Rod Dreher: «Muchos cristianos no quieren pagar el precio de defender la vida, la familia o la fe.»

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Rod Dreher ya era un periodista reconocido cuando publicó La opción benedictina en 2017 pero su fama no ha hecho más que crecer desde entonces. Live not by lies, una propuesta de acción cristiana en un mundo donde la política es el pan de cada día, salió en 2020. Ahora está preparando otro libro que conformaría una trilogía que conecta dos mundos que algunos se empeñan en separar: el mundo espiritual y el mundo material. Dos realidades que han estado siempre unidas en el ser humano y que, desde hace relativamente poco, parecen condenadas a no cruzarse nunca más.
El periodista Javier Villamor ha hablado con él para el diario El Debate, y que por su interés reproducimos fragmentos de la misma.
–¿Cree que es fácil vivir como un cristiano fiel en nuestro tiempo?
–Hay una cita famosa de Léon Bloy, un escritor católico francés que decía «la única tragedia es no ser santo», porque no importa qué circunstancias tengamos en la vida, si somos ricos, si somos pobres, si estamos casados, solteros, lo que sea. Todos tenemos la posibilidad de ser santos, de ser seguidores completamente entregados de Cristo. Antiguamente, quizás, era más fácil ser cristiano, al menos nominalmente. Hoy la gente entiende mejor qué tipo de radicalismo se necesita para ser fiel y eso también ayuda a reconocerse. Si quieres ser un fiel seguidor de Cristo, es muy difícil participar en la vida moderna.
Muchos cristianos no quieren pagar el precio de defender la vida, la familia o la fe. En Praga conocí a una anciana católica, Kamila Bendová, que me explicó cómo su marido, político democristiano ya fallecido, pactó con una izquierda alternativa para hacer frente al totalitarismo siendo ellos católicos. Su justificación fue que muchos en sus filas en el fondo eran unos cobardes. Creo que ese es el tipo de mentalidad que va a hacer falta ahora. Si vamos a ser santos, vamos a tener que estar preparados para sufrir de formas que la gente no ha sufrido antes, al menos en Estados Unidos. En España sabemos por la Guerra Civil lo que significa esto, nadie puede explicarles a los españoles lo que es sacrificarse por la fe
Ahora la muerte es lenta, te separan de la sociedad. Nadie quiere estar contigo. Nadie quiere hablar contigo….
Esto es totalitarismo blando. Ahora el Estado cae sobre ti, pero es totalitarismo blando, no hacen falta gulags o campos de concentración. Logran el mismo objetivo de aislarte.
–Y es aún peor, porque no ves lo que viene. Ahora las fronteras no son tan obvias, hay intenciones ocultas en la mayoría de las propuestas políticas.
–Hay un tipo socialista en EE. UU. que ha sido cancelado por el periódico Seattle Times, el medio en donde era columnista, por la presión que ha ejercido la izquierda después de que criticara que se erigiera una estatua de Lenin en la ciudad. Él es judío y su familia fue tanto perseguida por los nazis como por los comunistas. Pues resulta que extremistas de izquierda le atacaron llamándolo nazi (¡a un judío cuya familia sufrió la persecución!) y el periódico le ha acabado despidiendo. Como se puso en el lado equivocado de la izquierda, aunque es socialista, no importó. Perdió su trabajo. Ese es el tipo de totalitarismo blando del que estamos hablando, en el que no sabes dónde va a estar la línea roja.
–Una mesa es una mesa.
Lo woke censura todo. Estamos viviendo un trastorno de la personalidad que se ha apoderado de todo lo público, donde no puedes hablar de cosas que van en contra de la sensibilidad, de los sentimientos de la gente que tiene esas opiniones porque te acusan de negarles su derecho a existir.
–¿Y España?
