Las sangrientas y violentas imágenes que nos están llegando de Cuba demuestran, una vez más, que el comunismo se basa en una represión feroz capaz de todo, ya que su ideología le permite liquidar a cualquier disidente como si fuera un mosquito que nos molesta. Cuba está pagando un duro precio para liberarse de la dictadura del proletariado que les oprime desde el 1 de enero de 1959. Raúl Castro, el hermanísimo de Fidel, a sus noventa años ha tomado el liderazgo y quiere hacer realidad el lema “Socialismo o Muerte”, al cual con sentido del humor los cubanos añaden la coletilla “valga la redundancia”. Tienen razón porque el socialismo marxista ha estado siempre asociado con la muerte. Se instala mediante el asesinato, se mantiene aniquilando a los disidentes y en muchos casos solo deja el poder cuando se le enfrenta con las armas.
El sacrificio que Cuba hace hoy no sólo se hace para los cubanos, sino que está ayudando a que el mundo pueda enfrentarse definitivamente a la mentira del comunismo. Ha llegado la hora de desmontar definitivamente la ensoñación comunista. Por supuesto hay que partir de los hechos básicos. Hay que recordar que el comunismo, si tomamos como referencia a la que fue la patria del proletariado, duró 70 años, siete veces más que el nazismo, y mató a 110 millones de personas, diez veces más que el nacional socialista Hitler. Pero aún así en 2021 sigue engañando a muchos. Hay que eliminarlo, al igual que se hizo con el nazismo y lograr que decirle a uno “comunista” sea considerado un insulto mucho más contundente que el de “nazi” y muchísimo más que el de “fascista”.
Para ello lo primero que se requiere es dar la batalla ideológica, explicando con rotundidad y claridad que Marx y Engels preconizaron la violencia revolucionaria, con todo el derramamiento de sangre que ello conllevaba, y que se manifestó en apoyar diversos intentos revolucionarios en varios países de Europa. También hay que resaltar que no quisieron hacer público lo que en privado decían y que consistía en que había que crear la dictadura del proletariado como etapa socialista previa a la llegada del paraíso comunista. Ese era el pensamiento esencial de Marx y Engels que más tarde llevaría a la práctica Lenin, el cual no hizo otra cosa, como explica en su libro “El Estado y la Revolución”, que basarse en las ideas de aquellos. El pensamiento marxista se apropió del concepto de “justicia para los oprimidos” y justificó “científicamente” que ellos eran los únicos que habían entendido la verdad, lo cual fue aceptado por muchos, en particular en el siglo XX.
Sin embargo, su cientifismo era falso como se comprueba por aplicación del método de observación. Basta con mirar el abismo de terror y miseria a que han conducido los treinta regímenes comunistas que en el mundo ha habido. Pero no basta la mera observación para poder afirmar con contundencia que el pretendido carácter científico del marxismo es falso. Es necesario estudiar su libro clave “El Capital”, en el que pretende justificar su mensaje principal: “el capitalismo es explotador por naturaleza, por lo que hay que eliminar la propiedad privada de los medios de producción”. Ni su teoría del valor trabajo, ni su teoría de la plus valía son sostenibles, incluso Marx se contradice a sí mismo en su propio libro. Tampoco lo son las tres leyes que anuncian la inmediata e inevitable caída del capitalismo. Cierto es que el millón de palabras del libro disuade a muchos. Muy pocos lo han leído y muchos menos lo han entendido y, aunque hay economistas brillantes que lo han denunciado, parece que aún no lo han derrotado, como prueba la ingente cantidad de marxistas, pseudo marxistas y filo marxistas que ocupan altos puestos en el mundo académico y en la política.
Por ello hay que pasar a la acción. Los partidos e instituciones que compartan las líneas anteriores deberían promover cursos de formación interna e incluir, en sus campañas de acción cultural, la denuncia de los errores teóricos del marxismo y su contenido criminal, todo ello con una exposición sencilla y fácilmente comprensible. Obviamente deberían a la vez denunciar los hechos trágicos de los regímenes comunistas pasados, presentes y otros que vayan apareciendo. Personalmente me ofrezco a colaborar en ello. Lo he hecho con mi libro de reciente aparición, “Historia del Comunismo. De Marx a Gorbachov, el camino rojo del Marxismo” y estoy dispuesto a continuar desmontando la mentira del comunismo y de su fundamento ideológico. El siglo XXI requiere una decidida opción social por el progreso, la democracia y la fraternidad. Para ello hay que unir fuerzas ante esa lacra mundial que sigue expandiéndose en particular en nuestros países hermanos de raíz hispana. Cuba, Venezuela, México, Nicaragua, Chile y Perú. La batalla ideológica debe ganarse. Mientras que no se logre, el Marxismo y el Comunismo seguirán apoyándose en la democracia, en la demagogia y en la mentira para engañar a muchos. No nos olvidemos, muchos de los votantes socialistas y comunistas están ellos mismos en la ignorancia de lo que hacen. Hay que ayudarles a salir de su error y lograr que reconduzcan sus energías por caminos que de verdad lleven a la libertad, la justicia y la fraternidad.