Trump sigue siendo el campeón de la economía

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El presidente Donald Trump siempre se ha retratado como un ‘doer’: la persona que, más que hablar, ejecuta, y que llevaría los principios prácticos de la empresa privada a la ‘ciénaga’ burocrática de Washington. A quienes señalaban sus defectos o carencias, Trump siempre respondía con la economía: el recorte fiscal de 2017 y las sucesivas desregulaciones en todos los ámbitos llevaron el desempleo a mínimos de hace medio siglo, dinamizaron el crecimiento del PIB y blindaron la confianza del consumidor, la esencia de la economía norteamericana. Un paisaje próspero que la pandemia de coronavirus ha destrozado de un zarpazo.

En apenas cinco meses, el paro ha subido a máximos desde la Gran Depresión, las ventas minoristas se desplomaron esta primavera (un 80% en el caso del sector textil), las bancarrotas crecieron un 43% interanual en junio y el PIB del segundo trimestre tuvo la mayor contracción de su historia, casi un 33%. Cuando la situación empezaba a mejorar a principios de junio, la pandemia se expandió por el sur y el oeste del país, echando arena en su engranaje económico.

En las últimas semanas, sin embargo, algunos indicadores van saliendo del agujero y el presidente se agarra a ellos para desempañar su gestión. “Nunca ha habido tres meses en los que hayamos puesto a más gente a trabajar, más de nueve millones de personas”, declaró Donald Trump, en referencia al rebote del sector laboral. Y tenía toda la razón. Solo que, aun así, el paro sigue siendo el triple que en febrero.

Otro vector positivo, como se encarga de recordar la Casa Blanca, es la Bolsa neoyorquina. Las acciones corporativas han vuelto a hacer gala de su independencia. El batacazo del principio de la pandemia fue seguido por un rebote que ha terminado marcando máximos históricos. Desde el 23 de marzo, el S&P 500 ha subido un 58% y el Nasdaq, un 75%. Apple, por ejemplo, se ha convertido en la primera empresa de la historia en rebasar los dos billones de dólares de cotización.

«Lo hará otra vez»

La economía también está siendo protagonista en la Convención Nacional Republicana, que se celebra de lunes a jueves y que es la oportunidad de la campaña de Trump para amplificar su mensaje. “Mi padre levantó una vez una economía boyante, y creedme, lo hará otra vez”, declaró Tiffany Trump, la hija menor del presidente. “Os pido que lo juzguéis con base en los resultados y no en la retórica”. A pesar de la debacle causada por la pandemia, que ha interrumpido casi 11 años de crecimiento continuado, la reputación de Trump como gestor económico está prácticamente intacta. Según una encuesta del ‘New York Times’ y Survey Monkey, la confianza en la gestión económica de Trump está creciendo y es superior a las que disfrutaban Barack Obama o George W. Bush justo antes de su reelección. En torno a un 50% de ciudadanos aprueba su desempeño.

Además, el daño económico no está igualmente repartido por todo el país. Las regiones rurales, donde Trump tiende a gozar de un apoyo mucho mayor, han sido menos trastocadas tanto por el virus como por su impacto económico. Al menos, así lo refleja una encuesta entre los pequeños empresarios de estas regiones. Ocho de cada 10 republicanos que se han quedado en paro defienden su gestión. A la inversa, los grupos sociales más afectados, por ejemplo, las minorías latina y afroamericana de las grandes ciudades, son mayoritariamente demócratas.

En estas circunstancias políticas, tan disparadas y virulentas como en un periodo de guerra, pocos votantes cambian de opinión

Otro factor puede ser la polarización: quienes están con Trump están con él a las duras y a las maduras, como refleja la solidez, prácticamente inamovible, de su base electoral del 35-40%. En estas circunstancias políticas, tan disparadas y virulentas como en un periodo de guerra, pocos votantes cambian de opinión. El porcentaje de republicanos que sienten simpatía por Joe Biden, por ejemplo, es apenas del 7%.

El presidente Trump lleva décadas moldeando su figura de ‘gran negociador’. Lo hizo en los tabloides neoyorquinos, donde inauguraba rascacielos y exponía en detalle su tren de vida, y lo hizo durante las 14 temporadas de su programa de televisión ‘The Apprentice’, en el que ejercía de empresario sin escrúpulos. Una imagen que ha sido ampliamente cuestionada por las numerosas investigaciones de sus tropiezos y bancarrotas, pero que ha demostrado ser políticamente útil.

El republicano está por detrás de Joe Biden en las principales encuestas nacionales, con una diferencia media de 7,6 puntos, y en muchos de los estados clave. A poco más de dos meses de las elecciones, la economía sigue siendo una de sus principales armas, y su efectividad puede también depender de hasta qué punto sigue el rebote de las últimas semanas. Seis de cada 10 economistas encuestados por Axios creen que la economía estadounidense no se recuperará, al menos, hasta 2022.

La convención de los republicanos está desplegando una imagen inusual de Trump. La noche del lunes, tuvo un tono oscuro y combativo, con acusaciones a la izquierda de querer destruir los valores nacionales de Estados Unidos, pero el martes pudimos ver al presidente oficiar una ceremonia de concesión de la ciudadanía a distintos inmigrantes: la primera vez que se incluye un acto oficial de estas características en una convención. También se cedió el escenario a varios republicanos de color, como Daniel Cameron, de 34 años, el primer fiscal general negro de Kentucky. Trump otorgó un perdón presidencial al afroamericano Jon Ponder, un preso, antiguo atracador de bancos, reconvertido en activista.

La estrategia de Trump, que tiene un dominio inédito de la maquinaria del partido y que usa la pompa de Estado de la Casa Blanca, puede estar encaminada a recuperar el apoyo de las periferias de las ciudades. La América de las casitas de valla blanca donde la rudeza habitual del presidente puede haber provocado un desgaste.Melania Trump cierra la convención republicana con un alegato en defensa de su marido

A veces, las convenciones del verano, apoyadas por una generosa cobertura televisiva y un bombardeo de anuncios de campaña, trasladan el mensaje del partido a lugares donde de otra forma no llegaría. Los votantes apáticos despiertan y se produce un impulso político; el tirón necesario en la recta final de los comicios. Esto fue así para los dos Bush, padre e hijo, que estaban por detrás en las encuestas hasta que se celebraron sus respectivas convenciones en 1988 y 2004.

Pero 2020 es un año distinto, con un electorado más calcificado y obtuso, y una serie de incógnitas (la pandemia, la economía o las protestas raciales) reactivadas en Wisconsin por el tiroteo por la espalda a un afroamericano desarmado, que pueden estallar a favor o en contra de Donald Trump. Un presidente que ganó las elecciones de 2016 por los márgenes más finos que se recuerdan en un puñado de estados, y que ahora, si nos fiamos de las encuestas, tiene por delante un camino difícil.

(Argemino Barro. Diario El Confidencial)

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