El cordón sanitario y el malvado que espero que se vaya pronto | José Antonio Ruiz de la Hermosa

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Hace años, y digo esto porque lo he vivido y ciertamente me remonto al aciago 195, comenzó una singladura política de la que durante algunos años fui partícipe y de que transcurrido un parón de casi cuatro decenios, me he vuelto a meter en ella, pero no de marinero en un barco, el de Alianza Popular en aquellos aciagos, sino en la actualidad en la de gacetillero que cuenta y comenta los sucedidos. Verán, lo anterior es básicamente porque Alianza Popular ya no existe, se ha transformado en un ente irreconocible y, por otro lado, mi paso al servicio de mi Patria por las Fuerzas Armadas me ha curado de participar como afiliado en “el Mayor Teatro del Mundo”.

Yo recuerdo haber visto cosas inconmensurables en aquellos primeros años de la mal llamada democracia pero, nada que ver con lo que yo estoy viendo ahora en estos políticos de vía estrecha que soportamos los españoles con actitud monacal. Realmente siempre había tenido una pésima opinión de los políticos españoles. Empecé en tiempos pretéritos, cuando ya al realizar “el bachillerato elemental”, comencé a ilustrarme con la Historia de España. Parte la viví en mi casa, pues mi familia había sido de las muy implicadas en la Guerra Civil, además por ambos bandos. Curiosamente, si bien mi padre había estado afiliado desde su inicio a las JONS, apenas si hablaba del tema, mientras que cuando en 1969, permitió el Régimen que los exiliados volvieran, fue un tío mío, antiguo comisario político comunista, quien me comentó más cosas.

De aquellos polvos surgieron los lodazales de querer conocer a fondo, por un lado la historia, por otro los motivos, y finalmente los protagonistas. Estoy hablando de tiempos en los que los estudiantes no disponíamos de “maquinitas diabólicas”, como las que sirven para matar marcianos y entre otras cosas, pues estudiábamos de sol a sol, de lunes a sábado, permitiéndonos solamente el asueto algunos domingos y fiestas de guardar. Por lo que con catorce años habíamos leído, no ya el Quijote, sino la Divina Comedia o El Lazarillo. Y, si además íbamos a un instituto puntero, hasta habríamos hecho teatro y seguramente en verso del infante de marina Lope de Vega o del sargento del Tercio de Nápoles Don Pedro Calderón de la Barca.

En mi caso, comencé a devorar: El Capital, Mein Kampf, o la trilogía de Bakunin. Con lo que con dieciséis años, había leído más de y sobre política que cualquiera de estas mamandurrias que en lugar de servir a la Patria, prefieren servirse de ella, y de nosotros, para, como diría Quevedo, llenar sus bolsas. Es lo que hay, no habiendo más, pues pedir que estos tipos sepan de política, conozcan las ideologías, se apunten a una de ellas fielmente y no roben al pueblo; es como pedirle peras al olmo, y no precisamente al olmo de Machado.

En fin, ya en el año de gracia de 1980, nuestra marisquera y deseada democracia apuntaba maneras. Recuerdo que a los de Alianza Popular se les hacía un “cordón sanitario” por parte de los demócratas de toda la vida, sobre todo de aquellos que participaron en la República que tantos ejemplos de majadería dio, pero también entre los que desde las filas del centro político abominaba de su pasado en la OJE o del pasado de sus padres en FET de las JONS. Había que aislar a la ultraderecha fascista, ya fuese la de Blas Piñar o quizás la de los siete magníficos de Don Manuel Fraga.

Yo conocí ambas, pues dudé varias veces, conocía y tenía amigos en ambas facciones y siempre pensé que todo el mundo obraba de buena fe en ellas, hasta que un Senador de Alianza Popular, en representación del Parlamento Andaluz, con el que colaboraba, me abrió los ojos y me explico de que iba aquella vaina. Aquel hombre dejó la política al terminar su mandato electoral. Abandonó el partido cinco minutos antes de que lo echaran y se jubiló de su trabajo habitual, el de maestro de escuela. Oficio que también ejercía “el Califa Rojo”.

Porque mi defección y desilusión por la política en 1982, pues porque aquel senador se marchó básicamente porque estaba mal visto en el partido, pues tenía la manía de actuar en conciencia, lo cual no estaba muy bien visto, incluso entre las filas de Don Manuel, no ya en las otras, donde en esa época empezaba ya a campar por sus reales “el hermanísimo”. Me ha hecho gracia esta semana la inculta de Adriana Lastra, que no sabe sumar, ni por supuesto restar, cuando ha dicho que vuelve a gobernar en España la ultraderecha como hace cuarenta años, que yo sepa 2022, menos 40, dan por resultado 1982, año en el que gobernaba un tal Felipe González. O sea que de Matemáticas mal, pero de Historia y de la de su propio partido, ni les cuento.

Y dirán que a qué viene esto pues, a que unos párrafos más arriba les he hablado del “cordón sanitario” que a Alianza Popular le impusieron los demócratas republicanos, bueno, lo de demócratas y republicanos lo decían ellos, para evitar que los ultras de Alianza Popular, o sea el Partido Popular antes de cambiar de nombre, color, siglas y además de incluir la gaviota, no tocase poder en ningún lado. Pues mire usted qué cosas, además de que Adriana Lastra sea bastante Lerda y haya engordado físicamente y en la cuenta bancaria, su problema es contagioso. Y el ejemplo lo tenemos en un tal Pablo Casado.

Si señoras y señores, lo de «señoros» es solo para «podemonger»; Pablo Casado desconoce la historia de su partido, el Partido Popular, antes Alianza Popular, que incluso en época de Aznar era atacado con “cordones sanitarios”. ¿Y dirán que porqué digo esto?. Pues porque este iletrado demócrata de vía estrecha, va y dice ante los coleguitas de Europa, que mal tema lo de pactar en Castilla y León con VOX, y que habría que hacer un “cordón sanitario” al partido de Santiago Abascal.

Se puede ser mas tonto, quien lo duda, pero el individuo que ha presidido un partido, tiene como mínimo la obligación de conocer la historia de ese partido. Pero claro eso es cuando se entra en política para servir a la Patria y a los ciudadanos, y no para servirse a sí mismo. De todas formas no piensen que es un caso excepcional. Por desgracia la mayoría de los iletrados y lerdos están en política, no para ser estadistas, sino para llevarlo crudo. Y ahí lo dejo…

José Antonio Ruiz de la Hermosa | Escritor

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