El suicidio asistido de Casado, la crisis en la Derecha y la ruina de España | F.J. Losantos

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Hace doce años, Mariano Rajoy decidió salvar su futuro al frente del PP sacrificando su partido y rompiendo estrepitosamente con sus símbolos y aliados, a cambio de la benevolencia de la Izquierda mediática y política. En efecto, la aplastante mayoría mediática que Aznar había regalado a la Izquierda, aplaudió su arrepentimiento, la eliminación de María San Gil y el ataque a la COPE, El Mundo y Libertad Digital, sus únicos apoyos en la durísima legislatura tras el 11M, marcada por el pacto de Zapatero y la ETA, la ruptura del consenso constitucional, el aislamiento del PP como “fascista” y la Ley de Memoria Histórica que desenterraba la Guerra Civil. Nada, por tanto, hizo Casado el jueves que no hiciera antes Rajoy. Pero lo hace en una situación mucho peor. No se rinde a un Gobierno del PSOE; se entrega a un bloque de Poder que respalda el golpe de Estado de 2017 en Cataluña y cuyo proyecto político es liquidar el régimen constitucional.

Seis en el secreto y el partido en Babia

El discurso de Casado insultando salvajemente a Abascal y a Vox, no fue, como cantan al unísono peperos y rojeras, una respuesta al discurso del candidato en la moción de censura. Una de las fuentes habituales del PP ha hecho el relato pormenorizado de quiénes, cómo y cuándo decidieron la ruptura con la segunda fuerza política de la derecha, gracias a la cual tiene el PP el poder regional de Madrid, Andalucía y Murcia y todas las grandes capitales españolas, de Madrid a Zaragoza, ganadas a la izquierda en las últimas elecciones autonómicas y municipales. El riesgo que tomó Casado, y por eso lo aplaude tanto la izquierda, fue que, correspondiendo a una de sus frases, que cuando desaparezca Vox “sólo dejará escombros”, dejara en la inmensa escombrera del paro a miles y miles de cargos públicos del PP.

¿Sabían todos esos parados potenciales del PP en Madrid, Andalucía y Murcia, en Madrid y demás capitales en manos de la derecha que Casado iba a dejar su futuro político y personal al albur de la venganza de Abascal? No. Así ha contado Lamet en El Mundo cómo seis decidieron por todos:

«Lo sabíamos seis personas; el factor sorpresa era crucial»: así se fraguó el discurso del ‘no’ de Pablo Casado

La estrategia del líder del PP, planteada desde julio, buscaba romper con Vox «con un solo golpe» y evitar una nueva foto de Colón.”

Y estos eran los seis:

“Sólo un puñado escaso de personas conocía la estrategia de Casado: su director de gabinete, Pablo Hispán; la directora de Comunicación del partido, María Pelayo; el vicesecretario Pablo MontesinosTeodoro García EgeaPablo Cano -director de gabinete del secretario general- e Isabel Gil, directora de comunicación del número dos del PP. ‘Lo sabíamos seis. La mitad del éxito se debe al discurso de Casado y la otra mitad, la estrategia, por el factor sorpresa'».

Esto es mentira, pero al ser oficial degrada todavía más a un partido supuestamente en manos de tres periodistas poco brillantes, dos políticos de segunda división, y uno aún no clasificado para la Champions. Imaginemos que fuera cierto: Isabel Gil sabía lo que Isabel Díaz Ayuso ignoraba; Pablo Cano, lo que Juanma Moreno desconocía; y a Martínez Almeida, portavoz de Pablo, Pablito y Pablete (Casado, Hispán y Cano), le dijeron lo que se iba a votar, pero no el fondo de un discurso para destruir a Vox que podría haberle hecho perder la alcaldía esta semana y la portavocía en unos meses.

Zarzalejos, Casado y, al fondo, Aznar

En realidad, como ya conté en esRadio, en FAES llevaba ya tiempo Javier Zarzalejos horneando ese discurso. ¿Cuánto? Teodoro no miente esta vez: desde Julio. Ayer contaba Javier Somalo cómo el vigoroso murciano le dijo que iban a por Cayetana, y entenderían si lo criticábamos, pero que era por una buena razón. Cuando la destituyeron, Javier Zarzalejos publicó un artículo abyecto en El Mundo, elogiando la disciplina y lamentando, tal vez, no poder contar con ella para el gran proyecto, que ya era destruir a Vox. Así que nunca hubo seis en el secreto, salvo para guardarlo, aterrados. Sólo tres: el escriba Zarzalejos; el fariseo Casado; y el publicano Teodoro. Y al fondo, en su castillo, Herodes Aznar, que tras posar junto a un Casado en plan manspreading, dijo que él votaría “no”, “no” y “no” a la moción. Lo que no dijo es que no se trataba de votar “no” a la moción”, que podía hacerse sin ofender y con fruto para el PP, sino “no” a la existencia de Vox.

La estrategia, típica del peor Aznar, el de la mayoría absoluta, no es, pues, reagrupar la derecha, sino destruir a los dos partidos que flanquean al PP, tarea más fácil que derrotar a la Izquierda en el Poder. Aparentemente, la operación es sencilla: si Ciudadanos está medio destruido y Vox aún no asentado, hay que destruir a Vox con la ayuda de la Izquierda política y el sector mediático maricomplejines. Y el votante de Vox, poca cabeza pero buenos sentimientos, volverá al voto útil, que es el PP. A los indignados mediáticos, los pocos que quedan, ya se les pasará. Nosotros, a la Sexta.

