La extensión de los falsos mitos de que en Vascongadas hubo ‘un conflicto’ entre bandos y de que el origen de ETA se remonta a una lucha contra la dictadura están modulando la memoria de lo sucedido. A ello se suma el interés de olvidar y dejar pasar el tiempo de quienes durante años aplaudieron a ETA. En el otro lado continúan esperando las víctimas de ETA, que son las grandes desconocidas para los vascos. Por su interés, reproducimos fragmentos de la entrevista que hace el periodista Mikel Segovia para el Independiente.

Pregunta.- ¿El terrorismo se ha convertido en el ‘fantasma’ bajo la alfombra que la sociedad vasca post-eta quiere olvidar?

Respuesta.- Sí. Estamos en una sociedad acomodada, de las más ricas de España, autosatisfecha en un plano material. Nos gusta hablar bien de nosotros mismos, a diferencia de muchos españoles que se castigan. Tenemos los salarios más altos, más esperanza de vida… pero junto a eso tenemos los fantasmas que guardamos en el armario. ETA no está bien enterrada y el problema es que los muertos mal enterrados terminan volviendo a salir.

P.- ¿Cuál es la razón de la desmemoria y olvido en el que se ha sumido la violencia padecida durante tantos años? ¿Hastío, sentimiento de culpa…?

R.- Una parte es generacional. A los jóvenes que no lo vivieron muy poca gente les ha contado lo que ha sucedido. Junto a esa desmemoria generacional hay otra que es un olvido inducido o un recuerdo selectivo. La propia izquierda abertzale se cuida mucho de fomentarla por la cuenta que les trae, por su enorme responsabilidad sobre el pasado. Tienen mucho que callar.

P.- La reparación institucional en forma de placas, homenajes y actos se ha multiplicado en los últimos años. ¿Es más formal que real o es un modo de reparar algo que no se hizo en su momento?

R.- Hay de todo. Lo que hace falta es un liderazgo estratégico por la deslegitimación del terrorismo, algo que no detecto. Desde la Educación se hacen cosas, pero se podría hacer mucho más. Hace poco en Euskadi se ha hecho una formación de 1.800 profesores para formarles en la prevención del suicidio en la escuela. Es algo que me parece fantástico. A fecha de hoy no tenemos nada ni parecido en materia de prevención de la radicalización violenta, que sigue siendo un problema real. Aún hay muchos centros que siguen siendo impenetrables a estos efectos. Este es un tema importante, estamos hablando de que uno de cada cuatro o cada cinco jóvenes, dependiendo de la encuesta, aún justifica el uso de la violencia para fines políticos.

P.- ¿Qué grado de conocimiento tienen los escolares vascos de lo ocurrido?

R.- Aquí estamos hablando de que han pasado apenas 12 años del último asesinato de ETA. A efectos históricos es poco tiempo, pero a efectos pedagógicos no lo es tanto. Los alumnos de bachillerato no tienen recuerdo de nada, no tienen ni idea. El mundo educativo es un reflejo ampliado del resto de la sociedad. La segunda fuerza política en Euskadi no condena a ETA y siguen existiendo los prejuicio y miedos para abordar este tema. Todo ello se plasma en los problemas para acercarse a este fenómeno. Hay que hacerlo ya, no podemos esperar a otra generación para que se hagan las preguntas pertinentes. Ya existen materiales educativos. No hay excusas.

R.- Siempre que se haga desde criterios cívicos y democráticos diría que todo suma, salvo el relato de la izquierda abertzale, que no está en el mismo plano que el de los demócratas. No creo que fuera bueno que existiera un único relato. Desde luego, no se puede poner en el mismo plano un relato que justifique o blanquee a ETA, que es lo que hace Aranzadi, por ejemplo con las páginas web. Es aberrante moralmente colocar en un mismo listado a Eloy García Cambra al lado de ‘Txapote’ omitiendo quién fue y sus trece asesinatos. Es un ejemplo muy claro que le gusta a la izquierda abertzale, que va a seguir haciendo su propio relato memorialista. Aún no han abjurado de ETA y quizá no lo hagan. Por eso los demócratas debemos ser exigentes a la hora de demandarles a diario que lo hagan.

P.- En ‘Sobre el olvidado terrorismo vasco’ plantea el problema de los dos falsos mitos que se han instalado en la sociedad vasca. ¿Cuáles son?

R.- Sí. Hay dos problemas fundamentales, creo. Pervive el mito de una ETA antifranquista. Esa idea de que empezaron contra una dictadura y por tanto tendrían cierta legitimación. El segundo es el mito del ‘conflicto’, que tiene una penetración muy importante, no sólo en ámbitos nacionalistas radicales sino en el nacionalismo en su conjunto o incluso más allá. Es una manera cómoda pero falaz de mirar atrás. No ha habido ninguna guerra entre dos bandos equiparables sino una campaña terrorista contra la democracia, que lo demuestra el hecho de que el 95% de las víctimas mortales de ETA llegaron tras la muerte de Franco.

P.- ¿Y el déficit en la sociedad? Las familias podrían llevar a sus hijos a conocer lo que ocurrió, pero no lo hacen y la transmisión padres-hijos sobre lo que ocurrió también está fallando.

R.- Sí hay un interés, pero convive con quienes quieren pasar la página sin leer y olvidar. Es complicado cifrar cuánta población está en una u otra posición, quizá mitad y mitad. Al final, la gente asume que son temas incómodos que no sabes con quién están hablando, si es nacionalista o y ante la duda de si vas a genera suspicacias en tu entorno se opta por no hablar o hablar poco. La consecuencia es que las víctimas del terrorismo siguen siendo las grandes desconocidas. Al menos ahora a las víctimas se les escucha más que hace unas décadas. En los años de Plomo en el Centro Memorial sólo encontramos tres testimonios de víctimas en la prensa. No se les preguntaba. Eso ha cambiado radicalmente. En el posterrorismo hay ya más de 700 testimonios. Eso algo significa.

P.- Recuerda en su libro que hay más vascos que conocen a un preso de ETA que a una víctima del terrorismo. Eso algo quiere decir…

R.- Sí, lo publicamos en una encuesta de opinión pública que hicimos. Los datos eran que quienes conocían a un preso duplicaba a los que conocían a una víctima. Ese déficit de conocimiento a las víctimas también se suma el déficit de reconocimiento hacia los resistentes. Socialmente están ya amortizados. Como no hay terrorismo, miramos hacia adelante. Por eso insisto en que se debe poner el retrovisor y extraer lecciones de estos más de 40 años de espiral terrorista protagonizada principalmente por ETA.