No fue un desliz: fue una estrategia. Sánchez y su hoja de ruta separatista: Cataluña como «país» en su plan de ruptura
Pedro Sánchez no improvisa. Cada palabra está medida, cada frase calculada. Su última intervención en la Reunión del Círculo de Economía en Barcelona no fue una torpeza ni un lapsus. Fue un acto consciente y deliberado. Lo dijo con claridad, sin ambages: «España y Cataluña somos países extraordinarios». No hay error ahí, hay intención. Es una afrenta. La intención de desdibujar la unidad de España y avanzar hacia un modelo confederal que allane el camino para la ruptura.
La declaración de Pedro Sánchez se produjo este lunes 5 de mayo durante la apertura de la 40ª Reunión del Círculo de Economía. Fue una declaración inaceptable en sede pública. Allí, en un auditorio repleto de empresarios y autoridades políticas, el presidente del Gobierno se permitió llamar «país» a Cataluña, equiparándola a España, al mismo nivel. Dos países, dos naciones independientes. No es un detalle semántico. Es una declaración política que atenta contra la soberanía nacional y la integridad territorial.
Sánchez afirmó sin pudor: «España y Cataluña somos países extraordinarios». Luego añadió: «Cataluña, España y Europa tienen razones fundadas y de sobra para creer en sus propias fortalezas». Este lenguaje no es casual; forma parte de una estrategia perfectamente diseñada para contentar a sus socios separatistas a cambio de su permanencia en el poder así como seguir con su hoja de ruta de ruptura de España.
Una hoja de ruta que tiene antecedentes. No es otra cosa que la continuación del proyecto iniciado por José Luis Rodríguez Zapatero, quien recientemente habló abiertamente de “una solución de fondo a la cuestión catalana” basada en “el reconocimiento explícito de su identidad nacional”.
Así pues, las palabras de Sánchez se enmarcan dentro de esa visión ideológica: una España fragmentada, confederal, donde la Nación deja de ser el eje vertebrador de la política y se sustituye por entes regionales con aspiraciones soberanistas.
La aritmética parlamentaria es clara: siete votos separatistas mantuvieron a Pedro Sánchez en La Moncloa. Y esos votos tienen un precio. Un precio que se paga con la soberanía nacional, la humillación institucional y la descomposición del Estado. Esos votos explican por qué se llama “país” a Cataluña, por qué se promete una financiación privilegiada, por qué se ceden competencias fiscales.
Pedro Sánchez no representa al conjunto de los españoles. Representa a una minoría radical que quiere dinamitar la unidad nacional desde dentro.
Frente a esta deriva, el pueblo español debe levantar la voz. La unidad de España no es negociable. No se vende, no se trocea, no se transfiere a cambio de poder. La Nación española es una e indivisible, y no puede estar al albur de los pactos oscuros entre un Gobierno ilegítimo y unos separatistas que desprecian nuestra historia, nuestra lengua y nuestros valores.
Este editorial es un grito de firmeza ante la rendición planificada que representa el sanchismo. Porque no fue un desliz. Fue una estrategia. Y España no puede permitirse más traiciones.
1 comentario en «La infame afrenta de Sánchez a los españoles»
todas las izquierdas don iguales, aunque se vistan de seda. se les ve el culo rojo.Y este sicopata traidor no es solo rojo es un HDLGP que nos está jodiendo el país,si no lo ha jodido ya???