Prueba de sangre mafiosa: matar a un amigo

Para que la Izquierda creyera que la apuesta de Casado contra Vox va en serio, debía dar la prueba de sangre del que entra en la mafia: matar a un amigo, signo de obediencia a la Organización. Y Pablo se doctoró en Prisharvard con un tiro en la nuca a su amigo Santi:

“Este partido que usted conoce bien y que a usted lo conoce muy bien, ha pagado un tributo de sangre que ahora pisotean personas como ustedes. No sé cuál es su idea de patriotismo, pero yo no lo concibo como el insulto a los que dan la vida por la libertad de todos. Especialmente cuando han sido sus compañeros”

Pocas veces me he sentido tan engañado y escandalizado. Ese ya no era el Casado que fingió ser y creímos que era, un carácter algo débil pero excusable por ser buena persona, sino alguien tan carente de escrúpulos como Sánchez. Al día siguiente, todavía sangrando por la herida, Abascal recordó en esRadio que era concejal en Llodio, elegido por los ciudadanos y no a sueldo del PP, mientras Casado le llevaba la cartera a Aznar. Y hete aquí que el héroe de la resistencia contra la ETA no es aquel muchacho que Santiago González ha recordado, llegando a clase con escoltas, con el padre amenazado, sus caballos pintarrajeados y su tienda atacada con gasolina.

Ahora el héroe es el niño del internado inglés, el jovencito de Nuevas Generaciones, el portavoz de comunicación del Rajoy de “el que quiera irse al Partido Liberal, que se vaya, y el que quiera irse al Partido Conservador, que se vaya”, que se quedó cobrando heroicamente del PP cuando Abascal se fue con Ortega Lara y Alcaraz a pisotear la sangre de las víctimas de la ETA. La verdad: como prueba de sangre, la mafia no podía pedirle más.

Casado sólo tendrá éxito si cambia Sánchez

Para derrotar a Abascal y capitalizar la moción de censura, Casado sólo tenía que decir que votaba “no” por lo de los jueces y Europa, pero que el PP está abierto a tanta gente de bien, alarmada por lo que pasa en España, que se equivoca al apostar por Vox y dividir el voto de la Derecha. En tono sólo levemente condescendiente, porque falta la prueba de que la estrategia blanda del PP es práctica: el cambio del Gobierno. Si la Izquierda y el separatismo no cambian su política, lo que ha hecho el PP es romper la Derecha y ofrecerse al PSOE, como Arrimadas, de socio incondicional. De hecho, Casado ha quemado sus naves al romper brutalmente con Vox. Sin los cuatro millones que lo respaldan, la Derecha deja de ser alternativa de Gobierno. El PP se salva, de momento, sólo si llega a ser socio del PSOE y cambia su política, empezando por la alianza con comunistas y separatistas.

Pero si Sánchez no cambia su alianza con Iglesias y los separatistas, ¿de qué habrá servido el crimen de Casado contra Abascal? Se quedará en grado de tentativa y Vox emergerá como única fuerza opuesta al bloque de Poder que lleva a España al abismo institucional, sanitario y económico. Si Casado hubiera perpetrado lo que, de todas formas, quedará como villanía personal, pero de acuerdo con Sánchez, para crear juntos un nuevo bloque de Poder que haga frente al virus y la ruina con amplio respaldo europeo, sería posible que, a medio plazo, los votantes de Vox migraran al PP, como se supone que harán los que le queden a Ciudadanos. Pero eso no es lo que parece viendo los últimos movimientos espasmódicos del Mulo de la Moncloa, que vuelve a querer encarcelarnos para curarnos de lo que ya nos había curado hace tres meses. Y si Sánchez sigue siendo Sánchez, Iglesias sigue siendo Iglesias, y los que firmaron el pacto contra Vox siguen siendo la basura totalitaria y separatista que son, ¿qué habrá logrado el PP, salvo unas pocas semanas de jabón mediático?

Toca convocar congreso en el PP

De momento, el intento de destrucción de Vox es sólo el suicidio, asistido mediáticamente, de Casado como líder de una derecha plural con dos grandes fuerzas, PP y Vox, y una pequeña, Ciudadanos, cuyos votantes pasan de una a otra con facilidad. No con seguridad: véase el millón de abstencionistas de Ciudadanos que prefirieron quedarse en casa antes que votar al PSOE, al PP o a Vox. Imagino que el eterno Doctor Bacterio de Génova 13 predice que la crisis social va a ser tan terrible que la masa de votantes de derecha volverá al PP, como voto útil para echar a la Izquierda.

¿Pero y si entonces el PP ya ha colaborado con Sánchez y comparte errores y crímenes? ¿Y si Sánchez le dice a Casado, tinto en sangre de Abascal, “Roma, o sea, Yo, no paga traidores”? ¿Qué harán el Trío Calaverejos y Herodes «El Atlántico»? ¿Apuñalar, tras Cayetana y Abascal, a Díaz Ayuso y Juanma Moreno, o al revés? El crimen sucesorio tiene una lógica implacable: no se puede parar de matar hasta eliminar a todos los enemigos o ser eliminado por uno de ellos. La apuesta de Casado es tan brutal y tan arriesgada que deja su futuro en el alero del Congreso del PP, que toca convocar y debería ratificar por aclamación la guerra contra Vox. ¿Pero y si para entonces todo está peor y el PP se hunde en las encuestas? Aunque García Egea multiplique decapitaciones provinciales, Vox puede desalojarlo mañana. Y Andalucía, con Vox como aliado, es bastante más grande que Murcia

(Federico Jiménez Losantos. Libertad Digital)

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