Los límites de la sociedad pluricultural | Eusebio Alonso

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Una sociedad pluricultural es aquella que integra varias culturas resultado de diferencias étnicas, lingüísticas o religiosas, respetando las libertades y costumbres de cada una de ellas. En esta definición aparecen dos elementos básicos que permiten que las relaciones humanas sean factibles y duraderas. Me refiero a la libertad de actuación y el respeto mutuo. En mi humilde opinión, para que las relaciones humanas tengan éxito sería necesario añadir un tercer ingrediente que es la confianza entre las partes.

La Europa del siglo XXI es una Europa envejecida y con índices muy bajos de natalidad. Ello es consecuencia, de una parte, de los avances de la medicina y la mejora de la alimentación que permiten ampliar la esperanza de vida y, de otra parte, de la pérdida progresiva de los valores tradicionales, así como de la ausencia de políticas familiares eficaces que incentiven la natalidad.

La falta de un control efectivo de la inmigración provoca que miles de personas intenten llegar a Europa procedentes, principalmente, de países menos desarrollados o países en guerra. Si hacemos un análisis simplista de la situación, alguien podría pensar, como suele hacer nuestra mediocre clase política, que la inmigración es la única solución que permitirá dar continuidad a una sociedad envejecida. Yo siempre sospecho de las soluciones únicas en el terreno de lo social y lo económico. Las soluciones únicas que nos ofrecen los políticos son siempre una forma sibilina de imposición, ya que te imponen “su solución” al no ofrecerte alternativa. Para los partidos progresistas, guiados por un “buenismo interesado”, una inmigración masiva dependiente de los subsidios no contributivos será una fuente no despreciable de voto cautivo una vez que tengan acceso a éste. Si hacemos un análisis más detallado, comprobamos que la inmigración sin control, lejos de ser la solución, puede traernos un problema aún más grave, ya que concurren con demasiada frecuencia las siguientes circunstancias:

  • Si la inmigración no está controlada, se estará acogiendo más personas que las que la sociedad puede atender con los recursos de que dispone. Cuando no hay suficiente trabajo para los naturales del país de acogida, los inmigrantes tendrán que sobrevivir a base de subsidios no contributivos, que será el parche que pondrán los políticos para intentar evitar el aumento de la delincuencia. También será necesario darles acceso a la sanidad y a la educación, lo que supondrá el consiguiente gasto de recursos y el más que posible empeoramiento de la calidad de estos servicios que se sostienen con el esfuerzo de los que sí pagan impuestos. Estas facilidades ofrecidas por el país de acogida servirán de efecto llamada a más inmigración ilegal, acrecentando el problema de forma exponencial hasta que la situación ya no sea sostenible.
  • Dificultades en la aceptación de las reglas de convivencia. Hay culturas que entienden como naturales cosas que son inaceptables en los países occidentales. Pongamos como ejemplo la ablación del clítoris, o el trato de inferioridad hacia las mujeres y su sometimiento. En este mismo apartado también entrarían aspectos como la propensión a determinados tipos de delitos entre los que destacarían, principalmente, los delitos contra la libertad sexual. No hay más que mirar el ratio de población penitenciaria por nacionalidades en relación con la población de cada nacionalidad, para constatar la evidencia de esta afirmación.
  • Dificultades de integración. Unas veces por falta de aceptación social y otras por autoaislamiento, se produce con frecuencia inadaptación y la creación de guetos, a pesar de las múltiples concesiones que los países de acogida hacen.

En contraste, muchos jóvenes preparados se van de nuestro país porque no se les ofrece las adecuadas oportunidades laborales. Parece, a todas luces, que estamos cambiando calidad laboral por cantidad subsidiada, lo que pone de manifiesto el fracaso de los que llevan las riendas del país.

En España y en muchos países de Europa, la inmigración mayoritaria es de origen musulmán. Se trata de una cultura basada en el respeto a su texto sagrado que es el Corán. Sin entrar en más valoraciones, diré que el Corán no admite interpretaciones porque, según su creencia, expresa la palabra de Alá. El Corán contiene muchísimas suras que incitan al odio hacia el infiel, que es todo aquel que no comparte sus creencias. Odio que, según las noticias que recibimos, se materializa a diario en el mundo a manos de los más radicales, sin que las autoridades religiosas del Islam intenten poner freno a esas acciones, lo que retrata a las claras su posición.

