Oligarcas contra filántropos: la doble moral del globalismo woke

Es evidente la doble moral que promueve el globalismo woke: por una parte parte, aquellos que comparten su visión son etiquetados como tolerantes y progresistas, mientras que quienes discrepan o no comparten sus ideas, son tildados de ultras, fascistas o conspiranoicos, mereciendo, según los portavoces del pensamiento hegemónico, censura y represión. Esta narrativa maniquea establece una peligrosa división entre «buenos» y «malos», basada únicamente en la alineación ideológica, eliminando cualquier posibilidad de diálogo real y profundizando la polarización social.

Un claro ejemplo de esta hipocresía se manifiesta en cómo se transmite al público personajes como Donald Trump, Elon Musk, Bill Gates y George Soros. Mientras que a Trump y Musk se les califica de «oligarcas», de “ultraderecha”, de racistas, nazis e incluso se les compara con dictadores como Nicolás Maduro o Xi Jinping, a Gates y Soros se les ensalza como millonarios «filántropos» que buscan el bienestar de la humanidad, supuestamente donando miles de millones de dólares para salvar el planeta y financiar campañas de vacunación. Son grandes benefactores de la humanidad. Esta categorización responde más a la conveniencia ideológica que a un análisis objetivo de sus acciones y refleja una manipulación mediática que distorsiona la realidad en función de intereses ideológicos.

Además, la manipulación mediática contribuye a la construcción de percepciones negativas hacia ciertas figuras públicas o colectivos sociales. Por ejemplo, se difunden imágenes ridiculizantes de Trump y Musk, presentándolos de manera histriónica para generar rechazo en la opinión pública. A los católicos, por ejemplo, son les presenta como los intolerantes que van propagando el oscurantismo y la inquisición contra los tolerantes musulmanes que promocionan la religión de la paz. Este sesgo comunicativo, lejos de ser inocente, responde a un diseño intencional para moldear la percepción colectiva. Así, se induce a juicios superficiales como «ese me cae mal» o «ese no me gusta», sin que exista un análisis crítico de fondo. Por otro lado, figuras como Gates y Soros son presentadas bajo una luz positiva, omitiendo deliberadamente aspectos negativos de sus acciones.

Cuando Elon Musk expresa su opinión sobre asuntos internacionales, se le acusa de injerencia externa y se exige su censura e incluso la eliminación de su red social X. Sin embargo, cuando George Soros recibe a  los presidentes de los países – con Sánchez se ha reunido en secreto en varias ocasiones- o interviene a través de sus ONG en las políticas de otros países, se le presenta como un defensor de la democracia. La misma acción es condenada o alabada según quién la realice, sin atender a principios objetivos de justicia o legitimidad. Este doble rasero mediático es un claro ejemplo de manipulación, donde se tergiversa la información para favorecer una agenda específica.

Esta injerencia le permite a George Soros ejercer una influencia directa y significativa en instituciones como la Unión Europea sin haber sido electo por el pueblo. Mantiene una red de influencia que le permite condicionar decisiones políticas a través de sus fundaciones y ONG. Esta influencia demuestra la falta de imparcialidad de estas instituciones, así como su sometimiento a intereses particulares.

Lo más preocupante es que este discurso falaz es aceptado por millones de personas, independientemente de su orientación política, quienes asumen estos mensajes sin cuestionarlos ni contrastarlos.

La doble moral del globalismo woke es evidente: se ensalza a quienes apoyan su agenda y se demoniza a quienes la cuestionan. Esta narrativa selectiva y parcializada es una herramienta poderosa para moldear la opinión pública y silenciar voces críticas. Esta estrategia busca consolidar un pensamiento único, eliminando la diversidad de opiniones y el debate constructivo.

La doble moral del globalismo woke amenaza los principios fundamentales de la libertad de expresión. Frente a esta imposición ideológica, la defensa del pensamiento crítico y de la verdad es más urgente que nunca. Es responsabilidad de cada individuo reconocer esta manipulación y abogar por una sociedad donde prevalezca el respeto por la diversidad de pensamiento y la búsqueda de la verdad.

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