Siete veces en que el Gobierno se rio de nosotros

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Son innumerables las mentiras y los errores de gestión en España de esta pandemia que se cobrado 120.000 vidas. Aquí están algunos de los peores.

Desde el «España no va a tener más allá de algún caso diagnosticado» y el general «no se podía saber» que sirvió de excusa para retrasar las restricciones más allá del 8M, los protagonistas de la gestión del coronavirus en España han protagonizado innumerables momentos sonrojantes que, de momento, no les han pasado factura. Un año después, Fernando Simón sigue dando sus ruedas de prensa habituales; Salvador Illa dio el salto a la política catalana tras utilizar la pandemia de trampolín y Pedro Sánchez continúa hablando de «resiliencia» mientras España se ve enfrenta a una de las peores crisis de su historia. Aunque elegir es muy difícil, estos quizás sean los momentos más indignantes de quienes debían tratar de limitar los efectos de la pandemia en España:

1. Los muertos

«Gracias al estado de alarma hemos salvado miles y miles de vidas en nuestro país. Según estudios científicos independientes, 450.000 vidas» (Pedro Sánchez, 20 de junio de 2020)

A día de hoy, el Gobierno sigue sin reconocer la cifra real de fallecidos a causa del coronavirus en España. Sanidad admite algo más de 71.000; organismos oficiales como el INE y el Instituto Carlos III apuntan a un exceso de mortalidad de miles de personas más y otras fuentes como los servicios funerarios señalan que rozan los 120.000 hasta febrero. El director del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias siempre ha minimizado el llamativo hecho de que un país no sea capaz de contar a sus muertos. En mayo, cuando ya eran evidentes las incoherencias, señaló que no se podía decir a qué se debían esos «incrementos estadísticos», si «a un accidente de tráfico enorme» o «por infarto, por coronavirus o por cualquier otra enfermedad». En su ya famosa entrevista de la chaqueta de cuero y la moto, lanzó esta reflexión cuando el periodista le preguntó:

¿Qué más da una cifra más alta que otra o más baja cuando hablamos de 28.000 víctimas? ¿Cambia algo? Ya lo dicen algunos periodistas, que un muerto resulta noticia y mil ya pasan a ser estadística. Los datos son útiles si sirven para entender el problema y darle solución. Nuestro trabajo no tiene que ver con individuos, sino con poblaciones. Hemos compuesto el puzle con lo que nos proporcionaban las comunidades autónomas.

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2. Las cifras

«En algún momento hemos podido pecar, fíjese lo que le voy a decir, de un exceso de transparencia» (Fernando Simón, 9 de junio de 2020)

Muy relacionado con el tema de los muertos está el caos general de las cifras sobre el coronavirus, confusas y erráticas desde el principio de la pandemia. Desde el principio el Gobierno se escudó en que los datos los daban las comunidades autónomas: algunas de ellas publicaban datos los fines de semana, otras no; en ciertas regiones, como Cataluña, bailaban llamativamente las cifras de contagios de unos días para otros; tampoco cuadraban las cifras de PCR, se cambió de criterio sobre la marcha en varias cuestiones y varias ocasiones… Sobre el caso concreto de las cifras de fallecidos, el Ejecutivo alegó que los únicos muertos que había que contar según la OMS era aquellos con PCR confirmada, algo que era directamente mentira.

Un año después, el caos estadístico continúa: las cifras que dan las autonomías y el Gobierno rara vez coinciden en ningún aspecto -contagios, hospitalizados, ingresados en UCI…- y se dan episodios como la súbita aparición, el pasado 4 de noviembre, de nada más y nada menos que 1.600 fallecidos que irrumpieron en la estadística de golpe.

3. El espejismo del verano

«La pandemia está controlada» (Pedro Sánchez, 2 de julio de 2020)

Quizás el mayor fallo del Gobierno tras el retraso en la aplicación de medidas fue dar a entender a la población que, tras pasar por uno de los confinamientos más severos del mundo, la pandemia había quedado atrás. El presidente del Gobierno, que se ocupó de informar él mismo de cada hito de la desescalada, animó literalmente a los españoles, ansiosos de recuperar su vida, a «perder miedo» al virus y «disfrutar de las terrazas». «Hemos vencido al virus», llegó a decir.

Era mentira y las cifras pronto le dejaron en evidencia, pero para entonces el Gobierno ya había decidido pasar a un segundo plano y que fueran los gobiernos autonómicos los que apechugaran con la segunda ola.

