Escenografía política del odio | Julio García

escenografía política del odio

 “…Los radicales de la extrema izquierda no necesitan una ideología coherente para decir lo que defienden, porque saben perfectamente contra qué luchan.

Lo que une a los islamistas, a los estudiantes de estudios de género, a los urbanitas blancos socialmente liberales …. no son las ideas de Thomas Jefferson, ni siquiera las de Karl Marx… es el odio.”

J.D. Vance, Vicepresidente de los Estados Unidos, 2.025

Tras los últimos episodios de disturbios provocados por la acción muy violenta de inmigrantes (Torre Pacheco), o sobre la ilegalidad de sacrificar animales en recintos desprovistos de condiciones para ello (Jumilla), los partidos de izquierda y sus trompeteros mediáticos han tratado de cargar la culpa de tales incidentes a quienes los denuncian o se enfrentan a ellos, acusándoles de “políticas de odio” o “racismo”, y pretendiendo ilegalizar a los partidos que lo defienden.

Si analizamos con objetividad y con visión de largo alcance, vemos que se trata de actos de propaganda. La izquierda, española o internacional, en sus distintos disfraces, se pasa la vida defendiendo auténticas políticas de odio:

La llamada “lucha de clases”, que históricamente ha envenenado las relaciones entre los más y los menos favorecidos de una sociedad. El marxismo ha buscado desde el primer momento, y desgraciadamente a veces lo ha conseguido, el exterminio de lo que llaman la clase dominante, o los capitalistas; no otra cosa es la dictadura del proletariado, puesta en práctica en todos los regímenes comunistas del mundo, con el conocido balance de dictadura, terror y muerte. En los últimas décadas han hecho piña con los islamistas políticos, a quienes han disculpado cualquier tipo de excesos o sistemas totalitarios.

Parece que nos hemos acostumbrado a que por nuestras calles o lugares de trabajo campen los “piquetes informativos”, los “antifas”, y todo tipo de “borrokas”, proetarras, CDRs o terroristas urbanos, que en muchos lugares son amenazas reales a los pacíficos ciudadanos que se topan con ellos. Vehículos destrozados, mobiliario urbano arrasado, mesas de partidos opuestos vandalizadas, huelgas salvajes, gente atemorizada ante la agresiva amenaza de tales tipos… Quién no lo ha vivido o sufrido.

La defensa de todos los terroristas del mundo: los locales (etarras), o los de fuera (palestinos)

La tolerancia cómplice de los tertulianos progres (pagados con nuestros impuestos) hacia la violencia o delincuencia cometida por inmigrantes. Lo hemos visto en las tertulias en los medios, así como en la forma en que camuflan, ocultan o directamente mienten para informar sobre los actos violentos cometidos por inmigrantes.

El feminismo radical, que no pretende la consabida igualdad entre mujeres y hombres (establecida legalmente en todo lugar), sino una especie de venganza histórica contra los hombres, que se manifiesta de muchas formas, entre las que se encuentran legislaciones claramente desiguales y sectarias.

La legislación permisiva, así como las políticas que aplican todos los funcionarios públicos: policías, autonómicos o desautonómicos, jueces, fiscales, responsables de centros de inmigrantes, y por supuesto los cargos políticos, que siempre (sean de centro o de izquierda) defienden a ultranza a los delincuentes. Ni siquiera se aplica la legalidad con la Ley de Extranjería (que permite expulsar a los inmigrantes ilegales, a los que delinquen, o a los que cometen varias faltas leves o una grave), e incomprensiblemente se dejan libres a personas ultraviolentas que han cometido muchos delitos. Esa actitud también es odio hacia las víctimas de los delincuentes.

El resentimiento implícito de todas las “fobias” del mundo: cristianofobia, hispanofobia, negrolegendarismo.

Apología o justificación de los “escraches” (acoso violento en la vía pública) a cualquier personaje que la izquierda tilde de conservador, o “fascista”.

La defensa de la ocupación o inquiocupación, incluso despenalizándola legalmente. La ocupación de una vivienda por la vía de los hechos es una forma de violencia contra sus legítimos propietarios, que ven cómo no pueden hacer nada para evitarlo porque la legalidad actual se sitúa en favor del delincuente.

El antisemitismo radical, por el que la izquierda toma partido siempre contra cualquier política que adopte el Estado de Israel, no sólo ahora, sino desde hace ya años; en muchos casos abogando por la destrucción a sangre y fuego del actual Estado de Israel, o tergiversando distintos acontecimientos.

No hay que olvidar que Karl Marx era antijudío. Sus abuelos eran rabinos, pero ya sus padres adoptaron el protestantismo luterano, y Marx era ateo. Marx escribió un libro, denominado “la Cuestión Judía”, en el que atacaba de diversas formas a los judíos. Quizá por esa razón los seguidores de Marx (casi toda la izquierda en mayor o menor grado) han adoptado el antisemitismo como seña de identidad.

