¿Murió, resucitó? | Jacinto Seara

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A lo largo de más de dos milenios han sido las preguntas y estudios realizados, tanto por creyentes cómo agnósticos. Salvo algún intelectual que pone en duda su existencia, desde el primer siglo escritores romanos la han reconocido. No comento los que desde su alta magistratura académica aseguran que el cristianismo lo inició Constantino. El Concilio de Nicea fue anterior, las persecuciones de los cristianos están en la historia y las catacumbas donde se reunían para orar, bautizar… se pueden visitar en Roma e incluso en otras ciudades como París. 

Jesús de Nazaret, antes de ser crucificado, fue sometido a castigo con el látigo romano de nueve colas con trozos de hueso y metal que rasgarían la carne, puñetazos, lo patearon y escupieron. Lo clavaron en las muñecas y pies. Estuvo colgado seis horas, hasta la hora nona (tres de la tarde) en que Jesús gritó: “Todo está cumplido’, e inclinando la cabeza entregó su espíritu” (Jn 19,30). De que murió no hay ninguna duda, no sólo porque le traspasaron el costado y salió sangre y agua, posiblemente la lanza traspaso la pleura y llegó al pulmón, también por los escritores romanos al referirse a Cristo como el que murió en la cruz (Lucio, Josefo, Tácito, Plinio el Joven…).

¿Resucitó? Los discípulos se portaron como unos cobardes escondiéndose en una habitación, fueron mujeres las que el domingo, con sorpresa, descubrieron que la tumba estaba abierta, no estaba el cadáver. Al ir a contárselo a los discípulos se les apareció Jesús resucitado. Los escépticos atribuyen la historia de la Resurrección a una leyenda que comenzó con una o más personas mintiendo o pensando que ellos vieron a Jesús resucitado, otros lo niegan, como  Josh McDowell: “Llegué a la conclusión de que la resurrección de Jesucristo es uno de los engaños más malvados, malintencionados y despiadados que jamás se haya impuesto en la mente de los hombres, o es el hecho más fantástico de la historia”; Bertrand Russell: “Creo que cuando muera me pudriré, y nada de mi propio ego sobrevivirá”. Estos y otros escépticos no han aportado ninguna prueba de que fuese así. Sus discípulos reaccionaron y de la cobardía pasaron a portarse de una manera consistente con una genuina creencia de que su líder estaba vivo, y por ello dieron su vida.

Jacinto Seara | Escritor

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