60 años de la construcción del muro de Berlín: «No debemos olvidar que era un paredón comunista»

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Cinco niños cayeron al berlinés río Spree mientras jugaban. Murieron ahogados ante los ojos de otros ciudadanos que no se atrevieron a rescatarlos porque la frontera que separaba el muro de Berlín estaba tan cerca que temieron ser fusilados si saltaban al agua. El miedo inundaba la ciudad. Todos sabían que los que huían de la parte oriental hacia la occidental ponían su vida en juego. No hacía falta tener ese propósito para acabar con una bala comunista alojada en el cuerpo. Hubo algún borracho que se acercó demasiado y otros que tan solo pasaban por allí. En este «paredón», como lo define Sergio Campos, murieron 140 personas, de las que treinta y una no tenía intención de cruzar. Del total de víctimas, catorce eran menores de dieciocho años y noventa y cuatro tenían veinticinco años o menos. Sus historias están recogidas en el libro En el muro de Berlín. La ciudad secuestrada (Espasa), publicado el año en el que se conmemora el 60 aniversario de su construcción.

Sergio Campos (Soria, 1976) vive en Alemania desde hace más de veinte años. Trabaja como bibliotecario y ha publicado artículos en varias publicaciones. Dice que contar la historia de esas 140 víctimas, sin agotar al lector, ha sido una tarea complicada pero que la ha llevado a cabo con el fin de que sus muertes no caigan en el olvido. «Era el libro sobre el muro que faltaba en español», asegura. Se basa en documentación oficial, estudios académicos, artículos periodísticos y testimonios.

El muro de Berlín se levantó el 13 de agosto de 1961, pero su planificación se esbozó una década antes. «Las potencias occidentales escucharon hablar de la Operación muralla china desde principios de los 50. El primer plan es de 1952 y lo presenta Ulbricht, máximo dirigente de la RDA, a Stalin porque la huida masiva de obreros cualificados de la zona oriental estaba siendo muy perniciosa para su gobierno. Esos planes llegan a los servicios secretos occidentales, pero no se les hace caso. Stalin muere en 1953 y el partido soviético decide que no es adecuado levantar el muro por cuestiones diplomáticas. Continúa huyendo gente y cuando la situación se convierte en insostenible, sobre todo tras la llegada de Kennedy al poder de EEUU, Ulbricht insiste en levantar el muro y se acepta», explica Campos.

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El hecho de necesitar una barrera para retener a tus propios ciudadanos denota la debilidad del sistema soviético: «Ya lo dijo un periodista en los años 60 y lo recogió Jean-François Revel. El fracaso del comunismo no se evidencia cuando cae el muro sino cuando lo tienes que levantar. Verte obligado a impedir el tránsito libre de tus ciudadanos es un gran fracaso«.

¿Quién huía?

Huía todo tipo de personas, pero sobre todo «obreros, ingenieros, fontaneros, electricistas… gente que lo único que quería era trabajar libremente, poder acceder a una vivienda, tener la libertad de comprarse un coche o decidir dónde vivir». «Cuando la gente cruzaba – recuerda Campos -, dejaban toda su vida atrás, pasaban con lo puesto. Me llamó mucho la atención la cantidad de gente que decía estar hasta las narices de lo pesados que eran los comunistas. Querían meterse en sus cerebros y constantemente les dictaban consignas con altavoces en el trabajo, en las calles, en los periódicos… No podían más con la intromisión en la vida privada».

Campos pone nombre, cara y pasado a estas 140 personas –incluidos bebés – que perecieron en el muro. «Hay un caso al que le estoy dando bastantes vueltas últimamente. Es el de una chica muy joven que se va con su novio y con otro amigo. Con la ayuda de una escalera, primero saltan los dos chicos y, cuando sube ella, al ser demasiado bajita, no llega. Le disparan y muere en la escalera. Me recuerda mucho a una escena de la película El espía que surgió del frio, basada en la novela de John le Carré, en el que la protagonista muere exactamente así».

Una construcción comunista

«Hablamos de las victimas del muro, pero debemos darle la entidad que realmente tiene: es una construcción comunista. Hoy en día, con el auge y la obnubilación que muchos tienen con el comunismo, conviene aclarar estas cosas que son lógicas. Por ejemplo, en el memorial del muro, no hay ni una sola mención a los asesinos. La única mención que hay al comunismo se debe a la insistencia de las asociaciones de víctimas».

Vivir en la capital alemana ha dado a Sergio Campos otra perspectiva. «Creo que hay una cierta tendencia a querer olvidar que existió el muro y creo que se debe a que, desde el 2001, tienen al ex partido comunista en el Gobierno. Su acción política ha llevado siempre a minimizar todo aquello que pretenda recordar que el muro es una construcción comunista».

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Alberto Garzón, con un chándal de la RDA.

Esto no solo ocurre en Alemania: «A mí me parece un escándalo que una persona como Alberto Garzón, que ahora es ministro, se fotografíe en su casa con un chándal de la RDA; y peor me parece que nadie en el Parlamento le haya preguntado si llevar ese chándal significa que pretende un sistema así para España, un sistema dictatorial y criminal para los españoles».

Campos se asombra del blanqueamiento que se ha hecho sobre el comunismo en nuestro país. «Cuesta mucho entender que es una dictadura que se basa en el exterminio de la disidencia, siempre será un sistema criminal y violento. Eso la gente no lo quiere ver», reflexiona. Asimismo, cree que podría volver a repetirse: «En un país comunista, sin lugar a dudas que podrían volver a levantar un muro. Se instaura un sistema de terror y la gente empieza a huir en masa, perfectamente podría volver a ocurrir».

Los delatores de ‘a pie’

La crueldad del sistema impuesto por la RDA hizo que el miedo fuese más fuerte que cualquier lazo afectivo. Ciudadanos de a pie denunciaban constantemente a los que planeaban huir. «Es un tema muy complejo porque los principales verdugos son los dirigentes políticos. El muro de Berlín no se levanta si antes no ha habido un exterminio total del disidente. Había una población aterrorizada por los servicios secretos soviéticos porque sabían que, si se oponían, podían ser secuestrados, llevados a Rusia y ejecutados«, asegura el autor.

«Cuando se derriba el muro y se recuperaron las actas de la Stasi, muchas familias descubrieron que los padres habían delatado a los hijos, los hijos a los padres, las mujeres a sus maridos, etc. Es realmente terrorífico y no se puede juzgar. Había un informante por cada ochenta y nueve habitantes, eso es casi uno por cada bloque de vecinos», añade.

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Reunificación | Cordon Press

El muro de Berlín, conocido también como el muro de la vergüenza, se construyó en una madrugada y estuvo más de veintiocho años en pie, desde el 13 de agosto de 1961 hasta el 9 de noviembre de 1989. Cerca de veintinueve millones de personas vivieron la dictadura comunista en Alemania. Los historiadores consideran que, de ellas, 3,5 millones, pueden ser denominadas víctimas —exiliados, refugiados, fugados, presos políticos, secuestrados, asesinados, expropiados, espiados—, entre las cuales hay 1.722 muertos y más de 42.000 heridos.

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En En el muro de Berlín. La ciudad secuestrada no solo se habla de los muertos y los verdugos, también de algunos de los que consiguieron escapar. Incluye fotografías de los fallecidos en la llamada Ventana del Recuerdo del Memorial de la Bernauer Strasse.

Sergio Campos. En el muro de Berlín. La ciudad secuestrada.

(Laura Galdeano. Libertad Digital)

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