La responsabilidad de los silenciosos | Ramón Ubillos

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Vivimos en una sociedad acostumbrada a quejarse de todos aquellos asuntos que considera que no están discurriendo de una forma satisfactoria, pero las más de las veces, su queja no supera el ámbito privado y, tal vez, puede llegar a los círculos de relación más cercanos.

La consecuencia de ello es que su opinión es irrelevante y su queja baldía. Los problemas siguen su curso y aunque se albergue la esperanza de que el tiempo lo arregla todo, o incluso, que vendrán tiempos mejores, no se hace nada para conseguirlo.

Tenemos que aprender de algunos colectivos que desde una minoría abrumadora han copado a la opinión pública de sus argumentarios y, de alguna manera, han hecho que una gran mayoría de la sociedad cambiara su forma de pensar con respecto a los asuntos que han expuesto en la plaza pública.

Los motivos que pueden llevar a muchos a actuar desinhibiéndose pueden ser muy variados, pero todos ellos confluyen en el egoísmo personal, desde el cual se busca la propia seguridad. Callarse por evitar conflictos, es abrir la puerta a que estos acampen a sus anchas. Callarse por temor, es dar carta de naturaleza a las injusticias que diariamente padecemos.

Cuando veo a algún valiente que se echa a la arena y consecuentemente se escuchan aplausos y vítores de los que esperan desde detrás de la barrera, me sobrecoge un sentimiento de pena hacía una sociedad que cada vez está más atemorizada y recluida, esperando que otro le ponga el cascabel al gato y no me queda otra posibilidad que animarles a que salten desde el burladero al albero y así consigamos que a la población silenciosa se le oiga.

Cuando veo los atropellos que sufren los padres de familia en su derecho de educar a sus hijos, que les es arrebatada por políticos con intereses muchas veces difícilmente confesables y se arrugan y esperan que alguien les solucione el problema, me pregunto ¿qué ocurriría si de repente un millón de padres les dicen a las autoridades que no van a llevar a sus hijos al colegio en estas condiciones? ¿qué pasaría si ante el intento de criminalizar a aquellos que pretenden ayudar a mujeres embarazadas a poder llevar adelante a sus hijos que llevan en sus vientres, miles de personas salieran a arroparles? ¿qué reacción habría en la sociedad si ante el bulling que algunas personas sufren, alguien del entorno saliera en defensa de la víctima?

No podemos permanecer callados, quietos, inmóviles, es imprescindible que cada vez hablemos más, actuemos más y así veremos nuestra sociedad cambiar.

Ramón Mª Ubillos

 

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