20 años de la invasión marroquí de la Isla Perejil | Albert Mesa Rey

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La Isla perejil (en árabe Laila o Isla de Taura) es un promontorio de aproximadamente 1,5 kilómetros cuadrados, que en algunos puntos alcanza los 74 metros de elevación. Se sitúa a unas seis millas al oeste de Ceuta (a unos once kilómetros del centro de la ciudad), en aguas territoriales marroquíes y a 200 metros de la costa de Marruecos. Es también conocida con el nombre de Coral. La isla es visitada con frecuencia por submarinistas deportivos. Su denominación se debe al abundante perejil que crece en su terreno rocoso.

Un poco de historia:

En 1415 la isla era portuguesa, como Ceuta, y pasó a España cuando Portugal se separó de ésta en 1581, quedando ratificada la posesión española de Ceuta y Perejil en el tratado hispano-portugués de 1668. No obstante, la isla permaneció sin ocupar hasta que en 1779 el general Orcasitas, gobernador de Ceuta, dispuso el reconocimiento militar del islote. Con el fin de controlar el paso de buques napoleónicos por el Estrecho durante la guerra de Independencia, soldados ingleses reforzaron la guarnición española en la isla, donde permanecieron hasta que Fernando VII pidió su evacuación en 1813. También Estados Unidos se interesó por el enclave en 1836, pero sus intentos de negociar con España el establecimiento de una estación carbonera fueron vetados por Inglaterra.

La isla estuvo nuevamente deshabitada hasta que en 1848 el Gobierno reforzó su guarnición, tras el hostigamiento por nativos de la cabila de Anyera. Durante el siglo XIX fueron constantes las disputas entre España, el sultán de Marruecos e Inglaterra por el enclave. Este último país trató de ocupar la isla con fuerzas de la guarnición gibraltareña y consiguió que el sultán le autorizara a sacar piedras de allí para construir diques en Gibraltar. En 1894 causó gran revuelo el rumor de que el sultán de Marruecos habría cedido el islote a Inglaterra, lo que éste negó. De ahí que la cuestión del islote persistiera en la agenda política española.

El tratado entre España y Francia, que delimitó en 1912 el área del Protectorado español en Marruecos, no hace referencia a Isla Perejil. No obstante, ésta fue ocupada militarmente por España sin que Inglaterra objetara. Los últimos ocupantes del islote fueron los miembros de un destacamento de la Compañía del Mar formado por un cabo y cuatro soldados, que dependían de la Capitanía Militar del Norte de África. Dicha guarnición fue retirada a comienzos de los años sesenta.

El Gobierno marroquí afirma que el territorio le fue devuelto en 1956 al término del Protectorado español sobre la zona norte de Marruecos, ya que España reconoció la independencia de ese país el 7 de abril de 1956. El Gobierno marroquí afirma que fue «liberado» aquel año y las fuerzas de seguridad de ese país se habrían desplegado en él en varias ocasiones para combatir el tráfico de hachís y la inmigración clandestina, favorecidas por las numerosas cuevas existentes en el islote. El texto final del Estatuto de Autonomía de Ceuta no contiene referencia explícita a que la Isla Perejil sea territorio propio de la ciudad autónoma, pese a que en sus preparativos se consideró que la isla pertenecía a la zona española.

 

El incidente:

La primera maniobra fue ejecutada con la perfección y el secreto requeridos. El 11 de julio de 2002, hizo ahora 20 años, un pequeño grupo de la Gendarmería Real de Marruecos desembarcó en la desierta isla de Perejil y la ocupó oficialmente en nombre de Marruecos y de su rey. El simbolismo jugó un papel trascendental en esta maniobra. La isla, perteneciente a España, estaba abandonada. Pero era territorio español y Mohamed VI lo sabía perfectamente. Había llegado al trono tres años antes y para ganarse a su pueblo no le echó mucha imaginación, hizo lo que se hace siempre, lo que aparece en el libro de estilo: arremeter contra un enemigo exterior que una al propio pueblo en una causa común.

Mohamed había sido agresivo, tocando todo lo que podía las partes sensibles españolas, lo de siempre: reclamación de los territorios fuera de la península y la absorción del Sahara. José María Aznar tampoco se anduvo con chiquitas, le dejó pasar pocas y en octubre de 2001 retiró al embajador en Rabat.

La situación diplomática en aquel momento había llevado al presidente Aznar a establecer una alianza de fuego con su colega estadounidense George Bush. El terrorismo yihadista había cobrado protagonismo y Al Qaeda había atacado Estados Unidos como hacía años que nadie se atrevía. Aznar se puso incondicionalmente del lado de Bush, lo que se terminaría traduciendo en los años siguientes en uno de los mayores apoyos europeos a Estados Unidos en sus guerras en Oriente Medio.

Marruecos, otro de los aliados tradicionales de los estadounidenses, se había quedado detrás de España y algunas manifestaciones antiamericanas por la persecución de los yihadistas tensaban las relaciones bilaterales.

Harto de sentirse ninguneado por el Gobierno español, Mohamed encargó a Ahmed Harchi, jefe de la Dirección General de Estudios y Documentación, la DGED, que buscara alguna acción para revertir la situación con España, algo que les obligara a negociar. Se le ocurrió un golpe de efecto que pondría a Aznar entre la espada y la pared: una invasión no de Ceuta y Melilla, que acarrearía una enorme pérdida de vidas humanas, sino algo más pausado y tranquilo, pero muy simbólico: la ocupación de la isla de Perejil.

 

La operación de inteligencia marroquí falla porque no calculan adecuadamente el papel de los respaldos internacionales. No han hablado previamente con la CIA y con la mayor parte de los servicios secretos europeos. Eso lleva a que la reacción del Viejo Continente es de respaldo total hacia España, con países como Francia escondiéndose detrás de la muralla más cercana. Y el papel de Estados Unidos es el de apoyar a España, aunque en el último momento Bush le pide a Aznar que evite humillar a Marruecos.

Aznar cede y acepta volver al estatus que tenía la isla de Perejil antes de la pequeña invasión, es decir, sin presencia militar y sin bandera española. No pone empeño en este punto porque sabe que Mohamed se ha humillado él solo.

El rey marroquí sale derrotado, pero aprende la lección. Para ganar a España en próximas batallas deberá contar con el respaldo abierto de Estados Unidos y con un papel menos crítico de los países importantes de la Unión Europea.

Albert Mesa Rey | Escritor

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