Las denuncias falsas sí existen… y son muchas más que el 0,0084% que dice la ministra Redondo.
ANAVID señala: «No es lo mismo que una denuncia sea falsa a que se condene por delito de denuncia falsa».
Las denuncias falsas: un problema silenciado
Las denuncias falsas sí existen y son muchas más de lo que afirma el Ministerio de Igualdad. La ministra socialista Ana Redondo insiste en que solo representan un 0,0084%, pero los datos oficiales muestran una realidad muy distinta.
En 2016, al igual que en 2024, la Memoria de la Fiscalía recogió 129.292 denuncias por violencia de género. De ellas, se incoaron 18 causas por delito de denuncia falsa y solo hubo 2 condenas. Eso representa un 0,001% de condenas, no de denuncias falsas.
El dato que difunde el Gobierno Sánchez es “numéricamente cierto” pero profundamente engañoso. Como bien explica la Asociación Nacional de Ayuda a Víctimas de Violencia Doméstica (ANAVID), no es lo mismo una denuncia falsa que una condena por denuncia falsa.
Manipulación estadística y propaganda feminista
Los medios de comunicación, en complicidad con el Gobierno, han repetido el mantra de que las denuncias falsas son inexistentes. En realidad, utilizan un truco semántico para sostener ese relato.
El jurista conocido como @iuristoteles lo explica de forma contundente:
«No es lo mismo que una denuncia sea falsa a que se condene por delito de denuncia falsa».
Este matiz cambia todo. Miles de hombres quedan marcados de por vida por denuncias que no prosperan, pero no se incluyen en las estadísticas oficiales como “falsas” si no existe una condena judicial por falsedad.
El feminismo institucional y el bipartidismo han convertido este relato en dogma. Quien se atreve a cuestionarlo recibe insultos, campañas de desprestigio y amenazas.
El sufrimiento de los inocentes
En las Jornadas sobre Ideología de Género y Denuncias Falsas, organizadas recientemente, se abordó cómo estas mentiras políticas destrozan vidas. Hombres inocentes ven truncada su reputación, pierden la custodia de sus hijos y sufren un calvario judicial.
El vicepresidente de ANAVID, Jesús Muñoz, víctima directa de denuncias falsas, lanzó una reflexión contundente: “¿Por qué los asesinatos de niños a manos de sus padres sí cuentan y los de los asesinados por sus madres no?”
La respuesta es clara: porque el feminismo radical ha impuesto un relato único. No importan los datos, no importan los menores, no importa la verdad. Solo importa mantener el negocio de la ideología de género.
Denuncias falsas y menores indefensos
Uno de los efectos más devastadores de las denuncias falsas es el sufrimiento de los menores. Muchos niños son separados injustamente de sus padres, manipulados psicológicamente y utilizados como armas en conflictos de pareja.
Las asociaciones de familias llevan años denunciando este drama, pero el Ministerio de Igualdad se niega a escuchar. Prefiere inflar cifras de “violencia machista” mientras oculta los daños colaterales que causa su propio sistema ideológico.
La mentira del 0,0084%
Volvamos al famoso dato de Ana Redondo: el 0,0084% de denuncias falsas. ¿De dónde sale? De confundir denuncias falsas con condenas por denuncia falsa.
En la práctica, la gran mayoría de casos archivados o sobreseídos no se investigan como falsos. Eso no significa que fueran verdaderos. Significa que el sistema no quiere reconocerlos como falsos porque eso desmontaría todo el relato feminista.
La repetición del 0,0084% en medios y campañas feministas demuestra cómo el poder político utiliza la propaganda para manipular a la opinión pública. Se trata de un fraude intelectual al servicio de una agenda ideológica.
Una cuestión de justicia y libertad
Las denuncias falsas no solo afectan a los hombres acusados injustamente. Afectan también a las verdaderas víctimas de violencia, que ven cómo los recursos se malgastan en causas infundadas.
Cada euro destinado a sostener el negocio de las denuncias falsas es un euro que no se destina a mujeres realmente maltratadas, a menores realmente en riesgo o a políticas familiares efectivas.
La ideología de género se ha convertido en una máquina de poder y dinero que alimenta asociaciones subvencionadas, cargos políticos y estructuras burocráticas. Mientras tanto, las familias españolas siguen sufriendo las consecuencias.
Hacia un cambio necesario
España necesita un cambio radical. Reconocer la existencia de denuncias falsas es el primer paso para proteger la verdad, la justicia y la familia.
El Estado debe garantizar la presunción de inocencia, sancionar de manera ejemplar a quienes utilicen la justicia como arma y proteger a los menores frente a la manipulación ideológica.
No se trata de negar la existencia de violencia real entre ambos sexos. Se trata de rechazar la mentira institucional que oculta datos y destruye vidas.
Las denuncias falsas no son una invención de la derecha ni una exageración de asociaciones familiares. Son una realidad avalada por datos, testimonios y víctimas.
El relato feminista oficial se derrumba ante la fuerza de la evidencia: el dato mata relato. Ha llegado la hora de romper el silencio, defender la verdad y exigir justicia para todos.