La División Azul: Una gesta de honor y sacrificio en el Frente Oriental | Albert Mesa Rey

En los gélidos campos de Rusia, donde el invierno mordía con ferocidad y la muerte acechaba en cada esquina, un grupo de hombres escribió una de las páginas más controvertidas y heroicas de la historia militar española. La División Azul, compuesta por voluntarios que abandonaron su patria para luchar en el Frente Oriental durante la Segunda Guerra Mundial, no fue solo una unidad militar: fue un símbolo de convicción, sacrificio y honor en medio de un conflicto que desgarró al mundo. Estos hombres, movidos por ideales, lealtad y un profundo rechazo al comunismo, se enfrentaron a uno de los ejércitos más formidables de la historia en condiciones extremas, dejando un legado que aún hoy genera admiración, debate y reflexión. ¿Qué llevó a miles de españoles a alistarse en una guerra ajena? ¿Cómo lograron resistir en el infierno blanco de Rusia? Esta es la historia de la División Azul, una gesta de valor y sacrificio que desafió los límites de la humanidad y cuyos ecos resuenan aún en la memoria de España.

Índice de contenido:

Antecedentes: España en la encrucijada de la Guerra Mundial
La neutralidad oficial y las simpatías por el Eje
El Impacto de la guerra en España
La Operación Barbarroja y el llamamiento a los voluntarios
El bautismo de fuego de la División Azul en el sector de Novgorod
* El contexto estratégico: El Frente Oriental en 1941
* El despliegue de la División Azul
* El bautismo de fuego: Combates en el saliente de Vóljov
* La defensa de Novgorod y el Invierno Ruso
* El legado del bautismo de fuego
La batalla de Krasny Bor: El episodio más heroico y trágico de la División Azul
* La División Azul en el frente de leningrado
* La ofensiva soviética: El asalto a Krasny Bor
* El sacrificio de la División Azul
* El legado de Krasny Bor
El final de la División Azul: Retirada, legado y memoria
* El contexto de la retirada: Cambios en la guerra y presiones internacionales
* La retirada oficial: Octubre de 1943
* La Legión Azul: Los últimos combatientes
* El regreso a España y el legado de la División Azul
La memoria de la División Azul en la España contemporánea

Antecedentes: España en la encrucijada de la Guerra Mundial

Tras el fin de la Guerra Civil Española en 1939, España emergió como un país devastado, con una economía en ruinas, una sociedad fracturada y un régimen político recién consolidado bajo el mando del general Francisco Franco. El conflicto interno había dejado profundas heridas, tanto materiales como emocionales, y la prioridad del nuevo gobierno era la reconstrucción del país y la consolidación del régimen franquista. Sin embargo, el estallido de la Segunda Guerra Mundial en septiembre de ese mismo año colocó a España en una posición delicada y compleja en el escenario internacional.

La neutralidad oficial y las simpatías por el Eje

Aunque España se declaró oficialmente neutral al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, esta neutralidad fue más nominal que real. El régimen de Franco mantenía una clara simpatía hacia las potencias del Eje, particularmente hacia Alemania e Italia, que habían brindado un apoyo crucial al bando nacional durante la Guerra Civil. Esta afinidad ideológica se basaba en el anticomunismo compartido. Sin embargo, España no estaba en condiciones de participar activamente en un conflicto de escala mundial. La economía española, gravemente afectada por la guerra civil, no podía sostener un esfuerzo bélico adicional, y el país necesitaba tiempo para recuperarse.

Aun así, el gobierno del general Franco mantuvo una relación ambivalente con las potencias del Eje. Por un lado, Franco envió tropas simbólicas, como la División Azul, para apoyar a Alemania en su lucha contra la Unión Soviética. Por otro, evitó comprometerse plenamente con el Eje, consciente de las consecuencias que podría tener una derrota alemana. Esta estrategia de equilibrio permitió a España mantener cierta independencia y evitar una invasión por parte de los Aliados, quienes veían con recelo las conexiones de Franco con Hitler y Mussolini.

