Aunque peor están la credibilidad de los parlamentos y gobiernos nacionales que apenas superan el 30 %
El proyecto europeo ha transitado por varias fases desde su germen en el Tratado de París, firmado el 18 de abril de 1951. Con el Tratado de Roma de 1957 se crea la Comunidad Económica Europea, y con el de Maastricht en 1993 se establece esta unión como una entidad política y económica.
Desde sus orígenes ha habido dos grupos claramente diferenciados. Por un lado, los que deseaban un vínculo económico a la vez que se respetaran las soberanías nacionales; por otro, los que buscaban un mayor poder y presencia a la Unión Europea a costa de la pérdida de soberanía de las naciones. Con el tiempo se ha comprobado que son los segundos los que están más cerca de ver su deseo cumplirse.
Políticos españoles del PP y PSOE a favor de la pérdida de la soberanía
En España los políticos de ambos partidos mayoritarios generalmente apoyan esta tesis de diluir la soberanía nacional. Políticos como el ex ministro de Exteriores español José Manuel García-Margallo – del PP- siempre se muestra a favor de unos «Estados Unidos de Europa». Los socialistas también abogan por algo semejante cuando defienden «organismos de gobernanza global». Javier Solana, ex secretario general de la OTAN durante los bombardeos en suelo europeo, señaló en una conferencia en ESADE en 2010 que «Europa puede y debe ser una especie de laboratorio de lo que pudiera ser un sistema de gobierno mundial».
El proyecto de fusión total –que las Constituciones nacionales no sean cuerpos legislativos de primer orden frente al europeo– es algo que está en marcha, pero dista todavía de convertirse en realidad.
La Constitución Europea es un ejemplo de cuáles son los objetivos de la clase dirigente, aunque su fracaso hace casi 20 años no ha frenado las pretensiones de continuar en el mismo camino federalista. La Constitución Europeafue rechazada por países como Francia y Países Bajos. España votó a favor de su aprobación bajo el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. No era vinculante, pero el rechazo evidente mandó a boxes el documento. No era el momento, pero eso siempre puede cambiar. Cabe preguntarse, ¿realmente confían los europeos en las instituciones europeas? ¿Cómo ven los ciudadanos a sus gobiernos en comparación con Bruselas?
La UE aprueba por poco…
En tan solo 18 Estados miembros de la UE, la mayoría de los encuestados afirma confiar en la institución con aprobaciones desde el 48 % en países como España o Estonia hasta el máximo del 73 % en Dinamarca.
En los diez países restantes la mayoría desconfía de la UE: Grecia, Francia, Chipre, Chequia, Austria, Italia, Eslovenia, Alemania y Eslovaquia.
En este bloque llaman la atención dos aspectos. Primero, en algunos de los países (miembros fundadores del germen de la Unión Europea) como Alemania, Francia e Italia gana el rechazo. Son los países más afectados por las políticas inmigratorias de Bruselas y donde mayores problemas sociales generan. Segundo, países como Chipre y Grecia son los más afectados por las olas inmigratorias de 2015 y hoy en día siguen siendo considerados rutas para llegar al corazón de Europa. En el caso de Chipre se suma el añadido de que es una isla dividida desde la invasión por Turquía de la parte norte y que no es reclamada por la UE en ninguna negociación.
La media europea se sitúa en el 47 % que «sí confía», un 45 % que «no confía» y 8 % que «no sabe». Es una mayoría relativa.
…pero a nivel nacional suspenden
La Unión Europea alcanzó su pico de mayor aceptación en 2007 con un 57 % pero la posterior crisis económica y los recortes hundieron su imagen. Desde la pandemia, vuelve a estar en valores cercanos a esa fecha.
En cambio, tanto los gobiernos como los parlamentos nacionales no han pasado del 43 % de aprobación, también justo antes de la crisis económica. Alcanzaron el mínimo en 2013 pero llevan dos años por debajo del 36 %. Esto es, casi 7 de cada europeos, incluidos los españoles, no tienen confianza en sus instituciones. Y es que sus actuaciones han ido siempre en contra de los ciudadanos. Ha primado antes sus intereses personales y/o de partido antes que los intereses generales. ¡Y los ciudadanos lo han percibido!