Menos mal que nos queda Portugal | Javier Toledano

Share on facebook
Share on twitter
Share on linkedin

Adoro Portugal. He visitado unas cuantas veces el país vecino y siempre he tenido allí la sensación de estar mejor que en casa. El paisanaje es más educado que el nuestro, como de aquí a Oporto. Discretos, prontos a ayudarte, a indicarte el camino. Claro que de todo habrá, como en botica. Y me fastidia ver a mis connacionales por la Alfama arrugando el morro para decir que los portugueses “están más atrasados que nosotros”, pavoneándose y haciéndose notar por la calle largando berridos y comentarios chuscos. Dale cuartos a un patán y tendrás un patán con cuartos en el bolsillo.

Un buen amigo montó una academia de español en Lisboa. Por entonces España asomaba la cabeza en el concierto de las naciones y no faltaba interés por aprender nuestro idioma. Había demanda, cuota de mercado, bien entendido que no hay portugués que no te coloque unas frases en nuestra lengua y que, a fin de cuentas, con un poco de buena voluntad y poniendo el oído al caso, la suya no presenta grandes dificultades para una aceptable comprensión. Ahora España es la irrisión continental, entre otras cosas porque ya sabe Europa que en buena parte de nuestro país, el alumnado ni siquiera es escolarizado en la lengua oficial, vulnerando la propia Constitución, el sentido común y el interés de sus nacionales. Es por esa razón, más que por ninguna otra, que España es una nación “desnacionalizada” y fallida.

Para muestra un botón: ahí tenemos a la consejera de Educación del gobierno local de Cataluña, “representante ordinario del Estado”, arrea, diciéndole a la delegación europea destacada recientemente a Barcelona (a causa de las excluyentes normativas lingüísticas aplicadas en algunas regiones), que los alumnos catalanes “aprenden el idioma español en su registro culto y académico mirando la tele” (textual), lo mismo “Sálvame” que “La isla de las tentaciones”. El dictamen de la comisión fue claro y apenas ha tenido repercusión mediática: “Se menoscaba el derecho de padres y alumnos (es decir, de ciudadanos europeos) a recibir instrucción en su lengua materna, siendo la única lengua oficial en todo el territorio de ese Estado miembro”. Esto sucede aquí y ahora.

La primera vez que viajé a Portugal me sorprendió la cartelería electoral de esa antigualla del PCP, Partido Comunista Portugués. No recuerdo el año, ni qué comicios eran, pero esa formación concurría ante los votantes en calles y plazas con su bandera roja junto a la “verde e rubra”, disputándole los símbolos nacionales a las formaciones de derechas. ¿Disputándole?… O compartiendo. Amaban su bandera, su país. Y sentí insana envidia. Es la bandera oficial que adoptó la nación a principios del siglo XX, y la misma que ondeó en todo Portugal durante el régimen autoritario de Salazar y de Caetano. En definitiva, la izquierda portuguesa no abjura de Portugal, y deseo que así sea todavía, aunque la izquierda transnacional (movimiento woke, cancelación, teoría crítica de la raza, agenda 2030, etc) de la hora presente lo pone muy difícil. Esto es aquí impensable, pues la izquierda odia tanto a su nación y a sus símbolos nacionales que se alía y se subordina ancilarmente al separatismo más exaltado (así ha sucedido en las últimas elecciones regionales de Galicia, donde la candidata del BNG, pronúnciese “be-ene-ge”, era la candidata real de Pedro Sánchez). Separatismos que pretenden desmembrar España por sus propios medios o con ayuda de potencias extranjeras: ETA y su entramado asociativo, golpistas catalanes, BNG y otras marcas menores.

Sucede que Portugal tiene, aún está a tiempo de rectificar y de no incurrir en nuestros errores, concesiones autonomistas en sus dos regiones insulares: Madeira y Azores. Pues hete aquí que un presunto escándalo de corrupción ha salpicado al gobierno local de Madeira. Aunque el caso aún no ha sido judicializado, Miguel Albuquerque, así se llama el personaje, ha dimitido. No es broma: ha dimitido, insisto. Ignora uno si ese caso de supuesta corrupción podrá resistir la comparación a las mordidas, mínimo 3%, por licitación de obra pública institucionalizadas durante décadas en Cataluña bajo el mandato de Jordi Pujol. No en vano, Cataluña ostenta por méritos propios el “molt honorable” (muy honorable) título de “región más corrupta de Europa occidental”, y sin que nadie por ello haya ingresado en prisión, hecho que constituye un auténtico milagro judicial de enorme interés para los estudiosos de los más llamativos desajustes sociopolíticos.

Y va el Presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, y disuelve el parlamento regional, es decir, interviene la autonomía, le aplica un “155” a la lusitana, y convoca elecciones a un par de meses vista para constituir nuevo gobierno. Arrea, y nadie protesta, todo el mundo acata su decisión y no le pegan fuego a un solo contenedor de basuras. Las turbas incendiarias, que sepamos, ni han proclamado la república madeirense, ni han asaltado el aeropuerto de Funchal, que tiene su miga, pues la pista de despegue y aterrizaje está construida sobre el mar por falta de espacio en tierra firme.  Ni Albuquerque ha huido a lo polizón en la bodega de un ballenero rumbo a Terranova. Una auténtica maravilla.

“Es que la bandera de España la asocio al franquismo”, dicen nuestros progres más imbecilizados, esos que lamentan haber nacido en España cuando pudieron hacerlo en Beluchistán. La culpa es de aquella cigüeña de los dibujos animados de cuando niños que empinaba el codo, bueno, la pata, y equivocaba todas las entregas. Pues la izquierda portuguesa no asocia su bandera nacional al régimen de Salazar, primero, y de Caetano, después, y eso que entre ambos echaron más años que Franco en la poltrona.

He mirado hace poco la renta per cápita comparada y España da 30.320 $ y Portugal, acortando distancias, 25.730. El índice de desempleo es de nota: Portugal declara un 6’5% y nosotros andamos por un 11’6%, bien entendido que Yolanda Díaz no sabe contar parados (ni parados, ni cosa alguna) y se malician algunos analistas que camufla la doña, bajo la designación de “fijos discontinuos”, a más de 700.000 desocupados, uno de cada cuatro registrados, lo que aumentaría el porcentaje real a un 15’50% de la población activa.  No habría de sorprender que no sepan contar demandantes de empleo cuando aún no han dado la cifra real de fallecidos en la pandemia, también llamados por esa razón “vivos discontinuos”. Y es que a mí Portugal me “chega” al corazón.

Javier toledano | Escritor

Comparte en Redes Sociales
Evite la censura de Internet suscribiéndose directamente a nuestro canal de TelegramNewsletter
Síguenos en Telegram: https://t.me/AdelanteEP
Twitter (X) : https://twitter.com/adelante_esp
Web: https://adelanteespana.com/
Facebook: https://www.facebook.com/AdelanteEspana/

2 comentarios en «Menos mal que nos queda Portugal | Javier Toledano»

  1. Comparto totalmente su excelente artículo. Y le confieso que, con treinta años menos, me pensaría muy seriamente el trasladarme a nuestro hermano peninsular; no digo que con setenta y pico, no lo haga.

    Responder
    • hola hola… don marcos antonio… avíseme si da ese paso y nos exiliamos los dos… a base de bacalao y caracolillos picantes servidos en cucuruchos de papel de estraza se pasa la vida divinamente, qué caramba… «obrigado» por su gentil comentario…

      Responder

Deja un comentario