El Impacto de la guerra en España

La Segunda Guerra Mundial tuvo un impacto significativo en España, a pesar de su neutralidad. El bloqueo económico impuesto por los Aliados, especialmente después de 1941, agravó las dificultades económicas del país. La escasez de alimentos, combustible y otros recursos esenciales generó un clima de privación y malestar social. Además, la guerra exacerbó las divisiones políticas dentro de España, con sectores falangistas presionando para un mayor alineamiento con el Eje, mientras que otros grupos, incluidos algunos militares y monárquicos, abogaban por una mayor distancia.

En este contexto, la decisión de enviar voluntarios a luchar en el Frente Oriental fue tanto una maniobra política como una expresión de solidaridad ideológica. La creación de la División Azul en 1941 permitió a Franco mostrar su apoyo a Alemania sin comprometer formalmente a España en la guerra. Además, la lucha contra el comunismo resonaba profundamente en el ideario franquista, que veía en la Unión Soviética un enemigo existencial.

La Operación Barbarroja y el llamamiento a los voluntarios

El 22 de junio de 1941, Alemania lanzó la Operación Barbarroja, la invasión de la Unión Soviética. Este evento marcó un punto de inflexión en la Segunda Guerra Mundial y tuvo un impacto inmediato en España. El régimen Franco vio en la lucha contra el bolchevismo una oportunidad para alinearse ideológicamente con el Eje.

El 24 de junio de 1941, el ministro de Asuntos Exteriores, Ramón Serrano Suñer, pronunció un discurso en el que animó a los españoles a alistarse como voluntarios para combatir al «enemigo común«: el comunismo soviético. La respuesta fue abrumadora. Miles de hombres, muchos de ellos veteranos de la Guerra Civil, se presentaron como voluntarios. Entre ellos había falangistas, militares profesionales, jóvenes idealistas y hombres que buscaban una oportunidad para escapar de la pobreza y el desempleo en la España de posguerra.

Entre 1941 y 1943, cerca de 45 000 soldados españoles participaron en diversas batallas fundamentalmente relacionadas con el sitio de Leningrado. También formaron parte de la División 146 mujeres, de la llamada Sección Femenina, quienes viajaron como enfermeras en el recién creado Cuerpo de Damas Auxiliares de Sanidad Militar bajo la dirección de la catalana María de las Mercedes Milá Nolla.

La Operación Barbarroja y el llamamiento a los voluntarios

La División Azul, oficialmente conocida como la 250.ª División de Infantería de la Wehrmacht, fue creada en julio de 1941. Su nombre hacía referencia al color de las camisas falangistas, y su emblema, un yugo y flechas, evocaba el escudo de los Reyes Católicos, simbolizando la unidad y el espíritu de cruzada. Bajo el mando del general Agustín Muñoz Grandes, la división fue enviada a Alemania para su entrenamiento y posterior despliegue en el Frente Oriental.

La formación de la División Azul fue un fenómeno único en la historia de España. Aunque el país no participó oficialmente en la Segunda Guerra Mundial, la división representó un compromiso ideológico y militar con la causa del Eje. Para muchos de los voluntarios, la lucha en Rusia era una continuación de la Guerra Civil, una nueva batalla contra el comunismo que amenazaba a Europa y al mundo.

El bautismo de fuego de la División Azul en el sector de Novgorod

El bautismo de fuego de la División Azul en el sector de Novgorod, a finales de 1941, marcó el inicio de su participación en el Frente Oriental y se convirtió en un momento crucial para los voluntarios españoles. Este episodio no solo puso a prueba su preparación y moral, sino que también demostró su capacidad para enfrentarse a las duras realidades de la guerra en el este de Europa. La batalla en Novgorod y sus alrededores fue el primer contacto serio de la división con el enemigo soviético, y en ella los españoles dejaron claro que no eran simples observadores, sino combatientes dispuestos a dar todo por la causa que defendían.

