta más esclarecedor observar cómo ha evolucionado la facilidad social para obtener, al menos, los bienes básicos.
Para intentar determinar si se ha facilitado el fomento de la clase media en España, quiero presentar el ejemplo de cómo ha evolucionado la accesibilidad a una vivienda en propiedad en Madrid (relativo al nivel de seguridad de la pirámide de Maslow), comparando el esfuerzo que era necesario en los años 80 del siglo pasado, con respecto a la actualidad. No me quiero remontar, por no abochornar a nuestros actuales padres de la patria, a los años 60 cuando el Estado, sin apenas presión fiscal, construyó más de 4 millones y medio de viviendas sociales para cubrir las necesidades de la población.
En los años 80 comprar un piso de 100 m2 en Madrid costaba 1.000.000 de pesetas (6.000 €). Actualmente, un piso de 100 m2 en Madrid cuesta entre 500.000 y 800.000 €. Escojamos el valor más bajo del rango, 500.000 €, para determinar la evolución del poder adquisitivo.
En 1980 el salario medio era de 18.000 ptas/mes, lo que hace un salario bruto anual de 252.000 ptas/año. En 2025 el salario medio actual es de 2.290 €/mes, lo que hace un salario bruto anual de 32.060 €/año.
Asumiendo que la presión fiscal mide, en alguna medida, la presión impositiva a la que se somete el salario bruto de un trabajador, cosa que no es del todo cierta, ya que existen otros parámetros más adecuados como es el esfuerzo fiscal del que desgraciadamente no tengo traza histórica, tenemos que la evolución de la presión fiscal ha pasado de 18% en 1980, al 42,3% en 2023 según indica el banco de Santander. Menos mal que la Constitución, en su artículo 31, nos protege de los impuestos confiscatorios. Espero que se me entienda la ironía.
En fin, descontando la presión fiscal del salario bruto, resulta que un trabajador de 1980 necesitaba la cantidad de 4,84 años de salario neto para comprar un piso en Madrid de 100 m2, mientras que, en la actualidad, necesitará la friolera de 27 años de su salario neto. Es decir, 5,58 veces más que el tiempo de amortización que se necesitaba en 1980. No hay pérdida de generalidad, porque si esto ocurre para un salario medio, sin duda que aplicará de forma semejante a un salario de un miembro de la clase media que cumpla la definición basada en el rango que va entre 75% y el 200% de la mediana de observaciones salariales.
Resulta ilustrativo calcular también el valor futuro del precio de compra del piso de 1980 utilizado en el ejemplo. Utilizando la calculadora que proporciona el Instituto Nacional de Estadística, vemos que el millón de pesetas (6.000 €) de 1980 se habrían transformado en un valor actual de 39.792 €. Es decir, 12,57 veces inferior a los 500.000 € correspondientes al valor actual de un piso de semejantes características.
La primera conclusión de este simple estudio es que el ladrillo sigue siendo un buen valor refugio para la inversión como consecuencia de su progresiva revalorización, debido a las causas que todos conocemos. Entre estas causas destacan: el sobreprecio que impone la tajada que sacan las administraciones de la construcción y de la venta de cada vivienda, la falta de suelo edificable, siempre controlado por los intereses económicos de los ayuntamientos, así como por la ausencia, casi absoluta, de vivienda pública en el mercado que pudiera retener los precios. Todas ellas apuntan, junto con la presión fiscal, a la voraz clase política, de todos los colores, como causante principal del enorme encarecimiento de la vivienda.
La segunda conclusión es que el sufrido ciudadano ha reducido, desde que llegó la “democracia”, tras la Constitución del 78, en un 558% su poder adquisitivo respecto a un bien absolutamente básico como es el de la vivienda. ¡Triste negocio hemos hecho con la deficiente democracia que hemos tenido a bien concedernos!
Supongo que algún lector argumentará, con razón, que no es necesario comprar una vivienda para asegurar el cobijo, y así es. No obstante, puedo asegurar que el mismo desequilibrio, o tal vez mayor, tiene que existir en el mercado de la vivienda de alquiler por razones obvias. Es de sentido común que el propietario de una vivienda en alquiler tenga que amortizar la compra de esa vivienda en un periodo de tiempo razonable. Razón por la que forzosamente se encarecerán también los alquileres en unas ratios similares a las que hemos obtenido para la compra de vivienda.