–No entiendo lo que está pasando en España. Vi el año pasado a la ministra de Igualdad, esa mujer comunista, Irene Montero que hablaba de que los niños deberían ser libres para tener sexo con quien les dé la gana. En Estados Unidos, si me hubieras dicho hace diez años que tendríamos escuelas fomentando la ideología de género y estos libros sexuales pornográficos entre los niños, te habría dicho que eso nunca ocurriría. Ahora muy pocos protestamos. ¿Estamos tan desmoralizados?
–Ni siquiera puedes hablar de ello.
–Exactamente. Yo vivía en Nueva York el 11 de septiembre. Vi caer las torres con mis propios ojos. Estuve tan traumatizado por ello que me creí todo lo que decía el gobierno para justificar la guerra en Irak. Me equivoqué. Después de darme cuenta de las mentiras que se dijeron para justificar esa guerra, juré que nunca más volvería a creer automáticamente lo que dijera mi gobierno o lo que dijeran los medios de comunicación. Ahora aquí estamos 20 años después en Ucrania. Rusia no debería haber invadido el país. Pero sé que la situación es mucho más complicada de lo que dicen nuestros medios de comunicación y nuestros gobiernos. Y, sin embargo, estamos otra vez igual. No se puede discutir. Si cuestionas la línea oficial de la OTAN o del gobierno estadounidense o de la UE o de los medios de comunicación, debes de estar del lado de Putin.
–En política te conviene entender la mente de los demás.
–Lo de Ucrania lo traigo a colación como ejemplo de cómo se fabrica la opinión. Aquí, en Europa, vemos cómo Washington y los burócratas de Bruselas obligan a muchos países europeos a actuar en contra de sus intereses económicos. Hace dos años, conocí a algunos parlamentarios ugandeses que me dijeron que China está avanzando tanto en África porque no se entromete en la política interna de los países como hace Estados Unidos o Europa. Mientras tanto, Washington y presionan para que todo en el mundo sea como ellos. Lo mismo le está ocurriendo a Hungría. Es un país occidental. Quieren estar en la OTAN. Quieren estar en la UE. Pero están hartos de ser intimidados por Bruselas y Washington. El embajador estadounidense que tenemos aquí en Budapest es gay y siempre está sermoneando a los húngaros sobre lo retrógrados que son en materia de LGBT. Es obvio que tiene un interés personal en el ataque, pero ¿qué clase de embajador de un país va a otro país y les dice lo atrasados que están?
–Es difícil porque es casi imposible de concebir.
–Por eso sigo hablando de la opción benedictina y de cómo los cristianos creemos en la familia y la tradición y cosas así. Debemos encontrar la manera de vivir de forma que perdure, aunque todo se venga abajo. No podemos rendirnos sin más. Tenemos que luchar política e incluso militarmente si llega el caso. Pero si perdemos, no podemos rendirnos. Por algo en España, bajo los moros, la cultura y la religión españolas sobrevivieron en muchos lugares. Tenemos que aprender de ese tipo de cosas, cómo mantenerlas en pie, incluso bajo la persecución y más viviendo en una sociedad más parecida a la que imaginó Huxley que Orwell.
El disidente, para mantener su integridad, tiene que aceptar el sufrimiento como parte de la condición humana. De eso se trata. La gente de hoy no quiere aceptar el sufrimiento, ni siquiera los cristianos. Por eso vamos a ver perderse a tantos cristianos.
–Benedicto dijo que el futuro para nosotros los cristianos es volver a las catacumbas, y en cierto modo estamos yendo hacia allí.
–Sí, absolutamente. Este verano conocí en Eslovaquia a un hombre llamado Vladimir Palko, político y católico. Fue ministro del Interior en el gobierno poscomunista. Escribió un libro hace diez años titulado «Vienen los leones» sobre la persecución anticristiana en Europa. Su libro llegó a Benedicto XVI y este le escribió una carta diciendo: “El poder del Anticristo crece cada día, reza por un fuerte liderazgo de la Iglesia«. Si alguien como el Papa Benedicto, que fue uno de los hombres más santos del siglo XX, dice »el poder del Anticristo está creciendo», es mejor creerlo. Será mejor que nos preparemos para ello. Esa es una de las razones por las que me gusta estar aquí en Europa, porque aquí en Europa encuentro que los cristianos -especialmente los jóvenes, casi siempre católicos que se toman la fe en serio- no son tontos.