El contexto estratégico: El Frente Oriental en 1941

Cuando la División Azul llegó al Frente Oriental en octubre de 1941, la Operación Barbarroja, la invasión alemana de la Unión Soviética, estaba en pleno apogeo. Las fuerzas del Eje habían avanzado profundamente en territorio soviético, pero el invierno ruso y la resistencia del Ejército Rojo comenzaban a ralentizar su avance. El Grupo de Ejércitos Norte, al que fue asignada la División Azul, tenía como objetivo principal la toma de Leningrado (actual San Petersburgo), una de las ciudades más importantes de la Unión Soviética.

Novgorod, una ciudad histórica situada a unos 200 kilómetros al sur de Leningrado, era un punto estratégico clave en el frente. Controlar esta zona era esencial para asegurar las líneas de suministro y mantener la presión sobre Leningrado. La División Azul fue desplegada en este sector, integrada en el XVI Ejército alemán, con la misión de defender posiciones y participar en operaciones ofensivas limitadas.

El despliegue de la División Azul

Tras su entrenamiento en Alemania, la División Azul fue trasladada al frente ruso a finales de septiembre de 1941. Los voluntarios españoles, mal equipados para las condiciones climáticas extremas del invierno ruso, se encontraron con un paisaje desolado: vastas extensiones de bosques, pantanos y temperaturas que caían en picado. A pesar de las dificultades, la moral de la división era alta, y los soldados estaban ansiosos por demostrar su valía en combate.

A principios de octubre, la división tomó posiciones en el sector de Novgorod, relevando a unidades alemanas que habían estado luchando en la zona. Los españoles fueron desplegados a lo largo de una línea defensiva que se extendía desde las afueras de Novgorod hasta el río Vóljov, un frente de aproximadamente 50 kilómetros. Esta área, conocida como el «saliente de Vóljov», era un punto crítico en el frente, ya que los soviéticos intentaban constantemente romper las líneas alemanas para aliviar la presión sobre Leningrado.

El bautismo de fuego: Combates en el saliente de Vóljov

El primer contacto serio con el enemigo se produjo a mediados de octubre de 1941, cuando la División Azul fue enviada a participar en una operación para eliminar una cabeza de puente soviética en el río Vóljov. Esta operación, conocida como la batalla de Possad, fue el verdadero bautismo de fuego para los voluntarios españoles.

En Possad, los soldados de la División Azul se enfrentaron a un enemigo bien atrincherado y decidido a resistir. Las condiciones del terreno, con bosques densos y pantanos, complicaban las maniobras y hacían que el avance fuera extremadamente difícil. A pesar de estas dificultades, los españoles demostraron una notable capacidad de combate. Utilizando tácticas de infiltración y asalto, lograron desalojar a los soviéticos de sus posiciones, aunque a un alto costo en vidas.

Durante los combates en Possad, los voluntarios españoles mostraron un valor y una determinación que impresionaron a sus aliados alemanes. A pesar de su falta de experiencia en el frente oriental, los españoles se adaptaron rápidamente a las condiciones de la guerra en Rusia, demostrando una gran capacidad de resistencia y un espíritu combativo que los distinguiría en los meses siguientes.

«Si en el frente os encontráis a un soldado mal afeitado, sucio, con las botas rotas y el uniforme desabrochado, cuadraos ante él, es un héroe, es un español…» Jürgens, General de Artillería, Comandante General del XXXVIII Cuerpo de Ejército de la Wehrmacht en su libro La División de Voluntarios españoles.

La defensa de Novgorod y el Invierno Ruso

Tras la batalla de Possad, la División Azul se estableció en posiciones defensivas alrededor de Novgorod. Durante el invierno de 1941-1942, los españoles tuvieron que enfrentarse no solo al enemigo soviético, sino también a las condiciones climáticas extremas. Las temperaturas caían por debajo de los -30 grados Celsius, y la falta de equipo adecuado para el invierno hacía que la vida en el frente fuera una lucha constante contra el frío, el hambre y las enfermedades.

