El PP, como la UCD, proceden de las filas superiores del franquismo. Sin embargo prefirieron “olvidarlo” y desde Aznar, en 2002, proclamarse no menos antifranquistas que el nuevo frente popular. La farsa no obedeció al temor a perder votos, pues seguramente su antifranquismo revenido no les ganó ni uno, sino a otra doble razón: la presión de “Europa” y la ausencia de una visión clara de la historia, incluyendo la suya propia en el régimen anterior. Las dos cosas iban entrelazadas, porque el propio franquismo se volvió muy “europeísta”, sobre todo después de que el Vaticano II le dejase sin futuro ideológico. El problema era a su vez doble porque “Europa” rechazaba al franquismo, mucho más aún que al comunismo, con el que aspiraba a convivir: recuérdense las escandaleras en apoyo de comunistas como Julián Grimau o de la ETA. Y porque el “europeísmo” español jamás produjo un estudio medianamente serio, histórico o ideológico, sobre Europa. El punto de vista general era que “Europa” (ante todo Francia, secundariamente Inglaterra, quizá un poco Alemania) era una maravilla y que España, su cultura y su historia eran rechazables o al menos lamentables, y el país tenía que “entrar en Europa”. De la supuesta maravilla, ya digo, nadie entendía gran cosa, y tampoco de la historia de España, reducida a tópicos falsos y baratos (véanse los “regeneracionistas”)
Por consiguiente, los partidos salidos directamente del franquismo, y que eran los que habían organizado la democracia, se veían compelidos a autonegarse, a someterse al criterio de unos países que no se debían la democracia a sí mismos, al revés que España, y a aceptar la superioridad política del nuevo frente popular, que por cierto, y salvo los “demócratas” comunistas y etarras, no habían luchado contra aquella “dictadura execrable”. La farsa era así doble. El resultado ha sido un triple proceso de disgregación interna, renuncia a la soberanía y políticas totalitarias. Proceso lento, porque la herencia del franquismo ha sido realmente brillante, y difícil de destruir, pero ha sido un proceso incansable y cada año más peligroso.
Para recuperar una política de sentido común que evite la resurrección de los “demonios familiares”, de los problemas que superó el franquismo, se hace imprescindible recuperar la memoria y la historia. El franquismo no puede volver pero la democracia viene de él y el país solo puede recuperar su fuerza y cohesión sobre su herencia.
Pío Moa | Escritor