–Ahora que menciona a Europa, parece que la sociedad de Huxley escrita hace muchos años es en realidad la Unión Europea -o al menos va camino de serlo-.
–Sí, sin duda. En los EE. UU., los sectores público y privado eran centros de poder en competencia y eso significaba una sociedad más libre. Ahora, sin embargo, bajo lo woke, el gobierno y las instituciones gubernamentales y todas las instituciones de la sociedad privada -grandes empresas, medios de comunicación, universidades, derecho, medicina- forman esta entidad gobernante totalitaria de facto. El gobierno en Estados Unidos no va a venir a decirte lo que tienes que hacer de la manera que lo haría en Europa porque el gobierno no tiene tanto poder jurídico, pero no lo necesita si las grandes empresas ya van a imponerte lo woke.
–Y luego alguien dice que hay un problema con el Estado de Derecho porque has votado en el sentido equivocado.
–También se lo hicieron a Polonia, y lo van a hacer cada vez que un país europeo vaya contra Bruselas. Me pregunto qué va a hacer falta para que los europeos se levanten y se den cuenta de lo que les están haciendo. Suecia tendrá un 30% de musulmanes en unos años por culpa de todos los inmigrantes que acogió la izquierda.
Viktor Orbán ha dicho -y creo que tiene razón- «miren, no queremos decir a otros países lo que deben hacer. Deben ser fieles a sus propias tradiciones y a lo que decida el pueblo. Pero pedimos lo mismo para nosotros». Creo que es la única forma sensata de vivir, pero Bruselas no lo consentirá, George Soros no lo consentirá en absoluto y el Foro Económico Mundial tampoco. El orador favorito del FEM, el israelí Yuval Noah Harari, dijo que el organismo es un algoritmo. Ellos creen que la persona humana no es más que un algoritmo que puede ser manipulado y debe ser manipulado para crear el nuevo hombre. Ya hemos pasado por esto.
–Nuestros gobiernos dicen que están en contra del régimen de China. Pero poco a poco están introduciendo el mismo sistema de control, solo que utilizan otras estrategias. En Europa será para luchar contra el cambio climático, que es algo completamente absurdo.
–Se acabará aceptando porque la vida es muy difícil si no lo haces de esa manera. Y ahora los bancos centrales están hablando de imponer monedas digitales, eso sí que es game over porque todo lo que tienen que hacer para que no puedas comprar o vender es presionar un botón y serás apartado de toda la sociedad.
–¿Puede darnos algunas ideas sobre lo que podemos hacer contra todo esto, política o espiritualmente hablando?
El sistema quiere que todos olvidemos porque la gente que no tiene memoria de cómo eran las cosas en el pasado no tiene resistencia a cómo intentan cambiarlas. Cuando hablo con los profesores, me dicen que los niños de hoy no saben nada de lo que ocurrió hace más de cinco años. Tenemos que recuperar nuestra historia y enseñársela a nuestros hijos, no sólo los hechos históricos, sino nuestra literatura, nuestras historias nacionales, nuestra religión. Todas estas cosas tienen que transmitirse de persona a persona, para dar una base de memoria cultural a nuestro pueblo, porque sin eso, vamos a estar completamente manipulados.
En segundo lugar, tenemos que profundizar mucho en nuestra fe y estudiar la vida de los santos, especialmente la de los mártires, pero no sólo como buenos ejemplos. También tenemos que estudiar cómo sobreviven las comunidades cristianas en el pasado e incluso en el presente en lugares que son perseguidos. Tenemos que ver cómo se las arreglan para aferrarse a la fe. Tenemos que enseñar a nuestros hijos y a nosotros mismos un nivel de fe que esté preparado para sufrir. Esa es la clave: el sufrimiento.
(Con informacion de Javier Villamor /El Debate)

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