Calla Irene, que hablar no te conviene | Francisco Alonso-Graña

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Por mucho que se quiera airear como un éxito estratosférico la cumbre de la OTAN celebrada recientemente en España y por mucho que nuestro gobierno se quiera adjudicar en exclusiva todo ese éxito, yo humilde ciudadano de a pie no llego a vislumbrar en qué consiste este éxito en la práctica, pues aparte de la adecuada parafernalia organizada parece que adecuadamente, no encuentro conclusiones que hayan significado algún bien para nuestra nación. El caso es que la euforia exhibida por el gobierno tras esta cumbre, no parece que vaya en paralelo con la situación político-económica que padecemos y que, a la vista de cualquiera, discurre por unos derroteros cercanos a la catástrofe con un gobierno dividido y movido más que nada en un empeño enfermizo de venganza hacia ya no se sabe qué ni quién o quiénes, pues la guerra que perdieron sus antecesores en ideas y que ellos quieren ahora ganar, ya terminó hace más de ochenta años. Es claro que se trata también de poner cortinas de humo que oculten una realidad desastrosa en todos los aspectos y cada vez más evidente.

Pues así nos va y repetimos que estas desgraciadas consecuencias son el fruto de gobernar pensando especialmente en hacer daño a una parte de la ciudadanía que debe soportar con mayor o menor resignación ataque tras ataque a sus principios, a sus ideas y a sus personas con iniciativas cada vez más peregrinas, estrafalarias o extravagantes, nacidas en las cerriles mentes  de un rebaño de ministros cuyos méritos para ocupar tales cargos están todavía sin demostrar, ya que dichos personajes hacen pública gala con gran frecuencia de una ignorancia vergonzosa.

Ni siquiera en la más desagradable de las pesadillas podríamos haber soñado el que un día  nuestra patria llegase a estar dirigida contando con los apoyos de indeseables personajes, enemigos de España que son en realidad a la postre los que dominan, sirviendo como sostén para mantenerse en los puestos de privilegio a los que hoy ocupan los que teóricamente gobiernan.

Afortunadamente, parece que esta situación va camino del ocaso y ruptura como hemos visto precisamente al escuchar la diversidad de pareceres hechos públicos estos días en lo referente a decisiones tomadas con motivo de la citada cumbre de la OTAN y opiniones sobre el tema de los asaltos a la frontera de Melilla, llegando al punto irrisorio en una rueda de prensa en la que la ministra portavoz impidió el uso de la palabra a su colega ministra de Igualdad que no se distingue precisamente por cerrar la boca frecuentemente sino todo lo contrario. Ante el asombro de los periodistas y después, del público en general, solo le faltó a la portavoz haber sido más explícita con un llamativo pareado: “Cierra la boca Irene, tu opinión no nos conviene”. En fin, la cara que le quedó a la susodicha Irene ante la prohibición impuesta por la también susodicha portavoz fue digna de contemplar pero desde luego, decir no dijo ni pío que es lo mínimo que dicen los pájaros libremente. El mal trago pasado es consecuencia de la servidumbre debida para la conservación de puestos a los que todos sabemos cómo se accede y así resulta cuando es obligatorio mantener opiniones y adoptar posturas por mandato de la superioridad, produciéndose situaciones como la que reseñamos que muestran la fragilidad y falta de criterios firmes de los incapaces dirigentes que tenemos la desgracia de padecer y cuyo actual nivel de iniciativas convenientes, necesarias y lógicas queda bien reflejado, y sirva de ejemplo, cuando un tema como el de la ahora llamada “memoria democrática” (me resisto a titularlo con mayúsculas), es algo tan prioritario en el trabajo gubernamental que nos hace recordar el apartado que antaño aparecía en la celebérrima revista “La Codorniz” con el título: “Tiemble después de haber reído”.

Francisco Alonso-Graña | Escritor

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