Poner rostro a la nebulosa yihadista en un terreno minado

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Ante la amenaza de la nebulosa yihadista, el Gobierno francés prepara una batería legislativa para reforzar el control sobre las asociaciones religiosas y evitar el adoctrinamiento de niños musulmanes.

La amenaza es líquida y difícil de identificar. El yihadismo ha dejado en Francia un reguero de más de 250 muertos desde 2015. Si este frenesí violento se asociaba hace cinco años con el pseudocalifato del Estado Islámico, con atentados teleguiados desde Siria como el del 13-N en París, ahora el epicentro de este terrorismo resulta más difícil de precisar. Ninguno de los autores de los recientes ataques en Niza y contra el profesor Samuel Paty estaba fichado por los servicios de Inteligencia franceses. Sin duda, un problema para las autoridades.

Poner un rostro a la nebulosa yihadista. Es una de las ventajas del proyecto de ley francés contra el “separatismo” islamista, que el Ejecutivo centrista presentó el 9 de diciembre y con el que pretende combatir ideológicamente el fundamentalismo religioso. Para ello, prepara una batería legal que permitirá reforzar el control de la financiación de asociaciones religiosas, evitar el adoctrinamiento de menores o castigar las campañas de odio en las redes. La Asamblea Nacional debería aprobar durante la primera mitad de 2021 esta ley con que el macronismo se adentra en un terreno minado: el de confrontar con los apologetas del islamismo sin discriminar al resto de musulmanes.

Macron da por zanjado con esta ley el acalorado debate en los últimos años en la academia francesa sobre las motivaciones del yihadismo. La controversia entre las tesis del politólogo Gilles Kepel, que explica este fenómeno por la “radicalización del islam”, y las del investigador Olivier Roy, que habla de la “islamización de la radicalidad”, por lo que enfatiza más en el desarraigo social de los jóvenes musulmanes de la ‘banlieue’ (suburbio) y la atracción nihilista del terrorismo. Tras haber hecho correr ríos de tinta en la prensa francesa, este combate de boxeo intelectual, según el presidente, tiene un ganador claro: Kepel y la dimensión religiosa de los atentados.

De hecho, resulta evidente en el proyecto de ley la influencia de universitarios afines a Kepel, como Bernard Rougier o Hugo Micheron. Este último publicó a principios de año el libro ‘Le jihadisme français’ (‘El yihadismo francés’), que tuvo una gran acogida entre las altas esferas. En este ensayo, describía la constitución de “ecosistemas islamistas”, compuestos por mezquitas, restaurantes de comida ‘halal’, cibercafés, escuelas confesionales y asociaciones culturales o deportivas. En las manos de los “salafistas-yihadistas”, estos lugares de sociabilización favorecen “una lógica de ruptura con la sociedad global y sus instituciones”, asegura Rougier en el libro ‘Les territoires conquis de l’islamisme’, con unas tesis similares a las de Micheron.

Cuando habla de “separatismo”, Macron no se refiere a los nacionalistas de Córcega, sino a estos “ecosistemas islamistas”. “Hay en el islamismo radical, una voluntad reivindicada (…) para crear un orden paralelo”, afirmó a principios de octubre el joven dirigente. El primer ministro, Jean Castex, explicó que con la nueva legislación quieren acabar con las “asociaciones deportivas en que se realizan actos de proselitismo religioso, las asociaciones culturales que se convierten en plataformas de influencia extranjera” o evitar que los niños “dejen de ir a la escuela para recibir una educación comunitaria” en, por ejemplo, colegios clandestinos islámicos. Unos objetivos nobles, pero que corren el riesgo de reforzar la amalgama entre musulmanes y yihadistas.

Foto: Ataúd de uno de los tres policías asesinados por otro trabajador de la Administración. (Reuters)

Contra el adoctrinamiento a niños

“Este proyecto de ley no es un texto contra las religiones ni contra la religión musulmana en particular”, defendió Castex durante su presentación. Sin embargo, los mismos cambios en el nombre de la legislación reflejan su carácter polémico. Tras haber sido presentada a principios de octubre como una batería legislativa contra el separatismo islamista, esta adoptará al final un nombre mucho más neutro: “Proyecto de ley para reforzar los principios republicanos”. “El concepto de separatismo islamista resulta problemático, ya que nos hace pensar que hay personas que quieren hacer secesión de Francia cuando en realidad el salafismo crece en aquellos territorios abandonados por el Estado”, explica Elyamine Settoul, experto en el yihadismo e investigador en el CNAM de París, a El Confidencial.

En concreto, la nueva legislación limita a casos muy aislados la educación en el domicilio en lugar de la escuela. Actualmente, unos 62.000 niños franceses son instruidos de esta forma, pero solo 5.000 de ellos lo hacen por convicciones relacionadas con la religión musulmana. “Pero este fenómeno se está intensificando y cada vez hay más padres salafistas que sacan a sus hijos de la educación pública” y los llevan a colegios clandestinos islámicos, reconoce Kettoul.