A pesar de estas adversidades, la División Azul mantuvo sus posiciones y repelió varios ataques soviéticos. Los voluntarios españoles se ganaron una reputación de tenacidad y resistencia, y su capacidad para soportar las duras condiciones del frente oriental les valió el respeto tanto de sus aliados como de sus enemigos.

El legado del bautismo de fuego

El bautismo de fuego de la División Azul en el sector de Novgorod fue un momento definitorio para la unidad. En los combates de Possad y en la defensa de Novgorod, los voluntarios españoles demostraron que estaban a la altura de los desafíos del Frente Oriental. Su valor y sacrificio en estas primeras batallas sentaron las bases para las gestas que realizarían en los meses siguientes, como la defensa de Krasny Bor.

El episodio de Novgorod también dejó claro que la División Azul no era una unidad simbólica, sino una fuerza combatiente efectiva y determinada. Aunque su participación en la guerra fue relativamente breve, su impacto en el frente oriental y su legado en la historia militar española son innegables. La División Azul sigue siendo recordada como un ejemplo de patriotismo, valor y sacrificio, y su bautismo de fuego en Novgorod es una parte fundamental de esa historia.

La batalla de Krasny Bor: El episodio más heroico y trágico de la División Azul

La batalla de Krasny Bor, librada el 10 de febrero de 1943, es considerada el episodio más emblemático y sangriento en la historia de la División Azul. Este enfrentamiento, que tuvo lugar en el contexto de la ofensiva soviética para romper el cerco de Leningrado, puso a prueba como nunca antes el valor, la resistencia y el espíritu de sacrificio de los voluntarios españoles. A pesar de sufrir bajas devastadoras, la División Azul logró contener el avance enemigo, convirtiendo Krasny Bor en un símbolo de heroísmo y determinación.

La División Azul en el frente de Leningrado

Para entender la importancia de la batalla de Krasny Bor, es necesario situarla en el contexto más amplio del cerco de Leningrado. Desde septiembre de 1941, la ciudad de Leningrado había estado sitiada por las fuerzas alemanas y finlandesas. El bloqueo, que duró casi 900 días, fue uno de los episodios más brutales de la Segunda Guerra Mundial, con cientos de miles de civiles muertos por hambre, frío y bombardeos.

A principios de 1943, el Ejército Rojo, reforzado y mejor equipado tras las victorias en Stalingrado y el Cáucaso, lanzó una ofensiva masiva para romper el cerco de Leningrado. La operación, conocida como «Operación Chispa» (Искра, Iskra), tenía como objetivo abrir un corredor terrestre hacia la ciudad y aliviar el sufrimiento de sus habitantes. Para lograrlo, los soviéticos concentraron un enorme poderío militar en el sector de Krasny Bor, al sur de Leningrado, donde se encontraba la División Azul.

La División Azul en el frente de Leningrado

A finales de 1942, la División Azul había sido trasladada al frente de Leningrado, integrada en el XVIII Ejército alemán. Los voluntarios españoles ocupaban posiciones defensivas en el sector de Krasny Bor, un punto clave en la línea del frente. Esta zona, situada en un terreno llano y boscoso, era de vital importancia estratégica, ya que controlaba las principales rutas de suministro hacia Leningrado.

A pesar de las duras condiciones del invierno ruso y de la constante presión enemiga, los soldados de la División Azul habían logrado mantener sus posiciones. Sin embargo, a principios de 1943, era evidente que los soviéticos estaban preparando una ofensiva masiva. La inteligencia alemana y española alertó sobre la concentración de tropas y artillería enemiga, pero las fuerzas disponibles para defender el sector eran insuficientes frente a la abrumadora superioridad numérica soviética.

