“Nuestro sentido hispánico nos dice que cualquier hombre, por caído que se encuentre, puede levantarse; pero también caer, por alto que parezca. En esta posibilidad de caer o levantarse todos los hombres son iguales.” (Ramiro de Maeztu).
Reivindicar “lo hispánico”, como cada 12 de octubre, no es solo valorar el pasado glorioso de nuestro país, como civilización cultural y espiritual que unió Europa y América (en sus virtudes y defectos) o como nación política y social a defender (plural y diversa como pocas en el mundo). Debiera ser, de manera especial, ese Ideal que dé contenido a la misión común para afrontar el presente y el futuro de una necesaria, y quizás imprescindible, España soberana.
Los retos que afrontamos son grandes: nuevas pandemias sanitarias y “morales”, división territorial, desempleo estructural, desigualdad injusta, migraciones masivas, corrupción endémica, violencia social, amenazas medioambientales. Retos que, en gran parte olvidados o tergiversados por la partitocracia, afectan decisivamente a la vida diaria de los ciudadanos, en especial de los más modestos y que necesitan una patria “real” que los defienda “realmente”, siempre, desde el fomento de la igualdad sostenida en el verdadero mérito y capacidad.
Ideal que no puede ser un mero vestigio de tiempos pasados o una simple conmemoración de símbolos en disputa. La Historia de lo que hicimos juntos (con sus errores y aciertos), como Imperio extinto y como Nación en debate, debe ser lección (“magistra vitae”) para aprender a trabajar juntos, uniendo a los distintos y no dividiendo por ganancias personales o partidistas. Por ello la Hispanidad, desde un “sentido histórico” actualizado, puede ser, desde los poderes públicos y la sociedad civil, el motor de un cambio transformador que de sentido y significado, en plena era de la Globalización, a la identidad española en el siglo XXI, dentro y fuera de nuestras fronteras. Especialmente guiando los grandes ejes de la acción político-social nacional, que no solo son consideraciones macrosociales sino también vivencias muy microsociales:
- Protección de la Familia, como célula social básica y natural, asegurándola jurídicamente, apoyándola económicamente e impulsando la natalidad (desde la cultura de la vida a la conciliación de la vida familiar y laboral).
- Reforma más democrática de la vida política nacional, con mayor participación ciudadana, mayor asunción de responsabilidades de las instituciones, y mayor control de la corrupción (que pareciese consustancial a nuestro país).
- Defensa de la actividad económica nacional, desde la reindustrialización de regiones, la inversión en la innovación y desarrollo más puntero, el apoyo a autónomos y emprendedores, la protección de la producción española, y un nuevo sindicalismo real conectado con los problemas y sueños cotidianos de las clases trabajadoras.
- Impulso de las zonas rurales tan abandonadas, auténtico factor de cohesión territorial y de protección medioambiental más allá de etiquetas ecológicas urbanas (ante la llamada “España vacía”).
- Control de las fronteras españolas, fomentando una migración ordenada e integrable, que asegure los derechos de inmigrantes, facilite su integración efectiva y permita una convivencia armoniosa (especialmente potenciando los flujos desde nuestra hermana Hispanoamérica).
- Diseño de una nueva Política social más humanista, frente a posiciones ideológicas minoritarias y artificiales, que atienda las necesidades “reales” de personas “reales” (cualitativa y cuantitativamente) en situación riego de exclusión/vulnerabilidad, desde una auténtica igualdad de oportunidades que supere (o minimice) la dependencia institucional, la exclusión sistémica y la corrupción moral.
- Fomento de la cultura hispana común, protegiendo el uso de las lenguas españolas (el castellano/español y los idiomas regionales), una escuela nacional desideologizada, común e integral en todo el territorio (que combine lo técnico y lo humanístico), y una recuperación del vector “hispánico” en la expresión, creación y difusión artístico-cultural patria.
- Difusión de la verdadera “Marca España”, que no solo apoye la internacionalización y los negocios de las empresas españolas, sino que lleve por el mundo lo mejor de nuestro pasado (la lengua común hablada por cientos de millones de personas, o la gran cultura universal espiritual que aún pervive), de nuestro presente (los éxitos deportivos, las grandes infraestructuras, el patrimonio material e inmaterial) y de nuestro futuro (esta trascendental misión “hispánica” que una a generaciones y regiones diferentes, en convivencia y pluralidad).
- Y apostando por una política internacional (y Geopolítica) que fortalezca los vínculos con Hispanoamérica/América Latina: de un lado impulsando contactos, inversiones y acciones conjuntas, y de otro desmotando esa falsa o parcial “Leyenda negra” que usa el pasado legendario, en muchos de esos países, para esconder los errores o fallos actuales de sus élites (como por ejemplo el crecimiento de las pobreza, el no respeto de los derechos humanos o el abuso de las minorías indígenas).
Propuestas, entre otras, que surgen de la voz de la calle (en esencia las más microsociales), pese a la propaganda política divisiva que las neutraliza o del conflicto recurrente entre partidos que las minimiza. Ciudadanos que no llegan a fin de mes, que pierden su trabajo o tienen miedo a perderlo, que se sienten inseguros en las calles o en sus casas, que quieren formar una Familia y que sus hijos sean mejores que ellos, que quieren ser escuchados y no manipulados, y que en muchos casos se sienten orgullosos de su país y sus tradiciones (pese a sus defectos y errores) frente a leyendas negras (las “fake news” de siempre) e intentos secesionistas (los “supremacismos” de siempre). Ellos son, los ciudadanos que aquí nacen o que aquí echan raíces, los protagonistas de esta misión “hispánica”: a los que se debe escuchar primero y a los que hay que atender primero, que deben ser libres para opinar y libres para participar, que deben tener reconocidos sus derechos pero deben ser conscientes de sus responsabilidades, y que deben saber lo que realmente fuimos y realmente podemos ser.
Porque todo lo que hemos heredado y lo que hemos construido como Nación, llevando nuestra cultura por medio mundo, superando divisiones fratricidas y alcanzando cotas de Bienestar desconocidas antes, no se sostiene solo. Lo comprobamos nuevamente ante el brutal impacto de la crisis de Coronavirus en España: sin valores comunitarios fuertes y compartidos, el miedo se expande sin control, la solidaridad se desvanece a las primeras de cambio y la colaboración desaparece en busca de réditos electores.
España es un país moderno y avanzado, pese a retos globales y problemas locales. Pero nuestros logros comunitarios solo se pueden mantener, de manera sostenida y justa, si existe un Ideal superior que nos una y nos movilice, con el que nos identifiquemos y que nos trascienda, y por el que seamos capaces de sacrificarnos ante la injusticia y la inmoralidad. Y este Ideal puede, y debe, ser hoy la Hispanidad: nuestro verdadero “orgullo” español.