España sufre otra epidemia –la de la discordia– y sus síntomas son la irracionalidad y la violencia retórica, infalible antesala de la violencia física. A los cada vez más encendidos e irrespetuosos ataques cruzados de los cuatro principales partidos políticos se une ahora el rebrote de un viejo fantasma: la barbarie independentista en el País Vasco.
Unión del Pueblo Navarra exigió ayer que tanto la Delegación del Gobierno en Navarra como al Ejecutivo foral «adopten las medidas necesarias para evitar nuevas alteraciones del orden público ante posibles actos de apoyo al asesino del concejal Tomás Caballero, Patxi Ruiz». La causa de esta petición es el conocimiento de se han convocado para hoy manifestaciones de apoyo al citado preso etarra que, el 6 de mayo de 1998, asesino de dos disparos –por la espalda– al concejal de UPN Tomás Caballero, dejando huérfanos a sus cinco hijos.
«Al parecer, han sido desautorizadas [las manifestaciones], pero dados los precedentes y altercados de violencia del pasado fin de semana protagonizados por radicales de la izquierda abertzale, consideramos que se deben extremar las precauciones», señaló ayer UPN en un comunicado. En la misma nota se señala que «no se deben volver a repetir unos incidentes violentos que son intolerables por cuanto ponen en riesgo la seguridad de los ciudadanos, coartan su derecho a disfrutar de momentos de ocio y suponen una humillación a las víctimas del terrorismo». Es por ello que UPN pide a las autoridades que «garanticen la convivencia y la protección de ciudadanos y negocios exigibles en cualquier sistema democrático ante posibles altercados de violencia».
Con la excusa de la supuesta vulnerabilidad de los presos a causa de la pandemia del Covid-19, Patxi Ruiz, que lleva ya 18 años de una condena de 30 en prisión, anunció su intención de llevar a cabo una huelga de hambre. Es pertinente señalar que no ha habido ningún caso de contagio entre la población reclusa en la cárcel murciana donde Ruiz cumple condena. El por qué de la iniciativa hay que buscarlo en las tensiones internas dentro de la extrema izquierda independentista, en el que el colectivo de presos ATA, indócil a las directrices de Arnaldo Otegi, ha decidido «menear la cosa» tras las represalias internas sufridas por parte del líder abertzale.
Ruiz reúne varios de los rasgos característicos de los sicarios de ETA, especialmente durante los últimos años de la banda terrorista. Se trata de una persona con trastornos psiquiátricos, de comportamiento errático incluso durante su militancia en ETA (abandonó varios comandos para reaparecer de nuevo de improviso). Cuando fue detenido por la Guardia Civil se encontraron cantidades considerables de drogas y pastillas.
Su huelga de hambre ha provocado un rebrote de la tristemente célebre «kale borroka» en Navarra y vascongadas. En Ea (Vizcaya) se incendió un cajero automático y se tuvo que evacuar un bloque de vecinos. Han aparecido pintadas en las sedes de partidos políticos y se ha redoblado las campañas de acoso contra miembros de los partidos de la oposición. Según Covite hay expertos terroristas que aseguran que ATA robó a ETA 100 pistolas durante el proceso de «desarme».
( A. Rojo. Diario La Razón)