Está claro que la izquierda tiene un amplio catálogo de ideas y acciones directamente inspiradas en el odio.

Veamos qué sucede con el otro epíteto que lanzan a sus enemigos, el racismo.

Desde una perspectiva de cristianos y españoles, defendemos todas aquellas políticas que a lo largo de la Historia practicó España en contra del racismo. Es famosa la expresión de Isabel la Católica: “todos los judíos de mis reinos son míos e están so mi protección e amparo, e a mí pertenesçe de los defender e amparar e mantener en justicia”, o las diferentes leyes de Indias, en las que se protegía legalmente a los indígenas de América.

El racismo es un fenómeno complejo, que discurre transversalmente en muchas culturas diferentes a lo largo de la Historia. Quizás su origen esté en una territorialidad mal entendida, desde al menos la edad de Piedra, en la que las pequeñas tribus de cazadores-recolectores identificaban como ajenos -y por tanto como enemigos- a los miembros de otras tribus, basados en características puramente físicas o materiales.

En cualquier caso, llaman la atención varios aspectos del racismo sobre los que la izquierda, tanto woke como clásica, parecen correr un tupido velo.

Siguiendo a la historiadora Elvira Roca (Imperiofobia y Leyenda Negra, 2.016) “Lutero era profundamente antisemita…” Cita de la obra de Lutero “Los judíos y sus mentiras, 1.543” el siguiente párrafo: “Debemos prender primero fuego a sus sinagogas y escuelas, sepultar y cubrir con basura todo aquello a lo que no prendamos fuego para que ningún hombre vuelva a ver de ellos piedra o ceniza” (op.cit.) (Fin de la cita)

Por otra parte, son famosos los insultos racistas que Karl Marx dedicó a Lassalle, aludiendo a su condición de judío y de negro (le llamaba nigger) con expresiones que hoy serían delito ¡porque  no le daba dinero!: En una carta a Engels fechada el 30 de julio de 1862, Marx escribió: “(Lassalle)…  es una especie de nigger judío. Su repulsiva negritud revela una mezcla de sangre negra y judía, que es la causa de su particularidad.» Así como a su yerno Paul Lafarge, que nació en Cuba en 1842, hijo de una madre «criolla». La carta de Karl Marx: “Mi querida Laura, Mi enhorabuena a Paul le candidat du Jardin des Plantes—et des animaux. Siendo, en su calidad de negro, un grado más cerca del resto del reino animal que el resto de nosotros, es sin duda el representante más apropiado de ese distrito. Esperemos que los animaux se salgan con la suya en esta lucha contra las bêtes.» (Marx/Engels Collected Works. Vol. 48. Letters 1887-90. [Engels a Laura Lafargue en París. Londres, 26 de abril de 1887]. pp. 52-54).

El Partido Demócrata de Estados Unidos (el de Kamala Harris y Obama, para el que no lo sepa) tuvo una fuerte componente racista en los Estados del Sur hasta bien entrado el siglo XX, en los años 60. Incluso el fundador del Ku Klus Klan, Forrest, era simpatizante del Partido Demócrata en el s XIX.

Ya como anécdota, comentaremos algunas experiencias personales, que tienen el valor que se les quiera dar.

En un país de Hispanoamérica, en el que estuvimos por motivos de trabajo, vimos con asombro que en los establecimientos comerciales o restaurantes había unos carteles a la entrada prohibiendo taxativamente el uso de expresiones o comportamientos racistas. Por lo visto es un fenómeno extendido en esas latitudes.

En otro país árabe en el que nos tocó estar, comprobamos el fuerte racismo institucional hacia las numerosas minorías de inmigrantes (tan islámicos como los naturales del país), que se manifestaba cotidianamente de mil maneras. El susodicho país tenía pocos cauces para la protesta. Su estructura feudal y la ausencia de instituciones (salvo las estrictamente islámicas) impedían cualquier tipo de protesta a lo Martin Luther King.

Lo mismo sucede en algún país excomunista que conocimos durante años, en el que los naturales del país demuestran un fuerte racismo contra determinadas minorías étnicas, así como frente a otras minorías nacionales que llevan siglos entre ellos.

En todos estos casos, el progresismo pasa de puntillas, y silencia lo que no le conviene. Una cosa es utilizar su industria audiovisual para llamar racistas a blancos “arios” o conservadores, y otra muy distinta es comprobar que puede haber estructuras racistas en países “latinoamericanos”, en sistemas islamistas o en países excomunistas, o peor aún en el racismo zafio de Marx. La visión woke tiene que seguir poniendo el foco en lo que le interesa vender.

Algo muy distinto es que los que no estamos en su onda desdeñemos comprarles su mercancía averiada.

Julio García | escritor

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