Una vez más este aforismo, sentencia, dicho, refrán o lo que sea, se ha puesto de rabiosa actualidad. Venimos desde hace bastante tiempo siendo testigos y comentando por ello la tendente afición al suicidio que muestran los dirigentes de esa formación que flota por ahora en el proceloso mar político español y que conocemos con el nombre de Partido Popular o PP, sufrida y fatal víctima de lo que podemos llamar “fuego amigo” y que va camino de hacerse acreedor a un título no nuevo en nuestra historia como es “el de los tristes destinos”.
Escribo desde Asturias donde ya fuimos testigos hace años de uno de esos suicidios a causa de la llegada de Álvarez Cascos a nuestra región con la pretensión o deseo de colaboración con los responsables peperos de entonces. La negativa a tal ofrecimiento produjo un crac que dejó en coma al partido y propició la aparición de un nuevo PP-Cascos llamado Foro Asturias que llegó a ganar las elecciones autonómicas y gobernar en unas condiciones imposibles hasta su renuncia y convocatoria de nuevos comicios, que acabaron con las pretensiones de unos y otros dejando al PP agonizante y a Foro, más o menos igual, y resultando beneficiado el PSOE sin grandes esfuerzos ni méritos por su parte para tal beneficio.
Pues bien, la historia con suicidiofilia incluida, se repitió a nivel nacional tras la penosa y sin entrar en detalles, deplorable desaparición de Rajoy como jefe de filas y la correspondiente lucha intestina por su sucesión. De ella emergió un joven líder en competencia con otra joven a la que derrotó en noble lid, quedando el partido, un tanto tocado y, valga la redundancia partido en dos, al negar los ganadores a los perdedores las cuotas de poder que estos pedían en un último intento de no abandonar totalmente los mandos de la nave.
Ejerció el nuevo líder una suave autoridad así como una suave oposición ya que la fuerza la empleó para luchar con toda energía contra otro partido que se alineaba a su derecha de nombre VOX al que dedicó sus más enconados ataques, desperdiciando un ardor tan necesario en otros frentes. No entraremos en detalles por suficientemente conocidos, apuntando solamente a una desgraciada y lamentable intervención en una moción de censura contra el gobierno de Pedro Sánchez, llevada a cabo sin mesura en una nueva muestra de suicidiofilia.
Creo que no hay la menor duda de que estas actitudes no fueron ni mucho menos del agrado de cantidad de votantes y que no hicieron más que orientar muchas preferencias políticas en otras direcciones. La obsesión del nuevo líder del PP fue intentar hacer desaparecer toda sombra que enturbiase su protagonismo, dando muestras de unos insensatos celos hacia figuras emergentes de su mismo partido, centrándose especialmente en la aclamadísima figura de la señora presidente de la comunidad de Madrid, doña Isabel Díaz Ayuso contra la que decidió emplear las más innobles maniobras encaminadas a difamar su brillante aureola sin reparar en modos y maneras y sin calcular las consecuencias que podrían derivarse de sus pretensiones de acoso y derribo.
Y aquí empezó el principio de lo que parece el fin de la carrera política de aquel joven, fin que le vino encima precipitadamente en cuanto salieron a la luz esos turbios manejos a los que aludíamos, empleados para terminar con la reciente y brillante vencedora de los últimos comicios celebrados. Por todo ello, el dicho joven líder se encuentra hoy resistiéndose todavía a reconocer la conveniencia de una urgente dimisión, solicitada a diestro y siniestro por sus compañeros en una, vergonzosa en muchos casos, toma de posiciones ante un futuro tan complicado como confuso e incierto para un partido que por el momento ha resultado otra vez muy tocado a causa de hechos tan decepcionantes.
Difícil arreglo se adivina a esta problemática situación, suscitada por jugarretas internas tan ajenas a un electorado que desea ver en sus dirigentes otros comportamientos más nobles, ecuánimes y generosos así como una férrea unión que es lo que esencialmente hace fuerte a cualquier formación que pretenda tener un peso notable y transcendente en ese complicado mundo de la política. Esperemos que se impongan en el PP la cordura y la buena voluntad tan necesarias en esta tarea de reconstrucción que le espera.
Francisco Alonso-Graña | Escritor