La ofensiva soviética: El asalto a Krasny Bor

El 10 de febrero de 1943, la ofensiva soviética comenzó con un bombardeo masivo de artillería que duró varias horas. Miles de proyectiles cayeron sobre las posiciones de la División Azul, causando estragos en las trincheras y destruyendo gran parte de las defensas. Tras el bombardeo, las tropas soviéticas, apoyadas por tanques y aviación, lanzaron un asalto frontal contra las líneas españolas.

Los voluntarios de la División Azul, aunque superados en número y equipamiento, resistieron con una tenacidad extraordinaria. Los combates fueron extremadamente violentos, con enfrentamientos cuerpo a cuerpo y cargas de bayoneta. Los españoles, conscientes de la importancia estratégica de Krasny Bor, lucharon con un valor desesperado, sabiendo que su sacrificio podría ser crucial para contener el avance enemigo.

El sacrificio de la División Azul

A lo largo del día, la División Azul sufrió bajas devastadoras. De los aproximadamente 5,900 hombres que defendían el sector, más de 3,600 resultaron muertos, heridos o desaparecidos en acción. A pesar de estas pérdidas, los españoles lograron frenar el avance soviético, infligiendo también grandes bajas al enemigo. La resistencia de la División Azul permitió a las fuerzas alemanas reorganizar sus defensas y evitar un colapso total del frente.

Uno de los episodios más heroicos de la batalla fue la defensa del cuartel general de la división en Krasny Bor. Allí, un grupo de soldados españoles, rodeados y superados en número, resistió hasta el último hombre, negándose a rendirse. Este acto de sacrificio extremo se convirtió en un símbolo del espíritu de la División Azul.

El legado de Krasny Bor

La batalla de Krasny Bor tuvo un impacto profundo en la División Azul y en la memoria colectiva de España. Aunque técnicamente fue una derrota táctica, dado el alto número de bajas y la pérdida de terreno, la resistencia de los voluntarios españoles tuvo un significado estratégico al retrasar el avance soviético y permitir la estabilización del frente.

Krasny Bor se convirtió en un símbolo del valor y el sacrificio de la División Azul. Los soldados que lucharon en aquella batalla fueron recordados como héroes, y su ejemplo sirvió para reforzar el orgullo patriótico en una España que aún se recuperaba de las heridas de la Guerra Civil. Aunque la participación de la División Azul en la Segunda Guerra Mundial fue controvertida, su actuación en Krasny Bor es ampliamente reconocida como un ejemplo de coraje y determinación en condiciones extremas.

El final de la División Azul: Retirada, legado y memoria

El final de la División Azul marca el cierre de un capítulo singular en la historia militar española. Tras casi dos años de combates en el Frente Oriental, la unidad de voluntarios españoles que luchó junto a las fuerzas del Eje fue retirada progresivamente entre 1943 y 1944. Este proceso no fue sencillo, ya que estuvo marcado por presiones políticas, cambios en el curso de la guerra y el destino de los últimos soldados que permanecieron en el frente. Aunque la División Azul dejó de existir como tal, su legado perduró en la memoria colectiva de España, convirtiéndose en un símbolo de patriotismo, sacrificio y resistencia.

El contexto de la retirada: Cambios en la guerra y presiones internacionales

A mediados de 1943, la situación estratégica de Alemania en el Frente Oriental había empeorado significativamente. Tras las derrotas en Stalingrado y Kursk, las fuerzas soviéticas habían iniciado una contraofensiva masiva que empujaba a los alemanes hacia el oeste. En este contexto, la presencia de la División Azul en Rusia se volvió cada vez más insostenible, tanto por razones militares como políticas.

Por un lado, el gobierno español, liderado por el general Francisco Franco, comenzó a reconsiderar su alineación con las potencias del Eje. La derrota alemana en Stalingrado y el desembarco aliado en el norte de África en 1942 habían cambiado el rumbo de la guerra, y España, oficialmente neutral, buscaba distanciarse de un conflicto que parecía inclinarse a favor de los Aliados. Además, las presiones diplomáticas de Estados Unidos y Reino Unido, que exigían la retirada de las fuerzas españolas del frente oriental, contribuyeron a la decisión de disolver la División Azul.

