¿Qué está pasando con Suecia? El país escandinavo ha sido pionero en políticas ‘woke’ desde mucho antes de que se acuñara el término ‘woke’, imponiendo el programa completo de lo políticamente correcto a su población, desde las más demenciales derivaciones de la teoría de género o la ortodoxia climática. Hay que recordar, por ejemplo, que Suecia fue pionera en legislar la transexualidad.
Cambio de postura de las autoridades suecas
Y, a lo que parece, ahora quiere desandar el camino al desastre, quizá porque lo tiene más cerca que otros países.
De esta forma, Suecia sigue la estela de países como Reino Unido o Finlandia. El país nórdico revisó sus pautas de tratamiento en junio de 2020, momento en que decidió priorizar las intervenciones psicológicas sobre las intervenciones médicas. En Reino Unido, el cambio de políticas vino motivado por la sentencia del Tribunal Superior en 2020 a favor de Keira Bell, una mujer que denunció al NHS (Servicio Nacional de Salud) por tratarle hormonalmente con 16 años. Con 23 se arrepintió de su cambio de sexo y demandó al hospital por no haberle realizado una revisión psicológica. Ahora mismo, los menores de 16 británicos solo pueden someterse a tratamiento hormonal si demuestran conocer las implicaciones que tiene el tratamiento.
Suecia
Las autoridades sanitarias suecas han anunciado que las clínicas de género ya no emprenderán «cambios de sexo» experimentales en menores de 18 años, sino que ofrecerán «apoyo psicológico para ayudar a los jóvenes a vivir con el cuerpo sano con el que nacieron». Suena muy de sentido común, pero para el resto del mundo, parece más una declaración de guerra.
Según un artículo publicado en la revista médica sueca Läkartidningen, antes de fin de año se publicarán nuevas pautas que desaconsejan los bloqueadores de la pubertad, la hormonación artificial y la cirugía para menores de 18 años. Esto contrasta directamente con los Estándares de atención 8 (SOC8) de WPATH publicados a principios de este año, que recomiendan la afirmación y la intervención médica como la primera línea de tratamiento para menores con disforia de género.
“En conjunto, las nuevas guías serán más razonables que las anteriores y recomendarán mucha cautela con intervenciones irreversibles en cuerpos sanos, ya que sabemos que algunos se arrepentirán”, escribe el pediatra Mats Reimer en la publicación especializada. Reimer anuncia que los bloqueadores de la pubertad y la hormonación solo se aplicarán en ensayos clínicos, dada la ausencia de estudios que avalen la seguridad y utilidad de estos procedimientos.
«En la atención médica sueca, la psiquiatría infantil seguirá siendo responsable de tratar a los menores de 18 años que experimenten una incongruencia de género y la padezcan. La atención ahora consistirá principalmente en apoyo psicológico para ayudar a los jóvenes a vivir con el cuerpo sano con el que nacieron», concluyó Reimer.
Suecia, al igual que Finlandia, está priorizando el tratamiento psicológico sobre el médico en personas con disforia de género. El psicólogo Kenneth Zucker comprueba en sus estudios que el 85% de los menores de edad con disforia en la pubertad, con buen acompañamiento psicológico, abandonaban la disforia desde los 18. «Cierto grado de autismo, ser víctima de bullying, abusos sexuales, etc. pueden ser origen de ello», afirma.
Efectos de los bloqueadores hormonales
Elizabeth Fernández, médico de Urgencias del Servicio Canario de Salud (SCS) alerta de que los bloqueadores hormonales utilizados en menores pueden tener graves efectos irreversibles. Estos medicamentos bloquean la liberación de estrógenos o testosterona, que se producen en mayor cantidad en la pubertad.
«Los bloqueadores hormonales se han usado para patologías sin alternativa: cáncer de próstata, endometriosis… Incluso para la castración química de delincuentes sexuales. Se llegaron a usar en casos de pubertad precoz, pero 2-3 meses máximo», explica Fernández.
«El uso en niños puede usar años. Tienen efectos secundarios graves e irreversibles. Las personas que se someten a esta terapia pueden desarrollar osteoporosis, infertilidad, pérdida del deseo sexual, problemas cardiovasculares, diabetes y problemas a nivel neurológico. A nivel psíquico también se asocia a mayor ansiedad, depresión y aumento de las tendencias suicidas», advierte.