El texto da más poder a la Administración para controlar el funcionamiento y el financiamiento de asociaciones religiosas. Deberán firmar un contrato de “compromiso con los valores de la República” en el caso en que pidan subvenciones públicas. Y devolverlas si no los respetan. Además, refuerza la capacidad de los prefectos (delegados del Gobierno) para denunciar ante la Justicia las decisiones de administraciones locales incompatibles con los “valores republicanos”; por ejemplo, con el establecimiento de horarios no mixtos en las piscinas municipales.

Foto: Un coche de la policía patrulla frente a la Gran Mezquita de París. (EFE)

También creará un nuevo delito de “presión separatista islámica”. De esta forma, se sancionarán específicamente las amenazas y la difusión en las redes de informaciones personales o familiares de una persona. Un dispositivo incorporado en el texto en respuesta a la decapitación en octubre del profesor Samuel Paty. El docente fue objeto de una campaña de odio en internet antes de ser decapitado por haber mostrado las caricaturas de Mahoma en una clase sobre la libertad de expresión.

Francia reforzará su capacidad coercitiva al establecer que todos aquellos actos de apología del terrorismo o de provocación de actos terroristas comporten una inscripción inmediata en los ficheros de autores de delitos terroristas. Además, la futura legislación prohibirá llevar y expresar signos religiosos a los trabajadores de las empresas que colaboren con la Administración. Una posibilidad que ya estaba contemplada desde que en 2016 la legislación incorporó la posibilidad de que las empresas prohíban a sus empleados mostrar cualquier símbolo religioso.

Los franceses, preocupados por el islamismo

Esta ley “sigue la misma lógica que otras medidas respecto a la religión adoptadas en las tres últimas décadas en Francia, en las que se ha producido un endurecimiento del concepto de laicidad”, sostiene Philippe Portier, director de Estudios en la prestigiosa École Pratique des Hautes Éudes de París. Este experto recuerda la legislación adoptada en 2004 para prohibir el uso de símbolos religiosos en las escuelas e institutos, como el velo islámico, así como la legislación de 2010 que estableció como delito cubrirse el rostro en el espacio público, con la mirada puesta en el burka y el ‘niqab’. “La inseguridad cultural no ha dejado de crecer en los últimos años entre los franceses, que sienten que se confrontan a fenómenos de dislocación”, añade Portier.

Protestas contra Macron en el mundo musulmán. (Reuters)
Protestas contra Macron en el mundo musulmán. (Reuters)

Según un sondeo reciente del instituto Via Voice, el 88% de los franceses dice estar preocupado por el crecimiento del islamismo. El Ejecutivo macronista pretende responder ante esta inquietud. Además de preparar una batería legislativa, en las últimas semanas las autoridades mostraron músculo ante el yihadismo con el anuncio de la expulsión de 231 extranjeros fichados por radicalismo islámico —por ahora, solo deportaron a 66—, multiplicando los controles en mezquitas y con la ilegalización de colectivos musulmanes, como la controvertida asociación humanitaria Baraka City o el Colectivo Contra la Islamofobia (CCIF).

“Todos estos anuncios se producen en un contexto preelectoral”, cuando apenas falta un año y medio para las presidenciales de 2022, asegura el politólogo François Burgat, director de investigación emérito del CNRS. Según este experto en el islam político, “Macron sabe que sus reformas económicas lo alejaron de una parte del electorado de centro-izquierda que lo llevó al Elíseo en 2017 y ahora busca apoyos entre los votantes de la derecha o incluso de la extrema derecha”. De hecho, Burgat se muestra especialmente crítico con la disolución del CCIF, que “instaura el delito de opinión en Francia”. “No demostraron ningún vínculo con yihadistas, solo les reprocharon opiniones”, añade.

De hecho, Macron ha experimentado prácticamente un giro copernicano en su visión sobre el islam. Mientras en 2016 denunciaba la “laicidad revanchista” que actuaba como un arma contra la “religión musulmana”, en octubre no dudó en afirmar que “el islam es una religión que está en crisis, en todo el mundo”. Esta posición más dura coincide con los cambios discursivos del joven dirigente. En lugar del liberal que quería poner Francia ‘en marcha’, ahora quiere presentarse como el ‘presidente protector’. Por este motivo, impregna sus discursos de referencias a la patria francesa y elogios a la soberanía europea.

Sin embargo, esta nueva versión de Macron en la lucha contra el islamismo corre el riesgo de focalizarse en exceso en la coerción. “En realidad, la nueva ley puede favorecer el propósito de los salafistas y los yihadistas”, que aspiran a acentuar las tensiones entre las distintas comunidades francesas, advierte Kettoul. “Ahora no dejarán de repetir que Francia es un país islamófobo”, sostiene. La propuesta macronista contra el ‘separatismo’, según él, peca de la ausencia de medidas para contrarrestar el desarraigo social de la ‘banlieue’, combatir el racismo contra los musulmanes o promover una nueva élite que genere referentes entre esta minoría.

En el caso del islam, la promesa original del macronismo de “unir lo mejor de la derecha y la izquierda” se decanta por una sola vía: las restricciones. Por reforzar la capacidad de control del Estado de las prácticas religiosas.

(Enric Bonet. El Confidencial)

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