La libertad de expresión en Alemania, en riesgo
Una encuesta del instituto INSA revela un dato alarmante: el 84% de los alemanes cree que no puede expresarse con libertad sin riesgo a represalias. Apenas un 9% considera que disfruta de verdadera libertad de expresión en Alemania. Este resultado refleja un clima de miedo generalizado que atraviesa todo el espectro político.
El estudio no se limita a medir percepciones superficiales. Muestra que la autocensura es ya un fenómeno habitual en la vida diaria, y que afecta tanto a votantes conservadores como progresistas. Alemania, que antaño presumía de pluralismo, se desliza hacia una deriva inquietante.
Una preocupación transversal
El sondeo de INSA destaca que el miedo a hablar no es exclusivo de un bloque ideológico. Entre los votantes de Alternativa para Alemania (AfD), el 92% cree que no puede expresarse libremente. Entre los simpatizantes del Partido Verde, el 77% comparte esa sensación.
Esto confirma que la libertad de expresión en Alemania se erosiona sin distinción de partido. La preocupación se extiende también entre quienes respaldan a la izquierda nacionalista de Bündnis Sahra Wagenknecht (69%) y la extrema izquierda de Die Linke (65%). Incluso entre votantes del SPD y de los Verdes, más del 40% admite sentir restricciones. En la centroderecha, CDU/CSU y FDP muestran una división al 50%.
El problema, por tanto, no es coyuntural ni afecta sólo a minorías ideológicas: es un síntoma de degeneración democrática.
De la percepción a la experiencia real
Más de la mitad de los encuestados (54%) afirma haber vivido situaciones concretas en las que no pudo hablar con libertad. Esto supone seis puntos más que hace apenas ocho meses. No se trata sólo de una sensación, sino de una realidad cotidiana.
La autocensura se instala como un mecanismo de defensa. El miedo a perder el trabajo, ser investigado o sufrir sanciones por opiniones políticas se convierte en un freno constante. Y la libertad de expresión en Alemania queda reducida a un concepto vacío.
Casos que marcan un antes y un después
Uno de los episodios más simbólicos es el del jubilado Stefan Niehoff. Su casa fue allanada por la policía después de compartir un meme que llamaba “imbécil profesional” al entonces ministro de Economía, Robert Habeck. Lo que antes hubiera sido una broma irrelevante, hoy se persigue como si fuera un delito grave.
Para muchos, este caso es un punto de inflexión. Representa la advertencia de que ciertas opiniones —en especial las conservadoras o críticas con el poder— ya no se toleran ni siquiera en tono satírico. La libertad de expresión en Alemania se somete a un control político cada vez más estrecho.
Advertencias de expertos
El fundador de INSA, Hermann Binkert, alerta de que este tema podría adquirir una relevancia política similar a la crisis migratoria de 2015 o a la gestión de la pandemia de COVID-19.
“La política, los medios de comunicación y la sociedad en su conjunto deberían tomar esto en serio”, subraya.
Sus palabras reflejan una urgencia: si no se frena esta tendencia, Alemania podría consolidar un sistema donde el miedo sustituya al debate público.
Una pendiente peligrosa
La erosión de la libertad de expresión en Alemania no es un fenómeno aislado en Europa. Pero el caso alemán es especialmente grave por el peso histórico y político del país. Cuando los ciudadanos temen hablar, el régimen deja de ser plenamente democrático aunque conserve su fachada institucional.
El silencio impuesto —voluntario o forzado— destruye la confianza social. La conversación pública se convierte en un guion oficial donde la disidencia se penaliza. Esta es una característica típica de las dictaduras.
La libertad, fundamento de toda sociedad
La libertad de expresión en Alemania no sólo está protegida por su Constitución, sino también por tratados internacionales que el país ha firmado. Sin embargo, las leyes y la cultura política actuales contradicen ese compromiso.
La democracia no se mide por elecciones periódicas, sino por la capacidad de sus ciudadanos para cuestionar al poder sin miedo. Cuando la crítica se convierte en riesgo, la línea que separa un régimen libre de uno autoritario se borra.
La agenda política y la censura
La persecución de discursos incómodos suele justificarse con argumentos de “protección” frente al odio o la desinformación. Sin embargo, en la práctica, estas leyes se usan para acallar opositores. Alemania vive así una versión moderna de censura ideológica: menos visible que en regímenes totalitarios del pasado, pero igual de eficaz para imponer un pensamiento único.
La libertad de expresión en Alemania peligra porque la censura se disfraza de tolerancia. Se censura para “proteger”, pero se elimina la pluralidad real.
Como advirtió Hermann Binkert, esta cuestión tiene el potencial de convertirse en un terremoto político. Y es que sin libertad de expresión, ninguna otra libertad puede sostenerse.
Sin voz, no hay libertad y no hay democracia
La libertad de expresión en Alemania atraviesa su peor momento en décadas. Los datos del sondeo de INSA son contundentes: un país donde ocho de cada diez personas callan por miedo ya no es libre.
La historia enseña que las sociedades que renuncian a hablar pronto renuncian a vivir en libertad. Y si Alemania, motor de Europa, sigue esta senda, el resto del continente no tardará en seguirla. De hecho, Reino Unido y España ya van por ese camino.