Se habla de un Islam civilizado y otro radical y violento. El problema es que no hay manera de distinguir a aquellos que pueden llegar a radicalizarse en un momento dado. A mayor población de procedencia islámica, mayor número de recursos policiales y de inteligencia que serán necesarios para vigilar cualquier deriva fundamentalista. Recordemos, por ejemplo, que los atentados de las Ramblas en Barcelona en 2018 fueron realizados por musulmanes subsidiados sin antecedentes conocidos.

El expresidente de Argelia, Huari Bumedian dijo en un famoso discurso pronunciado en 1.974 ante la Asamblea de la ONU: «Un día, millones de hombres abandonarán el hemisferio sur para irrumpir en el hemisferio norte. Y no lo harán precisamente como amigos. Porque irrumpirán para conquistarlo. Y lo conquistarán poblándolo con sus hijos. Será el vientre de nuestras mujeres el que nos dé la victoria. Al igual que los bárbaros acabaron con el Imperio Romano desde dentro, así los hijos del Islam, utilizando el vientre de sus mujeres, colonizarán y someterán a toda Europa.» Esta afirmación en boca de Bumedian adquiere tintes poco tranquilizadores. Desde entonces, la población islámica en Europa no ha hecho más que crecer a un ritmo mucho mayor que el de la población autóctona.

La reciente toma de Kabul por los talibán, cuya financiación sigue siendo un enigma, ha provocado una nueva crisis migratoria que, lejos de ser atendida en los países musulmanes ricos y cercanos a Afganistán, se ha canalizado hacia Europa. Alguien podría sospechar que todo esto forma parte de un plan de colonización islámica progresiva de Europa con la inacción cómplice de nuestros gobernantes. No habrá que esperar mucho para confirmarlo.

¿Sería preocupante una Europa de mayoría islámica? Creo que la respuesta no admite duda. Solo hay que pensar en las libertades que se disfrutan en países en los que actualmente hay mayoría islámica. En muchos no se permite ninguna otra religión, y en otros se persigue abiertamente con violencia cualquier creencia diferente. Tampoco es tranquilizador el nivel de democracia de esos países que suelen ser en su mayoría teocracias o con gobiernos controlados por el poder religioso. Lo que sucede en estos países, como lapidaciones y ejecuciones públicas, se oculta sistemáticamente en los medios de información occidentales para “no ofender sensibilidades”. De la misma manera que la prensa nacional oculta la nacionalidad de muchos delincuentes foráneos, especialmente los responsables de delitos contra la libertad sexual, hurtando a la ciudadanía información importante que tiene derecho a conocer. ¿Es esa la sociedad que queremos dejar a nuestros hijos?

Recientemente, hemos tenido un ejemplo cercano de la calidad democrática que se puede esperar si llegamos a ser un país con mayoría musulmana. En la asamblea de la ciudad autónoma de Ceuta se ha declarado “persona non grata” al líder del tercer partido más votado a nivel nacional. Iniciativa que presentó Fátima Hamed, líder y única diputada de MDyC, con el apoyo de los partidos progresistas y la abstención cómplice del PP. ¿En qué país democrático se pretende impedir la libertad de movimiento de sus ciudadanos? Si esto es capaz de hacerlo un partido islámico con un solo diputado, que no será capaz de hacer si algún día obtiene mayoría absoluta.

Como indicaba al principio de este artículo, el éxito de una sociedad pluricultural se basa en la aceptación de los principios de libertad, respeto y confianza. La prueba manifiesta de ese éxito es el mestizaje, como ocurrió con la llegada española a América. Mestizaje que no ocurrió en otros países de América o África colonizados por europeos.

El Islam debería dar un primer paso, aplicando el principio de reciprocidad con occidente en cuanto a permitir la libertad de culto en los países de mayoría islámica. Desgraciadamente, no hay noticias de ningún avance en este sentido. Si los criterios de libertad, respeto y confianza no se satisfacen, habrá que protegerse usando los medios que tiene un estado de derecho para defenderse: las leyes. Sigamos el ejemplo de otros países que ya lo han visto claro como Austria, Hungría, Polonia, Israel, Nueva Zelanda o Australia.

Si España necesita inmigración, que sea legal y preferiblemente iberoamericana, ya que comparte muchos rasgos culturales con nosotros. Aunque tampoco deberíamos renunciar a la inmigración legal que proceda de cualquier país cuya cultura respete los criterios mencionados anteriormente. Por último, no tendríamos que olvidar la ayuda a las familias españolas para fomentar la natalidad en una apuesta por preservar nuestra identidad nacional y nuestras libertades a futuro.

Eusebio Alonso | Escritor

 

 

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