La retirada oficial: Octubre de 1943

El 20 de octubre de 1943, el gobierno español anunció oficialmente la retirada de la División Azul del Frente Oriental. La decisión fue recibida con sentimientos encontrados por parte de los voluntarios. Muchos de ellos, especialmente los falangistas más comprometidos, se sintieron decepcionados por tener que abandonar la lucha contra el comunismo. Sin embargo, otros, agotados por dos años de combates y privaciones, vieron la retirada como una oportunidad para regresar a casa.

El proceso de retirada se llevó a cabo de manera ordenada. La mayoría de los soldados de la División Azul fueron repatriados a España a través de trenes que los llevaron desde el frente hasta la frontera alemana, y de allí a su país de origen. A su llegada, muchos fueron recibidos como héroes, aunque el régimen franquista evitó hacer demasiada publicidad sobre su participación en la guerra para no comprometer su posición internacional.

La Legión Azul: Los últimos combatientes

Aunque la mayoría de los voluntarios regresaron a España en octubre de 1943, un pequeño grupo de soldados, conocidos como la «Legión Azul» o «Batallón Fantasma«, decidió permanecer en el frente. Estos hombres, motivados por un profundo compromiso ideológico o por el deseo de continuar la lucha, se integraron en unidades alemanas y continuaron combatiendo hasta marzo de 1944.

La Legión Azul, compuesta por unos 2,000 hombres, participó en operaciones defensivas en el sector del río Narva, en Estonia, donde se enfrentó a las fuerzas soviéticas en condiciones extremadamente difíciles. Finalmente, en marzo de 1944, el gobierno español ordenó la repatriación definitiva de todos los voluntarios, poniendo fin a la participación española en el Frente Oriental.

La Legión Azul. Eurasia 1945

El regreso a España y el legado de la División Azul

El regreso de los voluntarios de la División Azul a España fue un momento emotivo y complejo. Aunque muchos fueron recibidos con honores, el régimen franquista buscó minimizar su participación en la guerra para no comprometer su posición internacional. A medida que la derrota de Alemania se hizo inevitable, el gobierno español adoptó una postura más neutral y trató de distanciarse de su alianza con el Eje.

A pesar de esto, el legado de la División Azul perduró en la memoria colectiva de España. Para muchos, los voluntarios que lucharon en Rusia eran héroes que habían defendido los valores de la patria y la civilización occidental frente al comunismo. Sus historias de valor y sacrificio, especialmente en batallas como Krasny Bor, se convirtieron en símbolos de resistencia y patriotismo.

La División Azul en los campos de Siberia y el regreso a la Patria en el Semiramis

A finales de marzo de 1954, ABC informó de que 286 españoles habían salido del puerto de Odesa –en Ucrania– a bordo del navío Semíramis fletado por la Cruz Roja y llegaron al puerto de Barcelona el 2 de abril de 1954. Los voluntarios españoles que partieron hacia el Frente Oriental durante la Segunda Guerra Mundial, no solo dejaron una huella imborrable en los campos de batalla, sino que también enfrentó uno de los capítulos más duros de su historia en los gélidos campos de prisioneros de Siberia. Los soldados de la División Azul, capturados por las fuerzas soviéticas, fueron sometidos a condiciones inhumanas en los gulags, donde el frío, el hambre y el trabajo forzado eran su día a día.

El trato que recibieron los prisioneros de la División Azul por parte de los soviéticos fue especialmente cruel. Muchos de ellos fueron utilizados como moneda de cambio político, y su liberación se retrasó deliberadamente mientras el régimen de Stalin intentaba sacar provecho de su situación. A pesar de ello, la firmeza y la dignidad de estos hombres nunca flaqueó, demostrando al mundo entero el valor y la entereza del soldado español.

