La familia y la reforma de la ley del aborto | María Menéndez Zubillaga

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Solo se habla de libertad, de respeto, de inclusión, que nadie se quede atrás… pero los hechos nos enseñan que solo se habla en realidad de descartar, de cancelar, de eliminar al que les molesta para imponer su ideología

Los padres de familia iniciamos este curso escolar con una nueva intromisión en la esfera privada de gestión familiar, de resoluciones de conflictos, rompiendo o intentando romper los vínculos entre padres e hijos. Hablamos de «la reforma de la ley de salud sexual y reproductiva y de interrupción voluntaria del embarazo», calificada por sus defensores como un nuevo avance para las mujeres y para la democracia en nuestro país. Una vuelta de tuerca a la indefensión de la vida y deconstrucción de la familia.

Las chicas de 16 años, todavía menores, no pueden quedarse solas para tomar la decisión de abortar. Sus padres son responsables de ellas, por ello también son responsables de esa decisión.
Y no solo de la decisión de abortar, sino de la gratuidad de la píldora del día después. En cambio, para casi todos los medicamentos te piden receta, indispensable para adquirirlos.
Si pueden decidir ellas solas, ¿dónde queda la patria potestad?, ¿dónde queda la responsabilidad de los padres?
Los padres y sobre todo los padres de familia numerosa, por tener más hijos, ahora que iniciamos un nuevo curso escolar, llegaremos a firmar decenas de permisos –para salir en las fotos de grupo de clase, para las salidas del colegio, para tomar medicamentos…–, pero uno tan importante como el de abortar, que lleva la decisión de eliminar la vida de una persona, la dejan en manos de una chica de 16 años.
En algunas compañías aéreas los menores no pueden viajar solos o no pueden quedarse solos cuando están hospitalizados, tampoco pueden votar, conducir un coche, comprar alcohol o tabaco, firmar un contrato o ponerse un piercing sin el consentimiento de sus padres.
En esta reforma de la ley del aborto, como en cualquier cuestión legislativa o de políticas públicas, solo se habla de libertad, de respeto, de inclusión, que nadie se quede atrás…, pero los hechos nos enseñan que solo se habla en realidad de descartar, de cancelar, de eliminar al que les molesta para imponer su ideología, que es contraria a la persona, a la libertad, a la vida, a la familia y a Dios. El problema nunca es el niño que está por nacer y las medidas encaminadas a proteger la salud no deberían ser las del descarte.
¿Qué valor tiene ser padre y dejar en manos ajenas tu propia responsabilidad sobre tu familia? ¿Dejas también tu propia responsabilidad sobre tu trabajo frente a tu jefe? ¿Dejas tu propia responsabilidad sobre tu vida frente a Dios? ¿Dejas también tu propia responsabilidad sobre tus compromisos sociales frente a los demás?
Tu familia es tuya no del Estado o del colegio o del trabajador social. Es anterior y por ello legitimada para ser libre.
Recuerdo que un día me encontré con una imagen de un padre de familia que le acompañaba el siguiente texto: «Largos periodos de paz promueven ciertas ilusiones. Una de ellas es creer que la inviolabilidad del hogar se basa en la Constitución. En realidad, se basa en el padre de familia que se encuentra en su puerta, rodeado de sus hijos, hacha en mano».
En la puerta del hogar, ese es el puesto que hay que mantener para preservar el hogar familiar, el lugar donde vive la familia. Y si una ley, que podrá ser legal pero no moral ni legítima, intenta inmiscuirse en tu hogar familiar, eliminando la patria potestad, rompiendo vínculos y adoctrinando con valores e ideas que vulneran tu derecho a educar a tus hijos conforme a legítimas opciones ideológicas, filosóficas, religiosas y morales, hay que oponerse a esa ley. Es lo legítimo y necesario. Para defender el lugar de tu familia, firmes en la puerta y vigilantes en tensa calma.
Si no lo hacemos, si permitimos que una ley manipule a las hijas todavía menores de edad, habremos renunciado a la responsabilidad sobre nuestros hijos. Habremos dejado ese encargo en manos del estado. Entonces tendrán razón cuando nos dicen: De ninguna manera los hijos son de los padres.
No son nuestras sus vidas, pero si es nuestra la responsabilidad de sus vidas, la respuesta que les demos a nuestros hijos cuando nos digan por qué les abandonamos en momentos de decisiones importantes. Y decidir sobre abortar no es cualquier cosa o tomar la píldora del día después o tener relaciones sexuales o creer que puedo elegir el sexo biológico…
Los nuevos derechos solo hablan ya de la plena sexualidad del menor sin tener en cuenta la opinión paterna. Qué desaparezca la patria potestad. Para sustituir a los padres por el Estado con sus leyes e influir en el patrón del comportamiento de los hijos.
Lo conseguirán si abandonamos nuestro puesto en la puerta de nuestro hogar familiar.
María Menéndez Zubillaga, presidenta de la Asociación de Familias Numerosas de Madrid

 

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