4. Las mascarillas

«En una situación de escasez en el mercado de mascarillas quisimos ser muy prudentes» (Fernando Simón, 20 de mayo de 2020)

En medio de la catástrofe de las primeras semanas el Gobierno, amparado por la OMS, siguió defendiendo que las mascarillas no eran necesarias. Tampoco decía la verdad y así lo admitió el propio Fernando Simón cuando el Ejecutivo pasó de un extremo a otro y las hizo obligatorias en todo ámbito público. En ese momento Simón admitió que ante la escasez mundial quisieron ser «prudentes a la hora de hacer recomendaciones que no se pudieran aplicar», es decir: las desaconsejó por el hecho de que no había suficientes.

En medio del despropósito, desde el Ejecutivo y sus portavoces mediáticos se criticó que gobiernos como el de Madrid regalaran mascarillas FPP2 primero a toda la población y luego a los mayores. A día de hoy, el Gobierno sigue defendiendo el uso de estas mascarillas sólo en la población especialmente expuesta, como el personal sanitario.

5. Los aerosoles

«No hay evidencias sólidas de que haya habido transmisión probada por aerosoles en medios sociales normales» (Fernando Simón, 1 de octubre de 2020)

Muy relacionado con el tema de las mascarillas está el de los aerosoles, la que es considerada hoy como principal vía de transmisión del virus: minúsculas partículas que exhalamos al respirar y que pueden quedarse flotando en el aire. Desde el principio se vio que era una importante vía de infección y con los meses cada vez más expertos alertaron de que era la principal. Todavía en otoño, Simón se resistía a aceptarlo: «No hay evidencias sólidas de que haya habido transmisión probada por aerosoles en medios sociales normales, si bien hay grupos que están proponiéndolo como un mecanismo de transmisión posible».

No aceptar esta vía de contagio como la principal implicaba errar el tiro a la hora de dar pautas a los ciudadanos para protegerse: ventilar, evitar espacios cerrados concurridos y usar bien la mascarilla, sin huecos, aun existiendo distancia social.

6. Barajas: PCR y variantes

«Los viajeros no tienen que suponer un riesgo si no tienen el virus, no hay que tener miedo de los viajeros que puedan llegar» (Fernando Simón, 18 de junio de 2020).

Aún está por ver qué importancia tendrán las variantes del virus en un futuro pero la aparición de algunas sospechosas de ser más transmisibles hizo que muchos países optaran por blindar fronteras. No fue, ni sigue siendo, el caso de España, con Barajas como principal ejemplo desde este verano.

El propio Simón en una nueva frase que le perseguirá dijo en enero que en España la variante británica tendría un «impacto marginal». Diez días después tuvo que rectificar y apuntó que podría convertirse en «dominante» en marzo.

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7. Las vacunas

España será «el primer país de la Unión Europea junto a Alemania» en tener un plan completo de vacunación contra Covid-19 (Pedro Sánchez, 20 de noviembre)

Desde finales del año pasado el Gobierno, fue dando cuenta de los «millones» de dosis que iban a llegar a España y que iban a conseguir que para verano de 2021 el 70% de la población estuviera vacunado. Tras las promesas y la primera caja, decorada con la publicidad del Ejecutivo, llegó la realidad: había muchos millones de dosis previstas pero la demanda mundial y la poca pericia de la UE en la compra conjunta está provocando que escaseen en Europa y que el ritmo de vacunación esté siendo muy lento. También anunció Sánchez un «Plan de Vacunación» pionero para hacer frente a la llegada de las vacunas, pero ni éramos los primeros ni el documento, de menos de veinte páginas, respondía a las cuestiones esenciales.

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Mientras, cada CCAA trata de hacer frente al problema de la falta de vacunas y a otras cuestiones sin un criterio único: no hay consenso sobre si hay que guardar segundas dosis o sobre el último problema surgido, la investigación sobre un lote de la vacuna de AstraZeneca tras varios casos de trombos en Austria. Algunas han suspendido la vacunación y otras no. Sobre esta vacuna, por cierto, Sanidad sigue diciendo que no debe administrarse a mayores de 55 años, como hicieron en un primer momento países como Alemania por una supuesta falta de datos. La consecuencia es que que la vacunación se está ralentizando todavía más entre los que más la necesitan, los mayores. Alemania, Francia, Italia y Grecia, entre otros, ya han rectificado. España todavía no.

(M.R. Martín. Libertad Digital)

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