Tenían que entrar en vigor en todas las ciudades de más de 50.000 habitantes, la mayoría no lo ha hecho y quizás tarden más de año y medio o dos en ponerlas. Con esta medida se impide a los menos poderosos el acceso en vehículos. Lo dice Bruselas y no podemos decir nada, lo han puesto en la rimbombante “Agenda 2030”, la de los 17 puntos que siguen al pie de la letra y cuyas consecuencias estamos pagando ahora. Como escribí anteriormente, hemos cambiado “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”, de Winston Churchill, por “frío, hambre, pobreza y paro”. El diésel contamina por CO2 y NO2, y las fábricas han adelantado y ya no expulsan azufre y otras sustancias nocivas para la salud.
Sucede que en las ZBE (zonas de bajas emisiones) vive gente que tiene cocinas y calefacción con gas, bares, restaurantes, hoteles en donde muchos de ellos también utilizan el gas, que, además de ser altamente explosivo -lo hemos comprobado en las últimas cinco décadas-, emite lo mismo que el diésel. Además, el CO (monóxido de carbón) y SO2 (dióxido de azufre), ambos muy contaminantes, los emiten los procesos industriales, la transformación de energía, la gestión de los residuos, la agricultura, silvicultura y otros usos de la tierra. Como en otras ocasiones, se va por el más fácil de controlar, sin que se tenga en cuenta que la ciudadanía que lo sufre es la que menos posibilidades económicas tiene. Claro que, como hemos leído en muchos comentarios, se aplica el lema globalista “no tendrás nada, pero serás feliz”, que es un resumen de a dónde quieren llevarnos.
No pienso que los vehículos tradicionales desaparezcan; dos razones me llevan a ello: la primera, que los eléctricos son caros y no ecológicos en su fabricación y en el cambio de baterías; la segunda es que son caros en su compra y en su carga, no pensemos en una salida de vacaciones o puente cargando 18 millones, ¿hay energía suficiente? Sin contar el coste de la misma. Hay mucho más detrás, por ello debemos movilizarnos pacíficamente y con nuestro voto. Sé que una gran mayoría piensa que no debemos continuar por ese camino. La esperanza está ahí y venceremos, de lo contrario se cumplirá lo escrito por sir Francis Bacon: “Quien se niega a aplicar remedios nuevos, debe aprestarse a sufrir nuevos males, porque el tiempo es el mayor innovador”.
Jacinto Seara | Científico y escritor