Obviando el problema de la precariedad laboral, que ya es mucho obviar, es evidente que no sería realista pretender destinar todo el salario neto de un individuo a sufragar el coste de su vivienda durante 27 años. Esta imposibilidad lleva a la necesidad de que ambos miembros de la pareja tradicional, o no tradicional, tengan necesariamente que trabajar, así como buscar viviendas más baratas, alejadas de los grandes núcleos urbanos, y financiando su compra con hipotecas de hasta 30 años. ¡Toda una vida para adquirir un bien básico! Si el problema se suaviza un poco es porque los jóvenes acaban heredando, tarde o temprano, el patrimonio que han conseguido construir, con mucho esfuerzo, sus padres. Eso sí, pagando el impuesto de sucesiones y donaciones al voraz Estado que hace también negocio ¡cómo no! de las defunciones.
Por si fuese poco, la legislación española no protege al propietario de la vivienda, facilitando el fenómeno de la ocupación bajo la excusa de que es el esforzado ciudadano el que tiene que resolver un supuesto problema de vulnerabilidad social. Problema ante el que al Estado le basta con encogerse de hombros para ganar más votos de los que pierde. Esta actitud inaceptable solo se puede percibir como un ataque objetivo a la propiedad privada y a la propia existencia de la clase media.
Conclusiones finales
A la clase media solo se accede desde abajo. Representa el triunfo de la libertad frente al idílico concepto marxista de igualdad, basada en criterios poco compatibles con la justicia social bien entendida. Libertad que permite, como recompensa, la única evolución posible del individuo en la escala social: la que se consigue a través de sus méritos y de su esfuerzo. Circunstancia que, además, le impregna de dignidad, haciéndole respetable ante sus propios ojos y ante los ojos de los demás.
Para satisfacer las necesidades de seguridad se precisa de un entorno social adecuado que solo una auténtica democracia consolidada, liberal en lo económico e independiente, puede proporcionar. Todo lo contrario de lo que vemos a diario en España en donde no se facilita la creación de empresas, y los autónomos tienen que luchar con todas sus fuerzas para malvivir. Por si fuese poco, vemos cómo las políticas comunitarias del pacto verde europeo suponen la sentencia de muerte de nuestro sector primario. La intencionalidad de nuestros gobernantes no puede ser más palmaria.
En relación con el aspecto educativo, primordial, como ya se indicó, para el desarrollo de la clase media, tampoco podemos felicitarnos en España. El informe PISA que mide, de forma comparativa, la calidad educativa de los estudiantes de 15 años en lectura, matemáticas y ciencias, ha mostrado su peor resultado en 2023 de los últimos 20 años. En un entorno de libre competencia en el que los ciudadanos pudieran utilizar el «cheque escolar» para elegir libremente la educación de los hijos a un precio justo, estoy seguro que los resultados habrían sido muy diferentes. Curioso que los mismos políticos que imponen la educación pública de todos y para todos, sean los primeros en llevar a sus hijos a la enseñanza privada. ¿Será quizás que lo que es bueno para ellos no lo es para nosotros, o viceversa?
Como demuestra la evolución del poder adquisitivo en nuestro país, la clase media ha ido desapareciendo progresivamente desde el comienzo de la democracia en España y, especialmente, a partir de las traumáticas elecciones generales de marzo de 2004. Reflejo de éste progresivo empobrecimiento social es el incremento del número de familias españolas bajo el umbral de la pobreza.
Las evidencias demuestran que después de 50 años de democracia hemos cambiado la falta de libertades políticas, existente con el régimen autoritario de Franco, por la falta de libertades individuales, el endeudamiento y la pérdida progresiva de bienestar social. Supongo que esto ejemplifica bastante bien la transición de un Estado social, con sus defectos, a uno socialista.
Definitivamente, hemos renunciado a la clase media para instalarnos en el “precariado”. Parece obvio que los intereses globalistas, alrededor de los que se mueve España y casi toda la Europa actual, nos quieren más pobres, más ignorantes, más vulnerables, menos críticos y más dependientes. En consecuencia: ¡MAS CONTROLABLES E INDEFENSOS!
Recuerden la célebre frase del mil veces cuestionado Bill Gates, que casi nadie se ha tomado demasiado en serio: “No tendrás nada y serás feliz”. No me cabe duda que la soberanía de los países y la existencia de una clase media, próspera y creciente en número y bienestar, representan un riesgo que la tiranía globalista y sus gobiernos títeres no están dispuestos a aceptar. ¡Abramos los ojos para que dejen de contar con nuestra complicidad inconsciente en este tremendo dislate!