Finalmente, tras años de sufrimiento, llegó el ansiado momento de su repatriación. En 1954, el barco Semiramis partió desde Odessa con cientos de excombatientes de la División Azul a bordo. Este viaje no solo marcó el fin de su calvario en tierras soviéticas, sino que también simbolizó el triunfo de la perseverancia y la lealtad a España. No se tuvieron especiales deferencias ni honores para con los repatriados. Los pertenecientes al Ejército se incorporaron a sus unidades originales aunque muchos por enfermedad fueron pasado a la Reserva. Los qué eran falangistas, se incorporaron a la vida laboral en sus lugares de origen. Aunque no todos, quizás por falta de información, se les hizo entrega de la paga pendiente de percibir en caso de no tener familia que la hubiera cobrado y se les procuro un puesto laboral en lo posible según sus cualidades.

La historia de la División Azul en Siberia y su regreso en el Semiramis es un testimonio de la fortaleza y el patriotismo de aquellos hombres que, incluso en las circunstancias más adversas, mantuvieron en alto el nombre de España. Su legado perdura como un ejemplo de valor y entrega, recordándonos que el espíritu de la patria trasciende las fronteras y las dificultades.

La memoria de la División Azul en la España contemporánea

En las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, la memoria de la División Azul ha sido objeto de debate y reinterpretación. Durante el régimen del general Franco, la división fue ensalzada como un ejemplo de lucha contra el comunismo y de lealtad a los ideales nacionales. Sin embargo, tras la transición a la democracia en los años 70, su participación en la guerra fue vista con mayor escepticismo, especialmente por su alineación con la Alemania nazi.

La División Azul representa un capítulo complejo y controvertido de la historia española. Para algunos, fue un ejemplo de valor y sacrificio en la lucha contra el comunismo; para otros, una participación innecesaria en un conflicto ajeno. Sin embargo, más allá de las interpretaciones políticas, lo que perdura es el recuerdo de aquellos hombres que, movidos por un sentido del deber y la convicción, dejaron su huella en los campos de batalla de Rusia.

Hoy, la División Azul es recordada por muchos como un símbolo de patriotismo y resistencia, un testimonio del espíritu indomable de aquellos que lucharon lejos de su patria, enfrentándose a condiciones extremas y a un enemigo formidable. Su legado a pesar de la reinterpretación de la historia que pretende el gobierno, debe seguir vivo en la memoria colectiva de España, como un recordatorio de que, en los momentos más oscuros, el valor y el honor pueden brillar con luz propia.

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Tags: #División Azul #Segunda Guerra Mundial #Semiramis #Krasny Bor #Leningrado # Legión Azul

Albert Mesa Rey es de formación Diplomado en Enfermería y Diplomado Executive por C1b3rwall Academy en 2022 y en 2023. Soldado Enfermero de 1ª (rvh) del Grupo de Regulares de Ceuta Nº 54, Colaborador de la Red Nacional de Radio de Emergencia (REMER) y Clinical Research Associate (jubilado). Escritor y divulgador. 

 

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3 comentarios en «La División Azul: Una gesta de honor y sacrificio en el Frente Oriental | Albert Mesa Rey»

  1. No he leído todo el artículo, lo haré en otro momento, pero la, cita, de, ese tal general Jurgens no es correcta por la, sencilla, razón de que, ese señor no mandó el XVIII cuerpo pq no él existió. No se de donde, viene esa cita la he leído en muchos libros pero es real. Es una, de, esas cosas, que no son reales, y se repiten constantemente.

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  2. Muy interesante artículo que pone de manifiesto en carácter viril y valiente de los soldados españoles, muchos de los cuales dieron su vida por el ideal de contener al comunismo. Lástima que las condicionantes políticas impidieran un mayor y tácito reconocimiento a su batallar en situación tan dramática como difícil, tal la del frente ruso; pero siempre dejando constancia de la valía del ejército español.

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