Camino de 1984 | Paco Álvarez

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Como dijo el ahora denostado Woody Allen, me temo que no tengo una noticia positiva… ¿me aceptarían dos negativas? Pues la primera es que vamos camino a 1984, no al año, que no estuvo mal del todo, sino al libro de Orwell; marchamos, creo, hacia el abismo a pasos agigantados… a toda leche, vamos.

En esta época triste, la era de los ofendidos, en la que la mitad de la población vive cabreada y la otra mitad harta, vivimos un tiempo en el que decir lo que piensas si no piensas lo políticamente correcto puede ser peligroso, así que es necesario escribir o leer un medio digital, casi clandestino, para poder decir lo que piensas o leer algo que no esté masticado. En los medios “oficiales” sólo se puede decir lo correcto. ¿Y qué es lo correcto?, pues por ejemplo, señalar que doce imbéciles gritaban, con permiso del gobierno, estupideces en Chueca mientras en Mondragón cientos de personas, también con permiso del gobierno, agredían e insultaban a las víctimas de un asesino en serie. Tal cual. Pero lo que vimos en la tele, lo que debía darnos miedo, lo que varios ministros denunciaron ante la fiscalía, fue lo de los descerebrados de Chueca, no lo de los cachorros de hiena de Mondragón azuzando a un señor que hace que Jack el Destripador parezca una ursulina…

El relato “oficial” terminará diciendo que no hay que hablar de ETA, que eso sucedió hace mucho, pero en cambio, Colón fue un maldito genocida y Franco, está al caer, a la vuelta de la esquina. Sólo hubo muertos en la guerra en un bando. ¿Los Reyes Católicos? Fíjate si eran fachas que llevaban en su escudo el águila de San Juan, el Yugo (de Ysabel) y las flechas (de Fernando). Unos franquistas ellos. Fuera su calle. No es casualidad. Es aposta. Y es que ahora, como podemos leer en 1984, ya nada es como solía ser:

Todos los documentos han sido destruidos o falsificados, todos los discos han sido regrabados, todos los libros han sido otra vez escritos, los cuadros vueltos a pintar, las estatuas, las calles y los edificios tienen nuevos nombres y todas las fechas han sido alteradas”.

Ahora además, que todo eso se puede hacer digitalmente, llegar a 1984 es más fácil. Cambiar lo que pone en Wikipedia y los textos que estudian hoy los niños, es demasiado fácil. Como dice el libro de Orwell: Quien controla el pasado, controla el futuro, quien controla el presente, controla el pasado. Sólo ellos, los que manejan los medios, dirán qué es lo que pasó. De momento, derribando estatuas, cambiando calles, borran la memoria colectiva y en un par de generaciones, nadie sabrá nada de lo ocurrido, ignorantes enormes, simplemente gracias a la excusa de no “perpetuar” desigualdades, de no perpetuar mensajes no “aprobados” por la nueva moral, más puritana que nunca. Los terroristas eran demócratas y los okupas se merecen tener casa. Los nacionalistas, demócratas y Hernán Cortés un asesino, y por cierto, los niños deben ser educados en lo que diga el gobierno opinen lo que opinen sus padres. Los trans tienen derecho a entrar en el vestuario de chicas (tranquis chatis, es un pene de mujer…) Pero rezar cerca de una clínica abortiva está penado con cárcel. Hombre, es que eso sí que es dañino y no tener un estanco junto a un colegio o que en las gasolineras y en los chinos vendan alcohol las 24 horas. La culpa es de los jóvenes, que lo compran…

La segunda noticia negativa, que también tiene que ver me temo, con 1984, es que tenemos un neolenguaje mundial, o al menos occidental, político, en el que poco a poco van hablando más y más medios. Lo llaman lenguaje inclusivo, pero realmente lo que hace en vez de incluir a nadie, es señalar las diferencias. Sí. Excluir directamente; los niños con los niños y las niñas con las niñas. El idioma también es facha, vaya por dios. Y no sólo eso: los ofendidos, dicen que no se puede decir negro o moro, que ofende, pero resulta que se inventan otra palabra: “BAME” para señalar a los de distinta raza, a los que no sean blanquitos. Y en cualquier peli, aunque sea de vikingos, habrá que meter personajes BAME o serás excluido de lo que mola. No esperes salir en la tele. Censuran las películas, las canciones, los cuentos, pero luego dicen que defienden la libertad de expresión. Son animalistas, pero le desean la muerte a quienes les gusten los toros…

Estamos en un mundo en el que las cosas no se llaman como antes se llamaban, un mundo con un nuevo lenguaje impuesto desde el poder, con un único pensamiento admitido, con un Estado que dejó de mirar por el bien común para defender a cada grupo que se autodenominara ofendido u oprimido, un mundo en el que la corrección política define cómo deben llamarse desde hoy las calles, qué monumentos debe haber en las plazas, qué canciones pueden escucharse, qué películas pueden ser vistas o cuales libros hay que quemar. No es un cuento, está pasando. Lo de censuran los cuentos es tan verdad que hasta Disney ha retirado de su catálogo de películas infantiles, es decir las específicas para menores de siete años, las películas Peter Pan, Los Aristogatos o Dumbo. ¿Los motivos? En Peter Pan salen unos indios estereotipados, en los Aristogatos un gato perpetúa los tópicos raciales aparentando ser chino y en Dumbo, salen unos cuervos que son… negros. Terrible. Tal enmienda de Disney por desgracia llega tarde para mi generación de tarados que vimos las películas sin advertencia ninguna y no entendimos que los dibujos animados no reflejaban la realidad, sino que eran dibujos animados, fíjate tú y que los indios que vivían en las nubes en el país de nunca jamás, perpetuaban una manera racista de considerar a aquellos indios que los antiguos norteamericanos, exterminaron. Pero de manera respetuosa, oiga. Inclusiva. Mataron a todos los indios y a todas las indias. Incluso a los indies.

Llegados aquí, creo que hay que reírse más de todas estas estupideces, que parecen diseñadas para nuestro cabreo generalizado e intentar enfadarse menos. Así a lo mejor nos demos cuenta de que todavía estamos a tiempo de salvar la democracia, la que proponía igualdad de leyes y de oportunidades, no diferencias, no leyes específicas para cada puñetero colectivo que surja como seta a la sombra de las izquierdas. La democracia nos debe de garantizar los mismos derechos a todos, no a algunos. No a los secesionistas catalanes, no a los MENAS. A todos los españoles por igual. Hay que levantarse y una vez lo hagamos y entonces, sólo entonces, habremos dejado atrás 1984 por fin. Estamos a tiempo y tal vez consigamos que no merezca la pena luchar por las cosas que nos hacen distintos, sino por las que nos hacen iguales ante la ley, podremos luchar por el bien de todos, podremos reírnos en voz alta de tanta tontería, en vez de responder exaltados a cada nueva tontuna que se les ocurre. Podremos ser de nuevo, libres.

¿Te imaginas?

Paco Álvarez | Escritor

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